Enciclopedia de La Línea

Barriadas de La Línea: La Atunara (II)

  • El barrio estaba formado por barracas de madera y chapas metálicas que fueron sustituidas por casas de mampostería, de una planta y encaladas

La calle Palangre, en La Atunara.

La calle Palangre, en La Atunara. / Jorge del Águila

El barrio de La Atunara estaba formado por barracas de madera y chapas metálicas en perfectas alineaciones de sus calles, paralelas a la playa y separadas de su colindante en un espacio de medio o un metro, separación que tenía como fundamento el servir de cámara aislante de los ruidos de las barracas vecinas. Más tarde, se construyen casas de mampostería. Son casas bajas, de una sola planta, blancas por la cal, con un osado contrapunto de color en las tejas, puertas, celosías de las ventanas y zócalos, constituyen un ejemplo veraz de arquitectura popular que, al día de hoy y en el resto de la ciudad, ha tendido a desaparecer con el aumento de población.

Actualmente casi toda construcción nueva en el barrio cumple con las normativas vigentes, con respecto a planos, arquitectos, etc., aunque es muy destacable que desde sus orígenes la construcción de las viviendas en mayor o menor grado siempre correspondía al cabeza de familia, en chozas y chabolas con sus propias manos, y posteriormente en el diseño cuando las construcciones eran de mampostería; en cualquier caso, esta anarquía constructora dio pie a un hecho insólito, que los propios habitantes de un barrio crearan y diseñaran sus propias calles incluso antes de que existiera la ciudad en sí.

Otro dato destacable y que también física y visualmente, se está perdiendo, es que cada vivienda al ser construida y sin ánimo de adquirir más terreno del que se necesitaba (la superficie habitable era de media de unos 25 metros cuadrados), se mantenía una distancia de aislamiento con las viviendas colindantes, a veces era un paso ancho como una calle y a veces tan estrecho, que solo permitía el paso de una persona. Con la constitución de la ciudad, y la llegada de las escrituraciones de los terrenos, muchos compraron los colindantes terrenos más anchos que separaban las viviendas, los pasos más medianos también fueron bastantes los que se repartieron a medias entre los vecinos, y los más estrechos, que son los que más están perdurando, unas veces dejados para poder instalar ventanas y otros cegados en su final, convirtiéndose en pasillos privados para sus vecinos. Aun así, son muchos los callejones estrechos que hay en el barrio, los cuales a modo de laberinto encierran un encanto especial para los que pasan por allí, siendo de gran interés y curiosidad para turistas y vecinos de otros barrios.

El torno, en la playa de La Atunara. El torno, en la playa de La Atunara.

El torno, en la playa de La Atunara. / E. S.

Esto es de gran potencial turístico y evidentemente un valor patrimonial y etnológico, uno de los principales símbolos de identidad, equiparable a las antiguas juderías de ciudades más importantes, que han convertido estas características de un barrio, en un buen recurso económico en base al turismo.

A destacar la pesca y venta para su consumo de los peces voladores en la época del verano, un auténtico manjar que se viene elaborando de la misma forma artesanal desde la era romana.

Desde la ocupación de Gibraltar por parte del Reino Unido, y pacificación de la zona adyacente, La Atunara ha estado vinculada en más o menos proporción, según la época, al contrabando, por un lado motivado por la variedad de productos que no teníamos en territorio español, la escasez de la mayoría de ellos, y a los altos aranceles que imponía la corona de España; en otras ocasiones, simplemente prohibían el paso de mercancías y por otro lado era una de las dos zonas de La Línea que contaban con embarcaciones para poder realizar el contrabando desde el mar.

Volaores en La Atunara. Volaores en La Atunara.

Volaores en La Atunara. / Paco Guerrero

Dependiendo de la época variaba el producto estrella del contrabando, siendo casi siempre los más demandados el azúcar, el café, los licores y el tabaco. Durante las últimas décadas ha sido el tabaco en cartones de 10 cajetillas de origen americano la mercancía más usada en el contrabando por las playas de levante, hechos en los que habría que matizar algunos detalles, por ejemplo que además de La Atunara, otros barrios también eran participes, que las primeras embarcaciones de pescadores usadas dieron paso a potentes lanchas planeadores de Gibraltar y que hasta los porteadores en gran proporción eran gente venidas de sitios propios y ajenos, de otros barrios e incluso desde otros municipios atraídas unos por necesidad y otros por el dinero fácil.

La modernización de embarcaciones y de aparatos de comunicación por radio dio lugar a contrabando que se hacían al estilo de operaciones relámpago, en las que la velocidad era primordial. Esto dio pie a que los organizadores optaran sólo por gente bien dotada para la carrera, jóvenes impetuosos y arrogantes en su mayoría y que estas actividades secretas empezaran a realizarse a cara descubierta y a plena luz del día, lo cual fue correspondido duramente por la Guardia Civil, aportando numerosos agentes, con los cuales hubo varios enfrentamientos. Todo esto no pasó desapercibido por la prensa y la televisión que obviamente no dejaron en buen lugar al resto del barrio ni a la ciudad.

Otra secuela del contrabando de las últimas décadas fue que al declinar el negocio del tabaco se empezaron a usar las grandes lanchas planeadoras de Gibraltar para el narcotráfico, y que finalmente han sido progresivamente sustituidas por embarcaciones de goma de igual o mayor potencia, los dueños ya no son sólo gibraltareños, y ha vuelto a ser, como en un principio fue el del tabaco, una actividad oculta y secreta, aunque hoy casi imperceptible, aún perdura.

Miguel del Manzano falleció el pasado viernes, pero dejó listo para su publicación el capítulo sobre la barriada de La Atunara de su Enciclopedia de La Línea. 

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