El arte nostálgico de Haris Epaminonda
El CAAC ofrece por primera vez en España la obra de esta creadora chipriota afincada en Berlín Célebre por su trabajo con archivos y libros, participó en la última Documenta de Kassel



"Muchas veces me planteo qué significa ser chipriota. No sólo en relación al pasado reciente sino a la propia historia antigua de mi país, donde tantas civilizaciones y tantos conquistadores han dejado sus huellas. Quizá mi obra, más que lanzar preguntas sobre la relación norte-sur o los conflictos geopolíticos en el Mediterráneo, quiere construir puentes y abrir una vía de acceso a esa infancia donde yo siempre era feliz". Extremadamente prudente a la hora de hablar de las tensiones latentes en su trabajo, Haris Epaminonda (Nicosia, 1980) confiesa a este medio que "llevo viviendo fuera de Chipre más de 20 años, en Londres, en Berlín (donde ahora resido), y cuanto más tiempo pasa más crece en mí la nostalgia y la sensación de que no pertenezco a ninguna parte. Mi identidad no está nunca completa. No sé lo que significa ser chipriota, ni en tiempos recientes ni en el pasado, ni en mi DNI", continúa con su voz casi susurrante, ocultando la timidez bajo unas rotundas gafas celestes.
Haris Epaminonda representó a Chipre en la Bienal de Venecia de 2007 pero su carrera se ha desarrollado en el extranjero. La Tate Modern de Londres o el MOMA de Nueva York se han hecho eco de su trabajo, con el que participó en la última edición de la Documenta de Kassel y que ahora llega por primera vez a España (hasta el 28 de agosto) gracias al Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC). Su exposición, titulada Haris Epaminonda y La biblioteca infinita, es una reflexión sobre la calma, los sustratos arqueológicos y la añoranza del pasado como prueba su proyecto más célebre, elaborado junto al artista alemán Daniel Gustav Cramer (Dussseldorf, 1975).
Epaminonda se inició artísticamente como dibujante -"y continuo usando los dibujos para hacer registros, a la manera de un diario personal", aclara- aunque es en el arte de archivo, reapropiación y memoria donde se ha afirmado como una de las voces más interesantes, en la línea de la sevillana María Cañas, y como ella emplea tanto el vídeo como la escultura y la fotografía. Para el director del CAAC, Juan Antonio Álvarez Reyes, comisario de la muestra junto con la especialista Ana Ballesteros, la idea de múltiples capas y huellas anteriores, de palimpsestos, permite identificar sus trabajos.
La biblioteca infinita parte de publicaciones datadas entre los años 20 y 80 del siglo pasado cuyas imágenes y páginas Epaminonda y Cramer desconfiguran y vuelven a ensamblar. "A veces son intervenciones sencillas que no rompen el ritmo gráfico del libro pero otras veces son acciones más complejas, como la introducción de colores estridentes cuyo objetivo es generar tensión entre las obras originales y el tercer volumen que ellos generan", detalla Ballesteros sobre este proyecto que rinde homenaje a los relatos de Borges y, sobre todo, al conocimiento ilimitado del universo que planteó en La biblioteca infinita. En los últimos años esta obra, que suma ya 80 volúmenes, ha crecido incorporando colecciones de plantas, sonidos de pájaros y alfombras persas centenarias que permiten yuxtaponer nuevas narrativas. Otro proyecto reúne en una vitrina una serie de volúmenes intonsos, esto es, libros encuadernados sin que se cortaran los pliegos de que se componen. Nunca han sido leídos y la artista los emplea como esculturas cargadas de misterio a las que incorpora las tapas negras.
El cubo blanco que acoge estos trabajos contrasta con el proyecto audiovisual Crónicas que cierra la muestra y en el que los vídeos interactúan con la banda sonora también reciclada de archivos que ha elaborado Part Wild Horses Mane On Both Sides, un dúo experimental con base en Manchester. "Accedemos aquí a una atmósfera atemporal donde el tiempo se vive de modo diferente. Son poemas visuales que nos hacen reflexionar sobre la fugacidad de la memoria y el paso del tiempo", destaca Epaminonda. El visitante, al salir, debe volver a contemplar las obras expuestas, algo que a la chipriota le interesa porque está convencida de que cada vez que se ve su trabajo se reinterpreta de manera diferente "y en esa divergencia, en esa repetición, ella encuentra el valor de su proyecto artístico", defiende Ana Ballesteros.
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