economía y medioambiente
  • Con conexiones ferroviarias minimizadas, la provincia confía en el crecimiento de su tráfico aéreo y en el turismo de cruceros, los dos medios de transporte más contaminantes

La cuadratura del círculo en Cádiz: el díficil equilibrio de un turismo sin emisiones

Varias personas observan el movimiento de aviones en el aeropuerto de Jerez. Varias personas observan el movimiento de aviones en el aeropuerto de Jerez.

Varias personas observan el movimiento de aviones en el aeropuerto de Jerez. / Miguél Ángel González

Escrito por

· Pilar Vera

Redactora

El cambio climático es una oportunidad de negocio. El aumento de temperaturas puede ayudar a luchar contra la estacionalidad. Los campos de golf pueden gestionarse medioambientalmente y ya sirven incluso de refugio natural. Todas ellas son frases pronunciados por adalides del Green New Deal que han pasado por la provincia y/o a políticos locales. Dada la velocidad a la que van encajando las predicciones relativas a un escenario de cambio climático, nuestra relación con el turismo comienza a entrar en un espacio de negación de realidad. Contigo porque me matas y sin ti porque me muero.

Por sí mismo, el turismo es el responsable del 8 al 11% de las emisiones totales de dióxido de carbono –la mitad aproximadamente de este porcentaje se la comen los aviones–. El cómo sobrevivirán las regiones turísticas en un escenario de reducción de emisiones es una de las grandes preguntas del panorama socioeconómico: la respuesta más común es que así, no. Que el turismo del futuro será diferente. Que viajaremos menos pero más tiempo, para dar opción a movernos a través de medios de transporte menos contaminantes, como aviones, trenes o buses arreados por hidrógeno. Que si nómadas digitales. Que sólo viajarán los ricos. Que aquí no viajará nadie porque esto será un horno. 

¿Qué es lo cierto? Lo cierto es que esta es una provincia altamente dependiente del turismo en dos de sus formas más contaminantes –el transporte aéreo y los cruceros–, y con un aprobado justo en lo que debería ser la parte del león: las comunicaciones por tren.

No es que seamos los únicos que actuamos de espaldas a la realidad. El pasado julio, mientras rompíamos varios récords de mascletá climática, se rompían también récords de tráfico aéreo:por el cielo: el 6 de julio se registraron 134.386 vuelos en todo el mundo.

En la primera mitad de este año, los aeropuertos de Aena registraban cerca de 130 millones de pasajeros: un 23,4% más que en 2022 y un 1,2% superior al mismo periodo de 2019, antes de la pandemia. A pesar de todas las advertencias y límites climáticos, se prevé que le turismo internacional siga creciendo en los últimos años.

El aeropuerto de Jerez aún no ha alcanzado niveles prepandemia, a pesar del aumento de pasajeros en AENA

A un nivel más cercano, este primer semestre de 2023 el aeropuerto de Jerez, sin embargo, no había recuperado aún el nivel de pasajeros de antes de la pandemia: aunque casi lo ha hecho respecto a los pasajeros procedente de vuelos nacionales. El contar con un aeropuerto ”fuerte” ha sido una constante en las aspiraciones turísticas de la provincia. Al respecto, para Stefaan Declerk, presidente de la Asociación Provincial de Hoteles de Cádiz, la “amplicación y mejora “ del aeropuerto jerezano resulta una prioridad. Aunque Aena, reconocía también Declerck, no va a competir consigo misma y con dos pulmones como son los aeropuertos de Málaga y Sevilla. También, para Declerck. ser un 'destino Ryanair' no tiene por qué implicar el morir de éxito, sino abrir la opción de “llegar de forma rápida a un lugar”.

En términos de huella de carbono, un viaje normalito, de Madrid a a Londres supone 121 kg de CO2 por persona. Se calcula que un avión de pasajeros emite unos 258 gramos de CO2 por persona y kilómetro de media.

El avión carga con la fama de ser el medio de transporte que más contamina: pero hay otros que cardan la lana. Los cruceros son los siguientes en la escala de emisiones, con unos 251 gramos por persona y kilómetro. A esto hay que añadir los residuos que terminan vertiendo directamente al mar y el hecho de que son unos grandes emisores de hollín (un 6% del hollín que cubre el cielo se debe a la acción de los cruceros que, en comparativa, sólo contribuyen un 1% a la contaminación global), lo que los hace aún más dañinos que un avión.

En lo que se refiere al tráfico de cruceros, sabemos que ha sido la apuesta del siglo en el puerto de Cádiz, a tal punto que en ese tiempo han triplicado su presencia en el muelle gaditano, pasando de los 35.394 pasajeros de 1994 a los casi 400.000 que llegaron en 2022 –en 2019, el año antes de la pandemia, se registraron 477.377 cruceristas–.

En el último cuarto de siglo, los cruceros han triplicado su presencia en el muelle gaditano

Uno y otro, avión y cruceros, son modos de transporte en el punto de mira en un escenario que tiende a la descarbonización. Pensar que un aumento de temperaturas, en el sur de Europauna región especialmente sensible a los procesos de desertificación y que ya ha empezado a contabilizar incendios de sexta generación y situaciones de estrés hídrico que se alargan en el tiempo va a contribuir a desestacionalizar el turismo es una conclusión de aurora boreal. Probablemente, de aquí a unas décadas, no podremos sentarnos incómodamente –tal como estamos ahora– en un esquema turístico como el actual.

Toda región turística depende, es evidente, de su accesibilidad. Pero el replanteamiento de nuestro modo de movernos y viajar tiene especial urgencia en una región como Andalucía, no sólo abocada casi unívocamente al turismo, sino con carencias en su comunicaciones interprovinciales. Andalucía es una Portugal tumbada que ni siquiera cuenta con conexión ferroviaria directa entre muchas de sus principales ciudades.

En el caso de la provincia de Cádiz, ni siquiera hay posibilidades de conexión directa o algún tipo de billete único tren-autobús para solucionar el salto con las vecinas Málaga y Huelva, sino que núcleos de población importantes como Algeciras o La Línea aparecen desgajados de la capital –y así, parece escuchar uno, en tono de maldición, permanecerán por siempre–.

El tren resulta el medio a potenciar en estos nuevos tiempos de sostenibilidad verde que no sabemos bien adónde van a conducirnos. Pero es una apuesta que, a día de hoy y a medio plazo, no lo pone fácil. Más allá de las conexiones a través del AVE –la que se presumió rentable apuesta más allá de potenciar un sistema ferroviario radial–, hay poca opción. Cualquier gaditano sabe lo que cuesta saltar de la provincia a Granada. El trayecto de tren a Jaén es en MD: seis horas del tirón sin servicio de cafetería, por ejemplo. Y el suspenso no se termina a nivel regional: los Alvia de Algeciras a Madrid son una caja de sorpresas y su frecuencia hasta Cádiz es más que justa fuera del periodo vacacional.

Así las cosas, aún nos estaremos preguntando cómo ampliar los destinos del aeropuerto de Jerez cuando la apuesta no esté en el cielo, sino en las vías.