Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Es la cifra oficial de personas residentes en España este verano, que crece de forma constante gracias a la inmigración. Ahora andamos por los 97 hab/km2, la menor densidad de los países grandes de Europa, aparte de los exsoviéticos. Por ejemplo: Países Bajos 418 hab/km2, Alemania 235, Reino Unido 283. El porcentaje de población española nacida en el extranjero es del 18,2%, similar al de países con una tradición migratoria más antigua, como los señalados.
En lo que va de siglo, se han incorporado 5,2 millones de personas a nuestro mercado laboral, el 75% de ellos con nacionalidad extranjera. Ocupan trabajos no cualificados, del sector servicios: restauración, asistencia personal y comercio, el engranaje de una sociedad rica y dependiente del turismo. Responden a las demandas del mercado laboral, que no puede o no quiere ocupar la población española desocupada.
Para el Banco Central Europeo (BCE), el 80% del incremento del PIB reciente en España ha sido impulsado por estos trabajadores, que no llegan mediante el deseable proceso de contratación en origen por sus dificultades prácticas. De modo que la inmigración irregular ha continuado siendo la principal vía de entrada, principalmente en avión. El drama de pateras y cayucos son la excepción, a pesar del sensacionalismo de los titulares de prensa y la hiperventilación ultra.
La normativa de extranjería ha ido adaptándose a la nueva realidad de una forma muy pragmática, facilitando la absorción ordenada de la mano de obra inmigrante. Así que muchos de los cuidadores de nuestros mayores, de los que nos sirven el café, de los que arreglan nuestros dormitorios y de otro montón de etcéteras, no nacieron en España.
El discurso de odio de Vox y Aliança Catalana, entre otros, centrado en que los inmigrantes colapsan servicios, vienen a vivir de ayudas o amenazan ciertas identidades nacionales, no se corresponde con la realidad. Y su correlación con la criminalidad es falsa según los datos policiales. Por el contrario, sostienen nuestro sistema público con sus cotizaciones.
Las vergüenzas de Torre Pacheco, Jumilla y otros tantos escenarios manchan, de manera injusta, la tradición de tierra de acogida de nuestro país.
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