Feria de Algeciras

El Cid y Castella pierden un triunfo por culpa de la espada

  • El de Salteras cuaja una faena de importancia a un toro manso y con genio de Alcurrucén · El francés vuelve a dar una gran dimensión de buen toreo en el sexto · Morante deja su torería en el primero

¿Qué hubiera pasado si El Cid y Castella hubieran acertado con la espadas en las dos faenas más  interesantes de la corrida? Estaríamos hablando que el torero de Salteras hubiera cortado un total de tres orejas y el francés habría paseado las dos del sexto. La realidad sería distinta de como terminó la tarde sin Puerta de Feria alguna y con la decepción de no haber rematado con un gran triunfo las corridas de a pie del ciclo algecireño. El encierro de Alcurrucén tuvo mucho que torear, con toros de bonita lámina y alguno como el sexto de escasa presencia. La terna tuvo que emplearse. Si no, que se lo pregunten al El Cid en el quinto de la tarde, un toro manso de salida al que se le picó mal y abanto en la embestiada. Un toro protestado por el público por su comportamiento. ¿Desde cuándo se devuelve un toro por su mansedumbre? Nadie apostaba por él, menos El Cid que de esto sabe un poco. El de Alcurrucén tuvo genio, sacó el fondo de Núñez y provocó que El Cid se empleara la máximo. El sevillano tiró de oficio en una faena de importancia, inteligente y con la virtud de que siempre le dio las ventajas al animal y que éste no se sintiera perdedor de una lucha de la que El Cid salió victorioso.

La faena tuvo pasajes de mucho temple por el derecho y profundidad en algunos de los naturales que se tragó el animal. Expuso el sevillano sobre todo porque fue un toro exigente y de los que no te deja pensar en la cara. El de Salteras lo enseñó a embestir. Tenía cortada las dos orejas,  pero de nuevo se le cruzó la espada. Una faena que hubiera relanzado la temporada del sevillano.

El Cid cortó la oreja del segundo de la tarde, un toro que tuvo buen son en las primeras embestidas en la muleta. El matador aprovechó las dos series del comienzo de un toro manso que se arrancó a embestir, otro que sacó el fondo de Núñez, pero que terminó rajado.

La tarde tuvo el sabor de Morante de la Puebla, que demostró el gran momento que atraviesa. Torero con mente despejada, con ganas de crear en todo momento y con la seguridad de poderle a todos los toros, buenos, regulares y malos.  En su primero, un animal sin clase alguna y siempre con la cara a media altura, el de la Puebla le pudo desde que comenzó la faena. El toro fue agradecido, duró más de lo esperado y Morante lo aprovechó por el derecho dejando muletazos con empaque y con el sello de torería añeja. La faena tuvo la virtud de la paciencia, el sevillano le dio los tiempos necesarios al toro. La inspiración llegó por chispazos. La pena fue que no se pudo ver la faena en los medios, hubiera cambiado la cosa a mejor porque Morante hubiera sacado más partido en otros terrenos. A pesar de todo cortó la oreja.

En el cuarto, el de la Puebla dejó detalles de su esencia en un quite por chicuelinas. Cuatro y una media de cartel. El toro fue noble pero  duró poco. Apenas unas series en las que Morante mostró un avance del catálogo de toreo que lleva dentro y que puede plasmar el día que le embista un toro de verdad. Lo mejor fueron las primeras series por el pitón derecho. Luego la cosa fue a menos debido  a la falta de casta del toro que terminó rajado.

La segunda tarde de Sebastián Castella fue similar a la primera. Si el diestro francés no falla con la espada en el sexto de la tarde estaríamos hablando de una nueva Puerta de Feria. Pero todo quedó en una oreja. Cuatro toros y un trofeo. Ése fue el balance de su paso por Algeciras. Una pena. La faena al sexto de ayer, un toro con poca presencia pero que se movió en la muleta, tuvo gran importancia.  Le dio distancia y le imprimió el temple que posee en su muñecas en cada uno de los muletazos. Y luego demostró su quietud toreando en las cercanías del toro. Arrimón del francés que el público supo ver. Faena de emoción malograda por la espada. Paseó una oreja.

En la faena del tercero, Sebastián Castella recibió al astado con varios pases cambiados desde el centro del anillo sin inmutarse. Una quietud que asusta. El de Alcurrucén galopó en el comienzo del trasteo pero pronto se apagó. Le costaba embestir, pero a pesar de todo Castella puso tesón para construir una faena sin ligazón por culpa de los arreones sin clase del toro. Tiró siempre del toro y la faena fue a más.

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