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II Bienal Canela de San Roque
“Hoy es un día muy especial, en el que si uno quiere ser universal tiene que hablar de lo cercano”. Estas palabras de presentación las pronunció, en el teatro Galiardo de San Roque y al filo de las nueve y veinte de la noche pasada, el periodista Manuel Curao en la II Bienal de Canela. Curao es un comunicador histórico para el flamenco en Andalucía. Su saber, expresado en la radiotelevisión autonómica desde los inicios de este medio público, ha dado fuste y categoría a esta música desde que existe Canal Sur.
Luego, María Terremoto, envuelta en un precioso y gigante mantón de Manila en tonos coral, se hizo presente en el escenario para abrir el fuego de la noche con paso firme. Reluciente, llena de fuerza y carácter con sus 18 añitos increíbles.
La jerezana tiene una personalidad apabullante. Se congratuló por poder compartir tablas con Pansequito y Aurora Vargas. Terremoto dispone de una voz llena de vigor y gitanería, marcadamente flamenca. Gustó mucho por lo diferente que es. Tiene colores que le son propios. Cantó de forma genial por alegrías y tangos y transmitió electricidad al público. Cuando un artista está encandilando, se nota de inmediato. Nadie pestañea. Y la conexión es un hecho que se vive. Devora literalmente la escena con su derroche. Eso logró con creces esta jovencísima cantaora, acompañada para la ocasión por Nono Jero a la guitarra. Vaya tronío espectacular cuando se dejó atrás los micros y bailó y cantó por tangos. Simplemente espectacular.
Se comenzó a despedir por bulerías: una locura rítmica a velocidad de vértigo para la que no hay palabras. La ovación en pie la llevó a regalar la hondura de su cante por fandangos.
Aurora Vargas, una artista histórica desde que rompió hacia la fama en 1986, tomó el relevo de este listón tan alto.
Ya desde sus alegrías demostró que el tiempo no la ha hecho sino mejorar y ser la figura respetada y considerada hasta los niveles en que lo es hoy. Si además se tiene a la vera la guitarra flamenquísima de Miguel Salado, miel sobre hojuelas.
Las seguiriyas se las dedicó la cantaora sevillana a Canela de San Roque. Las cantó con una potencia y un sentimiento estremecedores, a la vez que meciendo cada palabra, con un compromiso por la pureza meridiano: “Se me ha muerto la madre de mi alma y no la veo más”.
Dominó los tientos tangos con suma facilidad y agregó un baile que queda para el recuerdo. Su cierre por bulerías fue solemne, de lo que ya no hay, con el respetable puesto en pie de forma inapelable.
La noche se acabó con el reconocimiento a José Cortés Jiménez, Pansequito, nacido en La Línea de la Concepción y criado en El Puerto de Santa María.
Una figura del cante que, por sí sola y a sus 73 años, llena páginas y páginas de historia del flamenco. Salió emocionado al escenario y allí recibió un recuerdo de la bienal de manos del alcalde sanroqueño, Juan Carlos Ruiz-Boix, la concejala de Cultura, Dolores Marchena, la viuda de Canela, Francisca Cortés, y José Canela.
Pansequito presumió de linense de nacimiento: “Siempre pido que se tenga en cuenta lo que el Campo de Gibraltar ha dado y da al flamenco. Y ahora aún más con la nueva generación de cantaores que está saliendo”. Puso en valor los nombres del propio Canela y de Antonio Fernández de los Santos, El Chaqueta.
Pansequito cantó sensacionalmente. Haciendo honor a su lugar de figurón de primera fila del flamenco. Un eco único para redondear una noche perfecta.
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