Vuelve La Montera: a hombros Cartagena, Escribano y un Galván que lo quiso todo en Los Barrios
La plaza de toros de Los Barrios se reinaugura tras seis años sin corridas con una mixta marcada por la entrega de Galván, la solvencia de Escribano y un rejonazo en falso de Andy Cartagena
Fotos del triunfo de Cartagena, Escribano y Galván en el regreso de los toros a Los Barrios

Los Barrios/Ha resurgido una plaza. Y no una cualquiera. La Montera, ese recinto semióptico de Los Barrios —cubierto a medias como si le hubieran sorprendido en pleno parpadeo— ha reabierto este sábado sus puertas al toreo vestido de luces. Seis años después de su última corrida y con la rehabilitación aún caliente en las costuras del hormigón, la plaza renació con una mixta en plena feria de San Isidro.
Se celebraban también los veinticinco años de la inauguración original, que data de 2000 y vino de la mano de Álvaro Domecq, quien puso la primera piedra y el alma ecuestre. Desde entonces, este coso ha tenido más giros que la propia N-340: conciertos, toros embolaos, operaciones triunfo y hasta el silencio sepulcral, que duró media década y media vida. Ahora, con un millón de euros invertido en su puesta a punto, el coso se prepara para ser algo más que una plaza: será Montera Forum, centro multiusos.
La cubierta sigue sin cerrarse del todo, como un cíclope insomne. Los vencejos y los palomos —avisados de que el techo aún les pertenece— aprovechan para seguir entrando como Pedro por su casa. Lo que no entra, y bien que se echa de menos, es un reloj. Nadie sabe exactamente a qué hora empezó la corrida, pero sí que no fue a la que estaba anunciada. A las 18:30 debía arrancar el paseíllo. A las 18:38 sonó la banda, a las 18:41 apareció el presidente —el concejal Dávila, sin prisa—, y a las 18:42 salieron los alguacilillos con un leve titubeo equino. En las plazas, los retrasos no se perdonan.
Entre medias, premios. Antes de que un toro pisara el ruedo, ya había quien sujetaba una reproducción en miniatura de la Montera —la roca, no la plaza— sin saber muy bien dónde dejarla. Ni torero ni banderillero quiere meterse una peña en el esportón. Los galardones, que se entreguen al final. Antes, distraen. Después, se agradecen.
Nochevieja en primavera
Fue Andy Cartagena quien abrió plaza. El rejoneador, sobrino del malogrado Ginés Cartagena, lidió a Nochevieja, un toro de Murube de buena condición, al que se le aplaudió en el arrastre con justificada nostalgia: quién lo hubiera visto en la lidia a pie. Andy —torero de caballos lucidos con sangre y pólvora alicantina— hizo una faena repleta de guiños al tendido. Se jugó la grupa. Literal. Un caballo bayo, al clavar las cortas, se llevó un puntazo sin carne, pero con recado. Remató con rejón certero y le premiaron con dos orejas.
El cuarto, también de Murube, no quiso guerra. Manso, agarrotado, sin celo. Cartagena optó entonces por el plan B: tirar de espectáculo. Cabriolas, corvetas, y hasta ponerse a dos patas sobre el albero. Un niño, hasta entonces entregado a su camión de juguete, levantó la vista y volvió a mirar al ruedo. Luego, al matar, Andy se lesionó la mano con el rejón. Silencio.
La corrida, como quien sigue una moda, hizo parada a media tarde para merendar. Costumbre nueva que pilló a contrapié y sin víveres a más de uno. Mientras algunos sacaban tortillas, otros miraban con cara de resignación. El cartucho de almendras, eso sí, seguía a 3 euros. Como hace diez años. Y sin son dos, a 5. La inflación, aquí, ni se asoma.
Escribano y la partitura interrumpida
Manuel Escribano lidió al segundo, de Manuel Blázquez, un toro de embestida justa pero manejable. El de Gerena se mostró firme, poderoso, con esa planta tan suya de banderillero de raza. Cuando cogió los palos, sonó El gato montés. Clavó con limpieza, con estética. Luego se echó mano al abductor, como si algo se le hubiera torcido, pero se rehízo. Brindó al público, y se vino arriba. Tandas de derechazos circulares, naturales largos, y un cierre de manoletinas que dejó al toro algo desorientado. Cuando más entonado estaba, la música, sin aviso, se calló. Alguno dijo que el director de la banda había decidido por su cuenta dejar de tocar, como si pudiese hacer de juez. Estocada hasta los gavilanes, limpia. Dos orejas rotundas.
El quinto fue menos lucido. Salió suelto, con la cara alta. Lo intentó Escribano, pero no hubo hilo del que tirar. Lo despachó con solvencia. Una ovación.

