Algeciras, entre la soberanía de Granada y el Gobierno de Fez (1275-1344) (y II)
Instituto de Estudios Campogibraltareños
Etapa de colaboración (1332-1344)
A pesar del refuerzo norteafricano, Granada pierde la plaza de Teba en 1330 y se ve obligada a firmar un acuerdo de paz con Castilla en 1331. Muhammad IV de Granada se resistía a aceptar la presión castellana, por lo que se desplazó a Fez en septiembre 1332 y negoció la ayuda benimerí con el nuevo titular del trono de Marruecos, el sultán Abu l-Hasan.
Lamentablemente tampoco se conocen las condiciones de este nuevo tratado entre Granada y Fez, pero a juzgar por lo que después ocurrió, creemos que el status político de los meriníes sobre Algeciras pudo subir un peldaño sin que Granada entregara la soberanía de la plaza.
En este sentido, al tomar como referencia el Derecho Internacional actual, nos atrevemos a decir que las nuevas condiciones se aproximarían a lo que hoy llamamos protectorado. Es decir, que los granadinos admitieron el dominio militar y administrativo de Marruecos sobre Algeciras y su territorio, pero la población autóctona permaneció bajo la férula político-administrativa de Granada.
Todo lo anterior sin excluir que las propiedades y derechos que tuviera la casa real granadina en Algeciras y sus tierras fuesen disfrutadas por los dignatarios benimerines.
Con estas nuevas condiciones no sorprende que Abu l-Hasan enviara a Algeciras, a primeros de 1333 y con un fuerte ejército, a su hijo Abu Malik. Este no tardó en poner sitio a Gibraltar, de la cual se apoderó después de varios meses de cerco.
Alfonso XI intentó reconquistar la plaza perdida, pero los granadinos vinieron en ayuda de los benimerines y los castellanos quedaron bloqueados en el istmo. El rey de Castilla y los suyos escaparon de aquella comprometida situación después de firmar un tratado de paz conjuntamente con Granada y Marruecos.
Abu Malik no tardó en regresar al Magreb para ayudar a su padre en la conquista de
Tremecén, pero los planes del sultán cambiaron al año siguiente y el infante meriní volvió a la Península con más efectivos, en marzo 1338, rompiendo el acuerdo firmado con Castilla.
La flota castellano-aragonesa trató de cortar el traslado de aquellos refuerzos militares, pero fue derrotada en la ensenada de Getares en abril de 1340, comenzando entonces una amenazante invasión norteafricana para las posesiones meridionales de Castilla.
En correspondencia a la alianza establecida, Yusuf I de Granada y su ejército se presentaron en Algeciras con la intención de sitiar Tarifa, aunque los éxitos iniciales de los aliados musulmanes se torcieron ante los castellanoportugueses en la batalla del Salado.
En agosto de 1342 el rey Alfonso XI inicia el sitio a la plaza de Algeciras. Yusuf I de Granada no quiere que la plaza caiga en manos cristianas, por lo que en febrero del año siguiente pretende ganar la voluntad de Alfonso XI prometiéndole una fuerte suma si levantaba el cerco.
A todas luces, se repite ahora la operación que hiciera en 1309 su antecesor Nars, con Fernando IV de Castilla, motivo por el que hemos de preguntarnos a qué podía deberse ese interés del rey Yusuf I de Granada por Algeciras si esta hubiera pertenecido enteramente a los meriníes.
Las negociaciones de febrero no llegaron a buen puerto, por lo que en el mes de mayo el rey de Granada se presentó con su ejército en el río Guadiaro y, pocos días después, envió nuevamente a sus emisarios para entablar conversaciones con el rey de Castilla. Ofrece ahora pagar parias al rey castellano, pero este pide mucho más dinero del que ofrece Granada y las negociaciones se estancan.
No obstante, en el mes de julio vuelven los mismos mandaderos de Granada para negociar con el rey castellano; las cuantías exigidas por Castilla eran muy elevadas, a pesar de lo cual se repite la visita de los granadinos en agosto. Finalmente fracasan las negociaciones y el rey de Granada mueve su real desde Guadiaro al istmo de Gibraltar.
Ya en septiembre, y de manera fortuita, llega a manos de los castellanos una carta del rey Granada en la que este hace saber al sultán de los benimerines que lleva cuatro meses de guerra y que necesita ayuda militar de los gobernantes de Fez.
Los refuerzos africanos llegarán en octubre, a pesar de lo cual el rey granadino sigue
obstinado en comprar la voluntad del monarca castellano y envía una nueva embajada a Alfonso XI, quien pide ahora 300.000 doblas de oro por levantar el cerco. Pero como Yusuf I no las tiene, pide autorización al rey de Castilla para pasar a Ceuta y pedirlas a Abu l-Hasan.
Así que el rey de Granada cruzó el Estrecho y solicitó al sultán “setenta o cien mil dinares de oro para pagárselo a los cristianos y que dejaran Algeciras”. Sin embargo, Abu l-Hasan se negó a darle lo que pedía el granadino, en contra de la opinión de algunos de sus consejeros, por lo que Yusuf I de Granada volvió con las manos vacías y, ya en diciembre, sufrió la derrota del río Palmones.
Después de este revés, la situación se hizo insostenible para los cercados, empeorando drásticamente a partir de febrero de 1344, cuando Alfonso XI terminó el sistema de bloqueo marítimo que impedía la entrada de alimentos en Algeciras.
Por tal razón, ya el 22 de marzo, volvió al real castellano el negociador de siempre, el embajador granadino Hazan Algarrafe, para entregar al monarca castellano una carta del rey de Granada en la que este último aceptaba entregar Algeciras, hacerse vasallo del rey de Castilla y pagarle doce mil doblas anuales en concepto de parias.
En contrapartida, el monarca castellano debía comprometerse a firmar una tregua de 15 años con Granada y Marruecos, así como a respetar la vida de los habitantes de la sitiada ciudad y dejarles salir con sus enseres personales.
Aquella propuesta, salvo una diferencia en la duración de la tregua, fue aceptada finalmente por las partes así que, el día 26 de marzo, volvió el embajador granadino acompañado de otros caballeros del rey de Marruecos portando la orden, dirigida al gobernador meriní de Algeciras, para que este entregara la plaza pacíficamente.
Ante esto último cabe diferenciar entre las actuaciones del sultán de Marruecos y la del
rey de Granada. Mientras el primero no se interesa en promover ni una sola iniciativa de paz, el rey de Granada no ceja en su empeño de conseguir una avenencia económica con el fin de que el rey de Castilla levante el cerco sobre Algeciras.
Finalmente, al ver que no consigue este objetivo, se compromete a entregar la sitiada plaza a cambio de contraprestaciones políticas y económicas, con el único fin de salvar la vida de los pobladores de Algeciras.
Al contrastar ambas actuaciones, no podemos por menos que inclinarnos a pensar que Algeciras pertenecía por entero al reino de Granada, sin exceptuar, claro está, que la mayoría de la guarnición que la defendía fuese de origen magrebí.
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