"¡Apunta bien desgraciado, porque esto era una perdiz!"
Fallece Amparo Soler Leal, musa de las películas de Luis García Berlanga. De elegante comicidad, trabajó con todos los grandes directores, de Buñuel a Almodóvar
Sus padres pisaban los escenarios desde que eran adolescentes, debutando ambos en la Compañía de Zarzuela y Verso de Enrique Chicote y Loreto Prado. Él era Salvador Soler Marí y ella Milagros Leal, famosos actores que formaron durante la Segunda República las prestigiosas Compañía Dramática Experimental y Compañía Oficial de Arte Dramático. Su adscripción republicana no interrumpió tras la guerra su brillante carrera: en los años 50 Salvador Soler añadió las cinematográficas a sus interpretaciones teatrales y Milagros Leal inició en los 40 una buena carrera cinematográfica -debutando con El clavo en 1944- y no retirándose de los escenarios hasta 1967 con La Celestina. En 1933, en sus años modernos y experimentales de la Segunda República, nació su única hija, Amparo Soler Leal.
Todo viene a cuento porque lo primero que hay que decir de la actriz fallecida ayer en Barcelona a los 80 años de edad es que pertenecía a esas dinastías que casi echaron los dientes sobre los escenarios y los perdieron sin retirarse de ellos. Y esto imprime carácter. Se definió como "una actriz sin método, de tripas, de tablas". En 1948, con 15 años, debutó en No me mientas tanto de Alfonso Paso. Inmediatamente pasó a la compañía del Teatro María Guerrero, dirigida por Luis Escobar, obteniendo su primer éxito en la temporada 1948-1949 con Historias de una casa de Calvo Sotelo. Después pasó por las compañías de los históricos, y ya entonces venerables, Catalina Bárcenas y Ernesto Vilches, hasta formar la suya en 1966.
Pero el cine se había cruzado en su vida en 1952 al interpretar un papel secundario en la versión dirigida por Antonio del Amo de Puebla de las mujeres, la obra de los Quintero que su antigua jefa Catalina Bárcenas había estrenado en 1912. La primera obra maestra que interpretó fue Plácido de Berlanga en 1961, año en el que también intervino en Usted puede ser un asesino de Forqué. Tras un pequeño ciclo de comedias amables características de los inicios del desarrollismo -La gran familia o Vuelve San Valentín- Francisco Regueiro le dio su primer gran papel dramático en Amador (1964), a la que siguió La barca sin pescador de Josep María Forn, basada en el drama de Casona. Nacía la gran Amparo Soler Leal, trágica en el drama y agria en la comedia, que sería una especie de Bette Davis a la española.
Tras otro periplo no muy brillante por la comedia, Pedro Olea le dio el gran papel dramático femenino de El bosque del lobo en 1970. Empezaba su época de total dedicación al cine y abandono del teatro, en la que será dirigida sobre todo por Armiñán (la serie de televisión Tres eran tres, El amor del capitán Brando, Jo, papá), Pilar Miró (El crimen de Cuenca, Gary Cooper que estás en los cielos, Hablamos esta noche), Fernán Gómez (Mi hija Hildegart), Jaime Chávarri (Bearn o la sala de las muñecas, Las bicicletas son para el verano, Tierno verano de lujurias y azoteas), Almodóvar (¿Qué he hecho yo para merecer esto?) y sobre todo Berlanga (además de Plácido, Tamaño natural, La escopeta nacional, Patrimonio nacional, Nacional III, Todos a la cárcel y París Tombuctú). A través de ellas Amparo Soler Leal, en comedias o en tragedias, fue perfilando ese raro personaje suyo siempre ácido y amargo, lleno de quejas contra la vida o de dolores causados por otros, marcado por la acritud. Un tono fijado para siempre por el "¡Apunta bien desgraciado, porque esto era una perdiz!", que le dice a López Vázquez mientras se señala el parche que tapa el ojo tuerto en La escopeta nacional.
Estuvo casada con el actor y director Adolfo Marsillach y con el productor Alfredo Matas.
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