Feria de Algeciras

Una tarde soporífera para olvidar

  • José Monje corta una oreja de una buen novillo de Miguelín. Álvaro Sanlúcar deja detalles de su buen concepto y Santana debuta con picadores con más voluntad que cabeza

GANADERÍA: Novillos de Miguelín, correctos de presentación, nobles en general y de juego variado. El cuarto bueno. TOREROS: José Monje, de blanco y plata, palmas y oreja; Álvaro Sanlúcar, de azul pavo y oro, saludos y palmas. Antonio Santana, de verde botella, palmas y palmas. Incidencias: Plaza Monumental de Las Palomas. Menos de un cuarto de plaza.

La tarde de ayer no quedará en el recuerdo de la paciente y sensible afición de la plaza de toros de Algeciras. Unos aficionados que aguantaron con paciencia y sin epidural un festejo soporífero con poco argumento y con una terna que hizo lo que pudo con una novillada de Miguelín lejos de las que ha lidiado en ferias anteriores. Aunque hay que decir que hubo algún novillo como el cuarto que embistió con clase y transmisión. Un novillo con cara y bien presentado y al que José Monje cortó una oreja tras encontrarle el sitio a mitad de faena. Un novillo que tuvo mucho que torear y al que el de Jerez le pegó las mejores series de la tarde. Un pitón derecho que despertó al torero y al público de una tarde anodina.

Pero todo fue un espejismo. Porque las cosas fueron a peor en el quinto que le correspondió a Álvaro Sanlúcar. Un animal que también tuvo presencia y que fue devuelto por falta de fuerza. No se le pegó en el caballo y perdió las manos. Al menos debió el presidente esperar a que el animal se recuperara de los muchos capotazos que le dieron. Porque hay que recordar que ayer fue el día internacional del capotazo. Hasta sesenta capotazos le dieron a un novillo.

Y fue un mal capotazo el que hizo que el primer sobrero se partiera la pala del pitón. Pero la cosa no quedó ahí. El espectáculo de los cabestros fue bochornoso. Ni Ángel Cristo en sus mejores tiempos hubiera podido con esta parada de bueyes que no obedecían a nada, ni a nadie. Treinta minutos para que el de Miguelín volviera a los corrales. Pero el presidente podía haber autorizado apuntillarlo en el ruedo y nos ahorraríamos espectáculos bananeros. Hay que cuidar estos detalles de una plaza de segunda. Algunos espectadores abandonaron sus asientos indignados. Corramos un tupido velo.

Álvaro Sanlúcar dejó claro ante su primero que es un torero con madera. Hay que cuidarlo porque tiene algo. Lo demostró con la muleta ante un animal noble pero con poca fuerza. Faena inteligente y con detalles de saber con que se anda. La pena es que nos quedamos sin ver al de Sanlúcar también en el quinto.

Debutó con picadores Antonio Santana, un joven malagueño que hizo lo que pudo ante el tercero, un novillo que en otras manos hubiera sido otro. Pero es normal que Santana pusiera más voluntad y corazón que oficio. Hay tiempo para corregir. Paciencia y trabajo.

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