Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Un hombre para la eternidad
¡Oh, Fabio!
Creo recordar que lo contaba el admirado Fernando Castillo en un reciente artículo. Durante el Guerra Civil hubo algunas voces del bando vencedor que abogaron por retirar a Madrid su condición de capital de España. Después de la II República y la revolución desatada a partir del 18 de julio de 1936, la Villa y Corte aparecía ante algunos nacionales como una ciudad manchada por el marxismo y el crimen político y social. Una ciudad indigna de la cruzada triunfante. Se buscaron otras alternativas, entre las que estuvo la misma Sevilla, pero finalmente la mayoría de los ministros del Gobierno de Burgos se dieron cuenta de que añoraban demasiado a Madrid, a sus grandes avenidas, Chicote, las Ventas, El Prado, sus castizos taxistas... Adiós al proyecto purificador y nacionalcatólico. Una capital que no tiene algo de canalla, de caos humeante, de pasarela de chusma proletaria y pijos recalcitrantes no merece tal distinción.
Ahora, los que ponen a parir a Madrid son los de izquierda. Todavía no han propuesto su disolución como capital del reino, pero quieren su muerte a pellizcos. Cuando desde la siniestra dicen que "Madrid es un problema para España" lo que están queriendo decir es que "Madrid es un problema para la izquierda". Isabel Ayuso lo demostró en las pasadas autonómicas. Madrid ha dejado de ser la madriguera roja de antaño para convertirse en el parapeto de avanzada de la derecha.
Hacer un retrato idílico de Madrid es imposible. Allí donde anida el poder siempre lo hacen también los burdeles y los bancos, las catedrales y los periódicos. Ah, y no faltan los detectives alcohólicos, los espías sofisticados y los huelebraguetas bingueros. La nueva fase en la que ha entrado la guerra entre Ayuso y Casado sería impensable sin un hábitat de alcantarillas y hermosos jardines como Madrid. Vamos a asistir a un Apocalipsis pepero en el que sólo puede haber perdedores, mientras Pedro Sánchez sacrifica algún verraco en el altar de Moncloa para darle las gracias a Moloch por destrozar a sus enemigos. El viejo grito paleoprogre de "Madrid será la tumba del fascismo" ("fascismo", ya se sabe, es todo lo que estorbe el proyecto del supremacismo progresista) se terminará cumpliendo, pero una vez más no por la heroicidad de unos milicianos blasfemos, sino por la torpeza política y la absoluta falta de talla de los políticos que actualmente habitan Génova. Por cierto, ¿no iban a vender al mejor postor ese templo de la corrupción?
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