Cuando Emilio Fajardo entró por primera vez en las entrañas del Nuevo Mirador como entrenador del Algeciras CF se encontró un club casi a la deriva, sumido en una auténtica crisis a mitad de la temporada y con el ascenso a muchos puntos de distancia. El técnico sacó el botiquín de primeros auxilios y se puso manos a la obra: lo primero que hizo fue taponar la principal herida de un equipo que no paraba de recibir goles; después contagió sus ideas a los futbolistas, cambió la mentalidad y por último, lo más difícil, hizo creer a toda una afición que en su mayoría había arrojado la toalla. El ascenso fue la consecuencia de un proceso que comenzó a cocinarse a primeros de enero de 2019. Diez meses después, Fajardo afronta su primer bache serio como albirrojo en Segunda B. Quizás desempolvando el pasado más reciente el técnico pueda encontrar las soluciones.

La turbulenta situación actual del Algeciras –cinco jornadas sin vencer– dista bastante de lo que ocurría en La Menacha cuando llegó Fajardo, sin embargo la experiencia puede servir al preparador para encarar una mala racha que amenaza con convertirse en crisis. En mucho dependerá de lo que pase el domingo en Villarrobledo (12:00).

Cuando Fajardo agarró las riendas, el Algeciras venía de encajar 22 goles en 22 partidos. El técnico bajó esos registros a 13 tantos en los 20 encuentros restantes y consiguió acabar la fase de ascenso sin recibir una sola diana en el Nuevo Mirador, algo que resultó clave al disputar las eliminatorias siempre con el factor campo en contra.

El algecirismo mantiene intacta la fe en su entrenador

¿Esto qué quiere decir? Que Fajardo comenzó a levantar la casa por los cimientos. El entrenador repetía una y otra vez en las previas que lo primero era devolver la seguridad al equipo, la confianza a los jugadores, cerrar la portería. Con un sistema de tres centrales y dos carrileros largos, Fajardo sorprendió durante su primera etapa: goleada en el debut, los dos primeros partidos sin encajar y solo tres tantos en contra en sus diez primeros choques como algecirista.

Es cierto que cuando los rivales cogieron la medida al cambio de look, el Algeciras lo pasó peor, sufrió algunos pinchazos, como el de Coria o del Conil, pero Fajardo logró dar otro girito a la tuerca para que al final el fútbol premiase con la recompensa más grande. Fundamental fue cómo se gestionó la última gran crisis en la que la plantilla, con el meta Jesús Romero a la cabeza, dio la cara por el míster cuando ya se encaminaba a la picota. Ahora Iván Turrillo vuelve a sacar la cara por él. La paciencia dio sus frutos y Fajardo dio con las soluciones.

Por todo esto y por muchas otras cosas, son muchos los algeciristas que entienden que el entrenador es el hombre adecuado para este Algeciras y para este proyecto, que no es otro que lograr la permanencia en Segunda B, nada más allá por mucho que los flashes iniciales hayan podido cegar.

Los laterales albirrojos se pueden adaptar al sistema de carrileros

La hemorragia defensiva es la principal preocupación ahora mismo en el algecirismo, casi más que la clasificación. ¿Volverá Fajardo a recurrir a los tres centrales? Podría ser, sobre todo porque el plantel cuenta con unos laterales que encajan perfectamente en ese perfil de carrileros largos, gente como Choco, Gallardo, Almenara o Braganza. Borja Vicent y Pablo de Castro lo han jugado casi todo como pareja de centrales, pero no hay que olvidar que el míster puede echar mano de Álvaro Benítez, del inédito Alavedra o incluso de Cerpa o Caturla.

El plan para el Barranco del Lobo solo lo sabe Fajardo. Si fue capaz de hacerlo una vez, seguro que podrá una segunda.