NOTAS AL MARGEN
David Fernández
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Es un argumento de la psicología y también de las películas de sobremesa dominical de Antena 3 el que el tirano de libro correspondiente ha sido maltratado en su infancia y eso ha marcado su carácter hosco en la edad adulta. No sé si al Gobierno de Gibraltar le podría ser diagnosticada tal patología, pero indicios no faltan.
Gibraltar ha sido tradicionalmente fustigado y castigado por su metrópoli, el Reino Unido, en especial su población civil. El mayor ejemplo lo encontramos en la deportación masiva e inconsentida de unos 17.000 llanitos ejecutada durante la Segunda Guerra Mundial. Desde Londres se calificó sin pudor a los locales como “useless mouths” (bocas inútiles) siendo trasladados a la fuerza a inhabitables barracones de Marruecos, Irlanda del Norte, Jamaica, etc…, y ello sin que se permitiera la vuelta hasta pasados seis años de la finalización de la contienda.
Se dice que se debatió el desalojo total de gibraltareños para la permanente militarización de la colonia, como ya hizo de manera inhumana el Reino Unido en el archipiélago de Chagos. Al final no se vio necesario, y aquí se traen a reparar los submarinos nucleares británicos sin que importe la población gibraltareña y vecina; todo sea porque no vaya a producirse un incidente en Davenport que afecte a los verdaderos británicos first class.
En fin, que el Gobierno de Su Graciosa Majestad ha enseñado al local el camino del desprecio al ciudadano, por razón de otros más altos intereses. Y así lo aplica el ejecutivo llanito, sea con jubilados que perciben una menor pensión que sus compañeros por razones supremacistas, sea con humildes pescadores linenses de melvas, que es el motivo del último enfrentamiento.
Así, dejando a un lado debates de Derecho Internacional y del Mar (en los que España gana sin duda jurídicamente, como en Sidney ganamos en el mundial femenino de fútbol), es digno de análisis el trato del Gobierno laborista offshore de Gibraltar para con estos pescadores. Desde sus mansiones de Sotogrande han decidido acabar con su medio de vida, sin miramientos y de manera violenta y contundente. Para ellos no se comparte prosperidad. Tampoco veo a sindicato alguno, de aquí o de allí, alzar la voz ante el hostigamiento a estos trabajadores del mar, que solo aspiran a llevar un salario a su casa.
Esa es la verdadera cara del Gobierno gibraltareño, que no quiere prosperidad compartida alguna, sino seguir en el abuso y en la parasitación de la comarca. Así se lo enseñaron desde Londres hace mucho y ello no va a cambiar.
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