Cultura

Una visión transversal del Prado

  • El Bellas Artes de Sevilla abre al público 'Los objetos hablan', un sugerente recorrido por las colecciones del museo español a través de 58 pinturas y objetos datados entre 1530 y 1920.

Es bien sabido que muchos cuadros, como ocurre con los bodegones, muestran una gran cantidad de elementos simbólicos que, además de enriquecer formalmente la obra, ofrecen una clave para acceder al mensaje que el artista, o bien su cliente o mecenas, quisieron transmitir en ella. Desencriptar esas intenciones ocultas o subliminales para entablar un diálogo entre los elementos presentes en los cuadros del Museo del Prado y los visitantes es el propósito de la muestra Los objetos hablan, que se puede ver hasta el 29 de enero en el Bellas Artes de Sevilla y reúne 58 trabajos firmados entre los siglos XVI y XX por autores como Sofonisba Anguissola, Ribera, Goya, Vicente López, Raimundo de Madrazo y Sorolla. El conjunto incluye importantes pintores sevillanos como Velázquez, Murillo, Esquivel, García Romero y Jiménez Aranda, así como al extremeño Francisco de Zurbarán, que desarrolló la mayor parte de su carrera en la capital andaluza.

Esta muestra, posible gracias a la colaboración entre el Prado y el Bellas Artes sevillano, las Fundaciones La Caixa y Cajasol, y la propia Consejería de Cultura, cierra así su itinerancia en Sevilla tras haber sido disfrutada en diversas capitales españolas, como la Casa de Iberoamérica en Cádiz o los Caixafórum de Zaragoza, Lleida, Girona y Tarragona. Como novedad respecto al resto de la itinerancia, se ha incorporado a la sede sevillana Hércules y la hidra de Lerna, una obra de Juan Bautista Martínez del Mazo.

Para el director del Museo del Prado, Miguel Zugaza, presente ayer en la inauguración, la muestra ofrece "una visión transversal" de las colecciones de la pinacoteca, ya que en los trabajos seleccionados están representadas múltiples escuelas, estilos, periodos y nacionalidades en un arco cronológico que arranca con el San Jerónimo del taller de Jan Massys, datado entre 1530-40, y concluye en el lienzo impresionista de Cecilio Pla de la segunda década del XX.

Para Fernando Pérez Suescun, jefe de contenidos del Área del Educación de la pinacoteca madrileña y comisario de la muestra, ésta ofrece un viaje "accesible para todos los públicos" a los secretos que ocultan las obras del Prado. Así ocurre, por ejemplo, con el sacamuelas ambulante pintado por el caravaggista Theodoor Rombouts hacia 1620: el largo collar de muelas que lleva colgado del cuello acredita su experiencia, en tanto que los diplomas desplegados sobre la mesa, lejos de justificar su formación, parecen falsos y expresan su condición pícara y charlatana, por lo que son objetos esenciales para descifrar esta escena.

El efecto contrario se produce en el autorretrato de Carlos María Esquivel, pintado en 1856, donde el artista se rodeó a sus 26 años de edad de elementos alusivos a la teoría y práctica de su profesión: pinceles, pergaminos, libros, tintero, el vaciado de yeso de un torso femenino... El elemento más significativo es el libro que aparece abierto, el Tratado de anatomía pictórica que elaboró su padre, el maestro sevillano de la pintura Antonio María Esquivel, cuyo manuscrito se conserva en el Prado.

Estas dos obras se integran en La clave está en el objeto, la primera de las cuatro secciones que componen el recorrido expositivo. En la segunda, Los objetos nos retratan, se agrupan algunos de los cuadros más hermosos, donde vestidos y trajes nos indican el estrato social de los personajes. Aquí sobresalen dos mujeres por encima del resto. Una es la anónima Dama del abanico que pintó Alonso Sánchez Coello hacia 1570-73, con su vestido a la moda imperante durante el reinado de Felipe II. El secreto aquí está en el abanico plegable, de origen japonés, un bien de lujo en el siglo XVI que llegó a Europa a través de Portugal. La posesión de este objeto exótico revela el elevado rango social de la modelo, subrayó Pérez Suescun. Muy cerca, la joven reina Isabel de Francia, pintada por Frans Pourbus el Joven hacia 1615, hace un gesto con la mano derecha para atraer la mirada del espectador al rico joyel y al collar de perlas de doble vuelta que luce. El cuadro probablemente fue pintado con motivo del matrimonio por poderes de Isabel de Borbón con el heredero del trono español, el futuro Felipe IV.

Otra de las obras más llamativas en esta sección es el retrato El cardenal don Luis María de Borbón y Vallabriga que pintó Francisco de Goya a comienzos del siglo XIX. El protagonista, hermano del rey Carlos III y arzobispo de Sevilla y Toledo, desempeñó un papel importante en las cortes constituyentes de Cádiz de 1810. Goya destaca las calidades de las ricas vestiduras, que señalan su condición de cardenal de Santa Maria della Scala en Roma, mostrando además las condecoraciones que recibió en fechas cercanas a dicho nombramiento en 1800.

Un bodegón de Luis Egidio Meléndez, una juvenil Inmaculada Concepción de Murillo acompañada por seis serafines, así como Diana en un paisaje (1739) del francés Van Loo -pintor de cámara del rey Felipe V desde dos años antes- son otras obras maestras en este ámbito.

A continuación, el apartado Un mensaje escondido fija su atención en la segunda lectura, mucho más profunda, que encierran a veces los objetos, como ocurre con la iconografía de dioses y santos. En San Diego de Alcalá, pintado en Madrid hacia 1658, Zurbarán hace alusión al santo que, de forma milagrosa, convirtió en flores los panes que solía ocultar en su hábito para socorrer a los necesitados. Impresionante es también el retrato de Felipe II a cargo de Sofonisba Anguissola, una de las primeras mujeres que tuvieron visibilidad como artistas en Europa, y que representa al monarca con su Toisón de Oro y un rosario en la mano izquierda que recuerda la victoria de Lepanto sobre los turcos. A la hija más querida de Felipe II, Isabel Clara Eugenia, la pinta con ricas vestiduras Juan Pantoja de la Cruz hacia 1598 sosteniendo una imagen en miniatura de su padre, ya anciano.

La última sección, El coleccionismo, donde está presente el célebre retrato de Carlos II por Carreño de Miranda, incluye ocho objetos que por su historia, valor artístico o poder evocador se han hecho merecedores de una atención especial, como ocurre con la escribanía de plata que adquirió José de Madrazo como director del Prado y que fue utilizada por los posteriores directores del museo. Otros objetos destacados son la paleta del pintor Eduardo Rosales y un espejo con su marco coronado por águilas bicéfalas que triunfó en el siglo XVII asociado al gobierno de los Habsburgo y que, para el comisario de la muestra, tiene una evidente inspiración heráldica, pues deriva del escudo de los Reyes Católicos sujeto por el águila de san Juan.

En la presentación de la muestra, que hoy se abre al público, participaron además la consejera de Cultura, Rosa Aguilar, la directora general adjunta de la Fundación Bancaria La Caixa, Elisa Durán, el presidente de la Fundación Cajasol, Antonio Pulido, el director territorial de CaixaBank en Andalucía Occidental, Rafael Herrador, y la directora del Bellas Artes, Valme Muñoz, que destacó la renovación del convenio suscrito por las fundaciones Cajasol y La Caixa con la Asociación de Amigos del Museo para apoyar la organización de actividades educativas.

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