Cuando me desperté la mañana posterior a los Oscar, entre el café y la tostada (aún casi dormida) y vi la tremenda bofetada de Will Smith al presentador de la gala lo primero que pensé fue, al igual que muchos como yo:"Lo que son capaces de montar sólo para ganar audiencia". Pero, como ya sabemos sobradamente, en ocasiones, la realidad supera a la ficción. Nada justifica la violencia, nada justifica una bofetada ni cualquier tipo de agresión. Posiblemente, en frío, la mejor opción para el actor hubiera sido abandonar el asiento, tras el chiste sobre su esposa. De eso no me cabe la menor duda. Pero, nada justifica que alguien tenga que aguantar el escarnio público por padecer cualquier tipo de enfermedad ¿Dónde están los límites? ¿Dónde el respeto al otro? ¿Dónde está la gracia? ¿Todo vale? ¿El show debe continuar pase lo que pase? ¿A cualquier precio? ¿A pesar de una humillación?

No, lo siento, pero no todo vale para sumar cifras de audiencia. El humor es humor cuando todos nos reímos de algo, no cuando todos nos reímos de alguien y mucho menos si ese alguien sufre por ello. Eso, en un colegio, se llamaría bullying. En un programa en directo con millones de personas de audiencia no sé cómo se llamaría. Pero, desde luego, humor no. Basta con ver el gesto de hartazgo de la aludida, Jada Pinkett, para empatizar con su cansancio ante una broma pesada sobre la alopecia que padece y que, seguramente, no escuchaba por primera vez. De ahí su cara, que sin mediar palabra decía en todos los idiomas del mundo: "Otra vez la bromita, qué pesadez". Y es que hay lenguajes gestuales que no necesitan traducción simultánea.

Yo no creo que la reacción del actor fuera un gesto de tipo machista. Supongo que, tal vez habría reaccionado igual si la ofensa hubiera sido hacia un hijo suyo, una hija, hacia su padre o su madre. Se equivocó. Sin duda. Pero, yo me pregunto si un hecho así es motivo suficiente para crucificar a una persona, hundir su carrera para siempre o colgarle el cartel de matón, de por vida. No lo sé.

Sólo creo que no todo vale, en ninguno de los dos sentidos. Creo que vivimos tiempos superficiales, tiempos en los que la forma vale más que el fondo y en los que juzgar, etiquetar y linchar es demasiado barato, también demasiado rápido. Smith tuvo la mano muy larga, pero la alopecia mental del señor Chris Rock dejó al descubierto la auténtica fealdad interior de algunos cómicos, que se ganan la vida ridiculizando al personal, además de lucrarse con ello. Lo que viene siendo un gracioso, con muy poca gracia y muy poco profesional. Hollywood, el mundo perfecto, la fábrica dorada de la ilusión y los sueños, dejó ver en esta ocasión un poco de lo que se esconde debajo de su glamurosa alfombra roja.

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