Tribuna de opinión

José Ignacio Landaluce Calleja

Alcalde de Algeciras

Algeciras guapa

¿Puede alguien atreverse a cuestionar la belleza de la que fue bautizada hace muchos años como la Novia del Sol? Sinceramente, creo que no, que ni le corresponde, ni se lo merece Los cinco atractivos de Algeciras que contradicen a la inteligencia artificial

Fotos de la apertura del Parque María Cristina en Algeciras

Fotos de la apertura del Parque María Cristina en Algeciras / Stella Rodríguez (Algeciras)

Ya quisieran muchos, que no algunos pocos, que se les llamase feos cuando reúnen méritos, logros y hechos más que suficientes para recibir el antónimo de este adjetivo calificativo. Y mire usted por donde, esta bendita tierra que se llama Algeciras es merecedora, y así lo vemos con frecuencia, de piropos y halagos.

A nadie se le puede olvidar que somos la décima ciudad en importancia y número de habitantes de toda Andalucía; la que cuenta con la bahía más bonita del mundo (y eso no lo decimos nosotros); que está rodeada por dos parques naturales, el de Los Alcornocales y el del Estrecho; que forma parte de la Reserva Intercontinental de la Biosfera del Mediterráneo; que cuenta con un pulmón verde absolutamente remozado como es nuestro parque María Cristina; que tiene a disposición de todos espacios naturales abiertos al mar de la categoría de los parques del Centenario y El Torrejón; que permite a todos sumergirse en las calles de un barrio tan especial como es el de San Isidro; que tiene dos playas como dos soles, El Rinconcillo y Getares, de las que todos quienes las disfrutan se enamoran.

Hablamos de la tierra que vio nacer al más grande genio de la guitarra que haya dado la historia, al inmortal Paco de Lucía, al niño de la portuguesa, esa inmensa figura que paseó por el mundo entero el nombre de Algeciras, a la que llevó siempre en el corazón, en los labios, y en sus composiciones, y en la que descansa para siempre, cumpliendo así con un deseo que nunca cambió.

Somos la ciudad de las murallas medievales, la del entorno urbano de la Plaza Alta, la que contará dentro de poco con su lago marítimo, con una maravilla de espacio natural a través de La playa de mi barrio, la que se asoma por las mañanas para ver salir el sol por detrás del Peñón de Gibraltar; la que vive y palpita cada día en el mercado de abastos Ingeniero Torroja, una joya de la arquitectura moderna que casi un siglo después de su construcción sigue siendo estudiada en las facultades universitarias; que siente y disfruta cada año con con algunas de las celebraciones populares de toda nuestra comunidad autónoma, como son la Semana Santa, la Feria Real, declarada de Interés Turístico; la Romería Marítima en Honor a la Virgen de La Palma, única en su género en toda España, o Algeciras Entremares, la fiesta de las culturas del Estrecho.

El Cañuelo, El Chorruelo, Chorrosquina, La Garganta del Capitán, el sendero del Río de la Miel, los flysch, los arcos del Cobre, Punta Carnero y su faro, la singularidad del edificio de la Escuela de Arte, nuestro más que evocador Bosque de Niebla… Todos estos y muchos más son lugares en los que poder respirar y admirar la verdadera esencia de como la nombró en su día el recordado cronista oficial Cristóbal Delgado Gómez, la Ciudad de la Bella Bahía.

¿Puede alguien atreverse a cuestionar la belleza de la que fue bautizada hace muchos años como la Novia del Sol? Sinceramente, creo que no, que ni le corresponde, ni se lo merece. Todo lo anterior no son más que pinceladas que conforman un maravilloso lienzo que se llama Algeciras, una ciudad que ejerce una poderosa atracción sobre quien la visita por primera vez consiguiendo que regrese a ella, y que sobre todo tiene un componente que destaca por encima de los demás: su gente.

Ser y sentirse algecireño, bien de nacimiento, adopción, corazón y sentimiento, es un absoluto orgullo, sin menospreciar a nadie ni a ninguna otra tierra. Quizás lo que podemos echar de menos en determinados momentos es demostrar a los cuatro vientos que nos sentimos orgullosos de ello, de formar parte de una comunidad que es puerta y puerto entre dos continentes, entre dos culturas, que ha sido desde la noche de los tiempos puente que ha unido civilizaciones, y que hoy atesora con mimo ese legado, forjado con el paso de los siglos.

Pero nunca es tarde para reivindicar ese orgullo y ejercerlo en cualquier ámbito de nuestra vida, y por ello, me permito, querido lector, gritar a los cuatro vientos que Algeciras es guapa.

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