TAL como los acontecimientos se están sucediendo en los últimos días, la Vieja Europa, tan castigada en este arranque del siglo XXI, puede saltar por los aires en cualquier momento. Y no lo digo por la crisis de la prima de riesgo, que tiene a todos los PIGS (acrónimo peyorativo de corte anglosajón de Portugal, Italia, Grecia y España) rescatados o a punto de caramelo, sino por el deterioro de la calidad democrática en dos de estos países cerdo del sur de Europa merced a las urgencias de una pésima gobernanza europea de la crisis. Y ya se sabe, cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar. Porque no resulta muy ortodoxo desde el punto de vista representativo que en Grecia e Italia los primeros ministros que sustituirán a Silvio Berlusconi y Yorgos Papandreu no tengan el refrendo de las urnas cuando tomarán decisiones que afectarán muy directamente a los ciudadanos, dueños y señores de este tinglado desde la Revolución Francesa. Esa falta de correspondencia contiene un déficit de legitimidad muy peligroso ante una situación que parece que puede empeorar en 2012. Porque el griego Lucas Papademos y el italiano Mario Monti, dos funcionarios con prestigio en ámbitos comunitarios, no dejan de ser dos contables muy cualificados, dos economistas con poco perfil político. Es verdad que quizás mejor cualquiera de ellos que un Belusconi convertido en émulo de Nerón o un Papandreu con demasiado pedigrí y poca fiabilidad. Pero no se puede obviar que los primeros ministros salientes tienen legitimidad democrática mientras que sus sucesores sólo cuentan con el respaldo de los prebostes de la CE y del BCE y de los mercados. Eso sí, más efectivos parece que lo son, casi sin bajarse del autobús, por una cuestión de confianza, la llegada de Monti rebajará la prima de riesgo italiana hasta los 350 puntos básicos, según la prensa italiana, y algo similar ocurre con Papademos. En fin, habrá que ir acostumbrándose a democracias patrias más o menos tuteladas, con Alemania (Francia, algo menos) nombrando primeros ministros como si fueran delegados nacionales de una franquicia multinacional especializada en jibarizarlas para que cumplan el Plan de Estabilidad hasta con la última gota de sangre de sus ciudadanos.

Quizás en España, con unas elecciones legislativas a la vuelta de la esquina, elijamos sólo eso el 20 de noviembre, porque el programa de gobierno vendrá empaquetado allende de los Pirineos con las instrucciones de uso exclusivamente en alemán. Quizás Rajoy, Rubalcaba y demás candidatos sean opciones románticas, actores de debates trasnochados sobre la sanidad, la educación y las políticas sociales, protagonistas de mentirijillas españolas, señuelos para desviar la atención, estaciones intermedias para colocarnos algún día a un contable con muy mala baba esgrimiendo unas tijeras de podar.

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