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Fallece Dennis Hopper, rebelde con causa

El intérprete y director, que sufría un cáncer de próstata, muere a los 74 años · Inició su carrera actoral junto a su colega James Dean y consiguió sacar adelante con Peter Fonda la mítica película 'Easy rider'

Dennis Hopper, en primer plano, junto a Peter Fonda en la película 'Easy rider (Siguiendo mi destino)'.
Manuel J. Lombardo / Sevilla

30 de mayo 2010 - 05:00

Tiene su gracia que la misma tarde en que conocíamos la noticia de la muerte de Dennis Hopper (Dodge City, Kansas, 1936-Venice, California, 2010) a causa de un cáncer de próstata, la televisión emitiera Waterworld, una de esas cintas mediocres por las que le hemos visto exhibirse (y arrastrarse) tantas veces a lo largo de las últimas décadas, casi siempre en papeles extremos en los que parecía estar parodiándose a sí mismo como el malo-malísimo de gesto desencajado o en el límite de la locura, un personaje tal vez salido de su propio lado oscuro, alimentado por los excesos, y apuntalado en su magnífico y recordado trabajo en Apocalypse Now, de Francis Ford Coppola, en la que interpretaba al fotógrafo de guerra admirador del coronel Kurtz, y, sobre todo, en Terciopelo azul, de David Lynch, donde encarnó al violento y siniestro Frank Booth que inhalaba oxígeno de una mascarilla antes de liarse a golpes con Isabella Rossellini.

Pero Hopper fue también el protagonista efímero de una de las transformaciones más importantes en el Hollywood de finales de los sesenta. Tras debutar junto a su amigo y colega del método James Dean en dos pequeños papeles en Rebelde sin causa (1955) y Gigante (1956), el actor siguió encarnando con intensidad a otros jóvenes insatisfechos en la televisión (Studio One, Bonanza, Cheyenne) y el cine (La leyenda del indomable, Duelo de titanes, Los cuatro hijos de Katie Elder) hasta que, en 1969, consiguió sacar adelante junto a Peter Fonda la mítica Easy rider (Siguiendo mi destino), película independiente que iba a demostrar al viejo sistema que la contracultura, la filosofía on the road, los hippies, las drogas, el rock'n'roll y el rechazo de los valores tradicionales podían convertirse en un nuevo maná para la taquilla.

Hopper asimiló mal aquel éxito inesperado y derrochó pronto los privilegios que los nuevos estudios pusieron en sus manos. Tras del fracaso de su segunda película, The last movie (1971), apenas consiguió dirigir un título por década (Out of the blue, Colors, The hot spot) y tuvo que refugiarse en la actuación, a lo largo de un centenar de títulos entre los que podemos recordar El amigo americano, de Wenders, La ley de la calle, de Coppola, Hoosiers, de David Anspaugh, con la que obtuvo su segunda candidatura al Oscar, The indian runner, de Sean Penn, True Romance, de Tony Scott, Speed, de Jan de Bont, The Blackout, de Abel Ferrara, EdTV, de Ron Howard, o Elegy, de la española Isabel Coixet, para seguir pagando su vieja afición al arte y la fotografía y las facturas, los divorcios y los errores de un ritmo de vida con exceso de velocidad en una época sin carné por puntos.

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