Feria de Algeciras

La Feria se vuelve una atracción incontrolable para los pequeños

  • Los padres aprovechan la rebaja de precios de los cacharros para llevar a sus hijos al Real. La gente acude a las instalaciones cuando comienza a descender la temperatura

Cambio de escenario: de las sevillanas al estridente ruido; de las tapas de jamón y queso a las nubes de algodón; de la calle Pulsera a la del Infierno; de las casetas a los cacharritos. Ayer, la diversión se disparó hacia el cielo, subió y bajó, giró sobre sí misma y se apelotonó en el Tren de la Escoba. Las atracciones asumieron el protagonismo en un martes de Feria, aquel elegido para bajar los precios a la mitad. Y los más pequeños lo agradecieron o, mejor dicho, sus papás. Que la cosa está muy malita. Eso de la crisis.

Cuando el calor ofreció el primer respiro, los niños se lanzaron a los tiovivos y a las sillas voladoras. El reloj marcaba las 20:00 horas y los coches de choque ya circulaban. Y el ruido, ese infernal ruido, sonaba como siempre, como cada año, haciendo las delicias de los jovencitos. Una mezcla de estridencias, sirenas intermitentes, reggaeton y pachangueo. Y, de fondo, la voz de los feriantes: que si la tómbola y los números de la suerte; que si los tradicionales perritos piloto; que si lánzate a la caza el patito de goma.

Los chavales más pequeños, de dos o tres años, alucinaban desde sus carritos: señalaban con el dedo a las alocados adolescentes que volteaban indefinidamente, a los que ascendían hasta lo más alto para después caer precipitadamente; a quienes se atrevían a saltar sin control en La Olla.

El gentío acudió primero a la zona de atracciones dedicada a los niños. Cosa de la hora, que ellos deben acostarse pronto. El buen ambiente reinaba. Los pequeños cazaban patos con sus cañas de pescar -tres "cuac" a tres euros, rezaba el cartel de varios establecimientos-. Los niños giraban en el interior de unas burbujas gigantes de plástico, que flotaban sobre una piscina de agua. A su lado, la cabeza de un Bart Simpson enorme observaba expectante a esos menores que saltaban dentro de sus instalaciones hinchables. Y los tiovivos giraban y giraban, por no perder la costumbre. Y los pequeños reían; aunque alguno no podía contener las lágrimas, que ellos también sufren los sustos de la velocidad y los mareos de las vueltas.

Después, cuando arribó la noche, la afluencia se trasladó al área de atracciones de los mayores. Era el momento de los adolescentes y los jóvenes. Era la hora de pasear de la mano con la novieta, de compartir gofres y nubes de algodón, de pasar miedo en los pasajes del terror y de impactar una y otra vez contra el colega en esos autos locos tan demenciales.

Los cacharros encendieron ayer las luces para ofrecer una estampa inolvidable a Algeciras; para regalar la imagen de la diversión alocada, la de la risa incontrolable, la del cosquilleo en el estómago cuando la silla asciende hasta ver muy pequeños a quienes permanecen pegados al suelo. "Una feria sin atracciones no es una feria", decía un chaval. Chapeau, que afirmarían los franceses. Una verdad tan grande como una casa.

Porque qué sería de estos festejos sin las papeletas de las tómbolas, sin las escopetas de aire comprimido y sin las dardos para explotar globos. Una feria es el momento perfecto para conseguir ese peluche idóneo para tu hijo, de fardar ante la novia y  regalarle ese Bob Esponja que luce colgando de la caseta. Aunque, ayer, predominaban los pitufos azulados y los pingüinos con pajarita; y también se vieron mucho en los puestos unas serpientes larguísimas.

La zona de las atracciones parece un mundo aparte del resto de la feria. Un espacio diferente, un lugar distinto. Un sitio donde cualquiera puede atreverse a recuperar la infancia y la adolescencia, donde puede disfrutar de la velocidad y del vértigo, donde puede impactar contra otros vehículos sin preocuparse de la Guardia Civil y donde uno puede girar sin parar sobre sí mismo. La rebaja de los precios logró atraer ayer aun público más numeroso. Los clientes agradecieron esa disminución de las tarifas.

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