David Galván, el nombre de la tarde
El público estaba con David Galván desde antes de que saliera su primer toro. No por cuestión de mapas —nació en San Fernando—, sino por algo más hondo: porque se hizo torero en los alrededores de La Montera y en Los Barrios todo el mundo lo siente como propio. El primer toro levantó una exclamación general al salir de chiqueros: un salinero claro, de pelaje raro, casi fantasmal, y de cara poco agraciada, con los pitones gachos. Pero embestía con nobleza y sin descanso. Buen toro de Manuel Blázquez.
Galván calentó aún más el ambiente brindando al público. Y luego, ya con la muleta, fue componiendo una faena con ligazón y aplomo, en los medios, a media altura, con ese garbo suyo cada vez más evocador de Enrique Ponce. Quizá algo ligera de contenido, pero muy estética. Lo mejor vino con la zurda: naturales limpios, sentidos, que cuajaron de verdad. Cerró con poncinas que despertaron ovaciones y firmó una gran estocada —la espada, que días antes en Sevilla y Madrid se le resistía, esta vez entró con verdad—. Dos orejas muy aplaudidas y una vuelta al ruedo triunfal, entre ramos de flores y sonrisas que no se le borraban del rostro.

Y aún quedaba lo mejor. Al sexto, un toro colorado y bravo, el más cuajado de la corrida, Galván lo recibió con un capote vibrante, decidido a rubricar su triunfo. En el caballo, su picador Samuel Esquivel dejó un puyazo exacto y se llevó la ovación del tercio.
La faena de muleta arrancó de forma electrizante, con estatuarios que helaron el aliento. A partir de ahí, Galván aprovechó la inercia del toro y desplegó un repertorio variado: molinetes, derechazos… pero el toreo de verdad, el que caló hondo, llegó con la izquierda. Toreando al natural, el astado, que frenaba en el embroque, le echó mano sin herirle. La plaza se puso en pie y un aficionado le cantó desde el tendido. La emoción se desbordó. Desde ahí, el trasteo fue un "uy" y un "ay" continuos. Valiente, entregado, Galván se pasó de faena, y luego le costó cuadrar al toro. Pero cuando logró hacerlo, firmó otra estocada fulminante. Dos orejas y rabo, y ya no había duda: era el gran triunfador del regreso de los toros a Los Barrios.
En el tendido, se decía que José Tomás había tentado esta semana en tierras de Tarifa, donde La Palmosilla. Que este invierno había hecho campo como hacía tiempo. Quién sabe lo que ocurrirá.
Ficha del festejo
Corrida mixta en el 25 aniversario de la plaza de toros de La Montera. Tres horas de función. Dos toros de Murube para rejones y cuatro de Manuel Blázquez (procedencia Cuvillo) para la lidia a pie. Correctos de presentación, aunque algunos feos de cara y muchos bizcos. Ovacionados en el arrastre 1º, 2º (a pesar de ser un manso) y 3º y 6º (los mejores), de nombre Bonacible y Rescoldero. Leves pitos para el 4º, pitos al 5º. Andy Cartagena, dos orejas y silencio; Manuel Escribano, de nazareno y oro, dos orejas y ovación; David Galván, de azul marino y oro, dos orejas y dos orejas y rabo. Notable la cuadrilla de Galván.
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