ULB - Udea | La crónica

(71-70) El milagro ULB de cada año

  • Los linenses acaban por segunda temporada consecutiva con la condición de invicto de Udea

  • Los albinegros perdían 45-60 a cinco minutos del final, pero voltean el resultado en un alarde de amor propio

  • Balastegui (31 de valoración), Matoso y Banys, que anota la canasta del triunfo, decisivos

Jugadores de la ULB celebran el triunfo sobre Udea

Jugadores de la ULB celebran el triunfo sobre Udea / Erasmo Fenoy

Montxo Armendáriz acuñó a finales del siglo pasado aquello de los secretos del corazón. Dos décadas largas después de que se estrenase aquel laureado largometraje, la Unión Linense de Baloncesto (ULB) desempolvó este sábado ese entrañable concepto para, por segundo año consecutivo, acabar con la imbatibilidad del líder Udea. Los algecireños -para quienes las consecuencias clasificatorias del resultado son mínimas- tuvieron el partido en sus alforjas cuando a falta de cinco minutos ganaban 50-65, pero entonces dieron de mano en el apartado mental y el conjunto de casa se levantó de la lona y espoleado por sus aficionados, volteó el resultado para enlazar su quinta victoria. Seguro la más emotiva y valorada de la temporada.

Vaya por delante que el derbi entre ULB y Udea fue un partido dinámico, con alternativas, entretenido, con esas imprecisiones propias de los duelos en los que hay más en juego que una victoria para la estadística y tiemblan las manos. Un derbi que parecía un derbi, pero si malajes metiendo la pata. Un partido para la gente que le gusta disfrutar del baloncesto y para el espectador ocasional. Que además estuvo aderezado con un más que notable arbitraje. No siempre hay que reservar espacio para los jueces cuando están desacertados.

El duelo comarcal fue el sempiterno ejemplo del debate sobre los colores de las cebras. Es difícil, complicadísimo, desentrañar qué parte alícuota de la victoria local reside en su negativa a rendirse cuando estaba más allá del límite del KO y cuál la dimensión del error de concepto de los visitantes. Udea cometió los que en los pecados capitales responde por soberbia... o algo que se le parece mucho.

Lo único cierto es que después del escarnio sufrido en la primera vuelta, el equipo albinegro tiró de eso que los bobos llaman intangibles y que el vulgo conoce de forma bastante más soez. Por segundo año consecutivo y a base de un baloncesto solidario y de una convicción inabarcable los pájaros dispararon a las escopetas y la escuadra de La Línea, que ya tiene su objetivo de la permanencia casi en el bolsillo, saldó una deuda pendiente con su hinchada. Y más que posiblemente, consigo misma.

Desde el salto inicial quedó patente que había más derbi del que pronosticaban los números. La ULB marcaba el ritmo y Udea estaba espeso, incómodo en la pista. Pero el equipo de Javi Malla tiene tanta calidad, tanto talento, que parece estar haciéndolo mal, el rival muy bien... y a falta de 1,02 para el final de la primera entrega una canasta de Sam Buxton ponía el 10-14. Llegó entonces el primer aviso de lo que estaba por venir. En un visto y no visto la ULB colocó un 8-0 con muchos puntos por dentro y se fue al primer intermedio por delante (18-17).

El segundo cuarto fue un intercambio de golpes. Empezó a quedar patente que Miki Ortega estaba tan preocupado de alcanzar ante la que fue su afición su momento de gloria que se olvidó de que éste sigue siendo un juego de equipo. Y que su equipo se llama ahora Udea. Anotó un triple de diez intentos durante la tarde. Cuatro de 31 firmaron los visitantes. Así es complicado ganar y a pesar de todo Udea estuvo a punto de conseguirlo. Pero eso, a punto.

El descanso lo dejó todo en el aire (34-32) y llegó la tercera entrega. Y Udea empezó a defender. A defender como lo hace un líder, como lo viene haciendo desde que comenzó el curso. Y mientras a la ULB no es que la canasta se le hiciese pequeña, es que no era capaz de terminar la mitad de sus ataques (diecisiete pérdidas lo acreditan) los algecireños robaban y la dejaban dentro del cesto contrario casi con mimo.

La escuadra algecireña, con Kelly (17 puntos) y Nebwy (20) echándose el partido a la espalda, llegó diez arriba al minuto 30 (45-55) y nada más reanudarse el juego golpeó dos veces (45-60).

En ese momento se produjo la catársis. Vicente González (sin duda uno de los grandes triunfadores del duelo) convenció a los suyos de que aún no estaban enterrados. Cándido Matoso, Andrius Banys y sobre todo Javier Balastegui (31 de valoración, por 67 de todo el equipo rival) hicieron suyo el mensaje y el resto les siguió como los guerreros siguen a sus generales.

El partido dejó de ser una cuestión de baloncesto para convertirse en otra de orgullo, de amor propio. Y La Línea profundizó mucho más en esa búsqueda.

Por dos veces llamó Javi Malla al orden a los suyos, que estaban como noqueados, porque fue consciente de que el partido se escapaba. Pero no había reacción. Una pérdida del propio Balastegui colocó a Udea por delante (69-70) a 33 segundos del final y dejó callado el pabellón, en uno de esos silencios que suelen preceder a la debacle. Pero esta vez no fue así.

Desde el banquillo se encendió a la grada y Banys anotó la canasta definitiva (71-70). Udea tuvo la última. Pero se le nubló la razón. Rubén Perea no atinó desde un costado y casi nadie fue al rebote. Balastegui se apoderó del balón como durante toda la tarde se había apoderado del derbi. La ULB lo había vuelto a hacer. Este año sin DJ y después de estar quince abajo. Secretos del corazón, que decía Armendáriz.

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