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Del mismo hierro

Fray Luis de León | Crítica

La excelente biografía de Sergio Fernández López, publicada por Cátedra, narra la vida de fray Luis de León desde el rigor documental y la voluntad de retratar al hombre de carne y hueso

Estatua dedicada a fray Luis (1869) en el Patio de Escuelas de la Universidad de Salamanca.

La ficha

Fray Luis de León: Fieramente humano. Sergio Fernández López. Cátedra. Madrid, 2025. 560 páginas. 29,95 euros

En la gran poesía española del primer Siglo de Oro, el nombre de fray Luis de León remite a un conjunto de poemas cristalinos que junto a los de Garcilaso y san Juan de la Cruz señalan las cumbres del Renacimiento hispánico, de acuerdo con la historia de la literatura que aprendíamos en la escuela donde también supimos de sus prisiones, de la proverbial huida del “mundanal ruido” –sintagma tomado de la horaciana Oda a la Vida retirada que abre las ediciones de su poesía completa– o de su muerte en el mismo pueblo abulense, Madrigal de las Altas Torres, en el que había nacido la reina Isabel de Castilla. Los lectores no especialistas solemos tener una idea más bien imprecisa de los autores que conforman el canon, reducida a unos pocos datos o a alguna referencia aislada, que en el caso de fray Luis bien podría ser el hermoso libro que le dedicó José Jiménez Lozano. Publicada por la estupenda colección Biografías de Cátedra, dirigida por Luis Gómez Canseco y Antonio Sánchez Jiménez, esta de Sergio Fernández López resulta ejemplar en su propósito de retratar el perfil completo del también teólogo y humanista, una figura verdaderamente admirable que no lo es menos si la contemplamos de cerca, como hace el autor, sin caer en la idealización ni dejar de atender –ya lo avanza el subtítulo: Fieramente humano– a las facetas más ásperas de una personalidad belicosa e inclinada a los pleitos.

Desde su tesis doctoral, consagrada al estudio de las lecturas hebraizantes del Cantar de los Cantares, famosamente traducido por fray Luis, Fernández López no ha dejado de tratar del agustino en estudios referidos al mismo Cantar, el libro de Job o sus comentarios bíblicos, abordando temas como la prohibición de las traducciones romances de las Escrituras o el influjo de la exégesis judía que tienen relación directa con el trabajo de fray Luis y otros humanistas. Todo ese conocimiento ha fructificado en una biografía que asimila y ordena las aportaciones de sus predecesores y las vuelca en un relato donde se alternan vida y obra. El recorrido comienza con una novedosa exploración de los antecedentes familiares de los León y sus remotos orígenes hebreos, por ellos conocidos pero no determinantes, a juicio del biógrafo, que descarta que se tratara de conversos aunque el hecho de tener en su árbol genealógico a una bisabuela penitenciada por el Santo Oficio tampoco era irrelevante en aquella España obsesionada con la limpieza de sangre. Sigue con los años de formación, en los que el muchacho da muestras de su firmeza de criterio cuando abandona la carrera de jurista para tomar el hábito de san Agustín, desoyendo la voluntad de su padre, y dedicarse al estudio de la Biblia. A continuación, ya como profesor de la Universidad de Salamanca, vive una época propicia al frente de las cátedras de Santo Tomás y Durando, interrumpida por el proceso inquisitorial que provocaría su encierro. Las enconadas disputas entre las órdenes religiosas –agustinos, dominicos, jerónimos– y las envidias y rivalidades académicas fueron más que las desviaciones de la doctrina las razones de la caída en desgracia de fray Luis, que pasaría casi cinco años en las cárceles vallisoletanas.

Tras el brutal hachazo fray Luis renació, como el árbol podado, con más fuerza

Fueron años muy duros, llenos de “dolencias físicas y espirituales”, pero tras el brutal hachazo renació, como el árbol podado, con más fuerza, según sugiere el lema también horaciano –ab ipso ferro, del mismo hierro– que adoptó en adelante, cuando fue restituido en su honor y beneficiado, no sin nuevas disputas, con otra cátedra en Salamanca. Más que un lema, dice Fernández López a modo de conclusión, la leyenda latina define un carácter, “oscilante entre lo colérico y lo melancólico”, que se distinguió desde su juventud por una determinación férrea, heredada o aprendida de su padre. Por la imagen que transmiten algunos de sus poemas más celebrados, solemos ver a fray Luis como dechado de serenidad, pero el agustino fue un hombre orgulloso e incluso arrogante, aunque leal y generoso con los amigos. Mostrar no sólo al sabio, sino también a ese hombre en su encarnadura, es mérito de esta biografía que al reflejar sus excesos, “sus miedos y sus dudas”, permite entender mejor el fondo del que nació su obra.

Humanismo cristiano

Fray Luis no dio a conocer su condición de poeta más que a los íntimos, pues sus versos propios le parecían un divertimento frente a sus trabajos mayores como traductor del griego, el latín o el hebreo, tanto de la Biblia como de los textos clásicos y neolatinos. Por obras como De los nombres de Cristo, uno de los grandes modelos de la prosa renacentista, el agustino ha sido considerado un perfecto exponente del humanismo cristiano, hasta el punto de que su erudición, aunque reconocida por sus contemporáneos, le causó graves problemas. Quienes acusaban a fray Luis o a su amigo, corresponsal y cómplice Arias Montano de hebraizar y hacer de sus obras “bandera de la sinagoga”, no tenían en cuenta que su atención al sentido prístino o literal de las Escrituras, indisociable del conocimiento de las lenguas originales, no atentaba en absoluto contra la fe. La exégesis filológica tenía poderosos enemigos dentro de la Iglesia, que acusaban a los eruditos de faltar el respeto a las autoridades y cuestionar los dogmas. Como parte del programa de control de la ortodoxia que desató la Contrarreforma, aumentó la “vigilancia ideológica” y la conciencia de los “peligros de la lectura”, llevando a muchos estudiosos a autocensurarse. Sin embargo, fray Luis tenía razón y el tiempo se la daría, cuando hasta los inquisidores reconocieron que el buen ejercicio de la filología no afecta al cuerpo de la doctrina.

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