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Merengue negro que harta sin alimentar

Crítica de Cine

Jennifer Lawrence. / D.s.
Carlos Colón

01 de octubre 2017 - 02:31

La ficha

'Madre! l' Terror, EEUU, 2017, 120 min. Dirección y guion: Darren Aronofsky. Música: Jóhann Jóhannsson. Intérpretes: Jennifer Lawrence, Javier Bardem, Ed Harris, Michelle Pfeiffer, Domhnall Gleeson, Brian Gleeson, Kristen Wiig, Cristina Rosato, Marcia Jean Kurtz, Ambrosio De Luca. Cines: Odeón Bahía Plaza, de Los Barrios.

Darren Aronofsky es un caso de sobrevaloración no infrecuente en la historia de la crítica cinematográfica. Desde que Pi, fe en el caos lo descubrió en 1998 sólo una película suya -El luchador- me ha interesado. Las demás -Réquiem por un sueño, La fuente de la vida o Cisne negro- me han parecido merengues hipertróficos que hartan sin quitar el hambre por su fatuidad y morbidez estilística y por sus fallidas pretensiones temáticas. Tocó fondo con Noé, catastrófico (nunca mejor dicho) intento de hacer un Ridley Scott -hasta con Rusell Crowe- de autor. Madre! redirige su carrera en la dirección supuestamente dura, presuntamente autorial y pretendidamente potente interpretativa y visualmente que tan buenos resultados críticos y a veces también de taquilla le dio en sus mejores momentos.

Aronofsky puro, pues, que por lo tanto entusiasmará a sus partidarios, irritará a sus detractores y aburrirá a los espectadores independientes. Entre los segundos y los terceros debían estar los asistentes a su presentación en el festival de Venecia que la premiaron con pitidos, abucheos y hasta algún grito de "¡sinvergüenza!". Al igual que sus anteriores películas, incluida la premiadísima y aplaudidísima Cisne negro, Madre! me parece eso que se llamaba un queo (de quedarse con alguien engañándolo). Una nada rebosante de pretensiones, un ejercicio de estilo sin verdadera creatividad formal, una indagación sobre aspectos oscuros de la naturaleza humana, la vida y la realidad (física y metafísica) que apesta a forzada impostura, un horror al vacío (posbarroco o lo que sea) que no logra disimular otro vacío, el humano y argumental que la habita… Todo acabó por recordarme algunas de las peores películas de autor que he visto en mi vida (La madriguera de Saura, por ejemplo, y otros bodrios que se etiquetaban de claustrofóbicos) en versión thriller (en su variante de visitas inesperadas que manifiestan la fragilidad de la armonía matrimonial, en este caso un escritor en crisis y su mujer, y hasta qué punto nadie conoce a nadie) que se desparrama hacia el horror de los espacios que toman vida propia para destrozar -o hacer que se destrocen entre sí- a quienes los habitan. Como sucede en estas películas en las que la ambiciones -¡cuántas citas directas o indirectas cinéfilas, pictóricas, literarias y hasta bíblicas!- superan a las fuerzas creativas, todo desemboca en un desmadre grotesco.

Los intérpretes del lujoso reparto -Lawrence, Bardem, Pfeiffer, Harris- están a la altura de esta dantesca película. Escoja cada cual uno de los dos significados que dantesco tiene según sea aronofskyano, antiaronofoskyano o una víctima que entró en la sala sin saber quién es Aronofsky.

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