Real Balompédica Linense

La madre de todos los ascensos

  • Hoy se cumplen 35 años del primer desembarco de la Balompédica en Segunda B

  • La gesta, seguida de un recibimiento multitudinario, llegó tras una temporada inolvidable y de eliminar a Sabiñánigo y Éibar

Hoy, 19 de junio, se cumplen 35 años del primer ascenso de la Real Balompédica Linense a la Segunda B, un éxito que ponía fin a una inacabable travesía en el desierto de la Tercera división y que fue festejado en La Línea como pocas veces se ha repetido. El rival en aquella última eliminatoria en Tercera fue el Éibar, hoy asentado en la Primera división.

El 19 de junio de 1983 el estadio Ipurúa de la localidad guipuzcoana de Éibar era testigo de cómo el equipo que comandaba Jaco Zafrani, aun perdiendo por uno-cero, hacía valer la ventaja de 3-1 que había conseguido en el Municipal y subía a Segunda B. Era la segunda de las dos eliminatorias de aquellas fases de ascenso de formato muy diferente a la actual. Antes, los albinegros habían apeado, no sin sufrir y mucho, al Sabiñánigo aragonés.

El recordado equipo de la andadura 1982/83, aquel que el presidente Samuel Fernández coló en el grupo IX de Tercera contraviniendo toda lógica, estableció un récord de imbatibilidad, ya que su primera derrota se produjo en un accidentado partido en Estepona en la trigésimo primera jornada.

Paradójicamente aquel conjunto -que se constituyó en noticia a nivel nacional por el número de hinchas que acompañaron a los jugadores en algunos de los desplazamientos- vivió un cambio de técnico: Quimet Carerras dejó su sitio a Jaco Zafrani cuando el equipo ya tenía asegurada la condición de campeón de grupo.

La Balona fue primera con seis puntos de ventaja sobre el extinto Atlético de Marbella y el sorteo le deparó un enfrentamiento en primera ronda con la AD Sabiñánigo, segundo del grupo aragonés.

No fue una eliminatoria fácil. De hecho, el partido de ida se resolvió con victoria de los maños merced a un tempranero gol de Arroyo y al descanso del duelo en el Municipal se llegó sin goles. En el minuto 71 Caro igualaba la eliminatoria y forzaba la prórroga, en la que el albaceteño Argimiro Márquez (110') hizo el tanto que suponía el pasaporte para la ronda definitiva.

El Sabiñánigo, que había tenido en el portero Quitín a su mejor hombre (especialmente en los 17 saques de esquina que botaron los de casa) se fue arriba en busca del gol que le condujera a la tanda de penaltis (entonces los goles a domicilio no tenían un valor extra), pero no lo consiguió.

El siguiente enemigo, el definitivo en la pelea por una plaza en Segunda B, era la SD Eibar, que una temporada antes había competido en Preferente y que, sin embargo, tenía en su palmarés nada menos que doce participaciones en las mal llamadas liguillas.

Al partido de ida compareció el equipo azulgrana con tres bajas por sanción y con un sub-20, Pizo Gómez, que más tarde jugaría en Primera con Athletic y Atlético.

El 12 de junio de 1983 (18:00) saltaban al césped del Municipal Balona y Eibar en medio de un ambiente envidiable y con un árbitro, el tinerfeño Brito Arceo, que más tarde también conoció las mieles de la élite.

En el minuto cinco Márquez ya había anotado para los de casa. El de Ossa de Montiel repetiría diez más tarde. Ormaechea acortó distancias al transformar una pena máxima antes del intermedio.

En el 70' fue Juan Manuel Quirós el que estableció el resultado definitivo, también desde los once metros.

Durante la semana que separaba el partido de ida del definitivo, la prensa vasca se hizo eco de manifestaciones de integrantes del equipo local de que habían recibido un trato hostil por parte de algunos de los casa (se hablaba de encerrona) y el recibimiento a los albinegros en Ipurúa fue de lo menos amistoso.

En aquel duelo, que forma parte de la historia de los dos clubes -aunque visto con el prisma que da el paso del tiempo, mucho más para los linenes- formaron por los de casa: Garmendia, Gallastegui, Olaizola (Larrañaga), Aituna, Campos, Guruceta, Esnaola, Ormaechea, Echave, Gómez y Egaña (Iriarte).

Por la Balona, Jaco Zafrani formó con: Diego Tinajero, Pirri, Caro, Lorenzo, Iñaki, Noly, Borrell, Garrido, Bruñas (Antonio Bautista), Márquez y Quirós.

Echave, en un penalti más que dudoso decretado por el pucelano Barrenechea Montero [otro que acabó pitando en Primera], hizo el uno-cero en el 22' y desde ese instante sobresalió la figura hercúlea de Tinajero, que abortó las mil intentonas de los de casa de igualar la eliminatoria a base de balones bombeados.

El final del partido, después de un agobio interminable, obligó a los jugadores balonos y a sus aficionados a refugiarse en el vestuario, mientras algunos hinchas locales no eran capaces de aceptar que su equipo se quedaba una vez más en Tercera.

La verdadera celebración de los linenses, o al menos la más extensa y menos accidentada, se produjo en el hotel Nervión de Bilbao, en el que durante toda la noche no dejaron de sonar, en un desvencijado reproductor de cassettes, el Española y Gaditana y las sevillanas que Paco Padilla dedicó a la Real Balompédica ("Blanco y negro...") y Francisco de Asís Palacios El Pali, a La Línea ("Como quiero yo Dios mío...").

Después de aquello aún quedan en la retina de los balonos más añejos y acérrimos las imágenes del autocar que traía a los futbolistas de vuelta a casa desde Málaga tras consumarse el ascenso. Un autocar literalmente escoltado desde muchos kilómetros antes de llegar a La Línea por centenares de automóviles adornados con banderas y bufandas que llegó a una atestada Plaza de la Constitución, en la que fueron recibidos como auténticos ídolos los jugadores, que como el técnico descendieron del autocar a hombros de los aficionados.

Aquella plantilla estaba formada por los portetos Tinajero, Ángel Villar, Helenio Fernández (porteros) -los dos últimos en la actualidad concejales en el Ayuntamiento local- Lorenzo, Caro, Charlo, Pirri, Bautista, Noly, Borrell, Garrido, Paquito, Márquez, Quirós, Torremocha, José Manuel García, Lameira, Carlos Piña, Bruñas...

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