Real Balompédica Linense - Marbella | La crónica

(3-0) Siempre nos quedará la Balona

  • Los albinegros asaltan la cuarta plaza tras lograr una victoria incontestable sobre un Marbella que se conforma con la posesión

  • Más de dos mil aficionados responden a la llamada de ayuda del presidente

Pirulo festeja con los aficionados su segundo gol, el tercero del equipo

Pirulo festeja con los aficionados su segundo gol, el tercero del equipo / Rafa Cerpa

Y en medio del caos, de esa dolorosa sensación de que la mitad del universo se ha vuelto contra de La Línea que cada vez cala más en su gente, apareció la Balona para darle una alegría, otra, a los linenses. A su parroquia. El conjunto albinegro se deshizo ayer del Marbella haciendo gala de una superioridad casi insultante. Un triunfo por 3-0 que no admite debate y que catapulta a los balonos y a todos sus incondicionales a la cuarta posición de la tabla. Nada menos que a la cuarta plaza.

Hasta ahí todo es fútbol. Pero hay más. Muchísimo más entre líneas. Esa victoria no pertenece solo a los catorce que participaron de las hostilidades, ni al vestuario, ni a las más de dos mil almas que estuvieron en el estadio porque se lo había pedido Pandalone, ni a los que siguen sus marcadores por los medios o las redes o preguntándole al vecino del quinto, que alguno hay. El de ayer es uno de esos resultados del que es partícipe, por el mensaje que lleva, todo el padrón... incluso a aquellos que por desconocimiento o inexplicable desapego quieren dañar a la centenaria Balona paralizando el derribo de la visera de Tribuna. Aunque igual a esos, hasta les molesta que la Balompédica esté arriba. Tan arriba.

Rasgándole al partido todo eso que no se puede entender si no se piensa en modo linense, queda el fútbol. Que en el caso de la Balona es una tesis doctoral elaborada por Jordi Roger de cómo convertir en cotidiano lo realmente difícil. La Balompédica se ha constituido en un bloque hercúleo, perfecto, hasta tal punto que fue marcar el uno-cero y su gente empezar a sonreír, porque la grada del Municipal ya sabía que su equipo había dado el zarpazo que le faltaba para escalar hasta la zona noble.

Como además los ánimos no están para tensarlos, ese primer gol esta vez no se hizo esperar. Fue en el minuto dos. José Cruz quiso cambiar de orientación, Juampe, siempre Juampe, interceptó en la medular y entregó a Gastón, que puso a Pirulo frente a frente con Wilfred. La definición del barreño, con un toquecito sutil por encima del guardavallas no tenía respuesta posible. Un gol de esos que solo marcan los futbolistas que llevan un pequeño genio dentro. Como le dé por sacarlo más a menudo...

Y a partir de ahí comenzó la clase magistral by Roger. Esta Balona es un equipo simétrico, perfectamente estructurado, que sabe a qué juega. Y que sabe cómo juega. Con ventaja en el marcador es complicado, mucho, meterle mano. Bueno, y sin ventaja, para qué engañarse.

Y si encima el guión del rival es el que utilizan aquellos que creyeron encontrar la piedra filosofal en la posesión, ya... Como si tener el balón fuese un fin y no una herramienta. Daba hasta un poco de grima ver tocar y tocar a los costasoleños sin acercarse ni una puñetera vez a la puerta de Javi Montoya mientras futbolistas de la talla de un Elías desubicado, Álex Bernal o Añón miraban al suelo como avergonzados. Una herejía desproporcionada a todo lo que significó en su día el verdadero tiki-taka.

En esa demostración de la más absoluta impotencia marbellí, que contrastaba con el convencimiento de los balonos, llegó el 21’. Pirulo, otra vez Pirulo, centró desde el costado. Gastón, otra vez Gastón, percutió contra los centrales para que el esférico llegase al segundo palo, donde Gato marcó a placer.

Con el 2-0 nada cambió, porque la escuadra de casa ya había marcado las cartas y había decidido que se jugaba según sus normas. El Marbella venga aferrarse al rollo ése de tratar bien el balón (como si el resto dejase a la pelota sin almorzar o algo parecido) y la Balona sin ofrecer un solo resquicio.

En el arranque del segundo periodo el Marbella parecía... pero no. Siguió siendo ese equipo vacío de contenido que se contenta con estar en el campo rival. Allí, sin hacer nada. Como el que está en la playa de Bolonia.

Y en el 64, el tercero. Una vez más Gastón. Una vez más a Pirulo. Y el de la Villa se sacó de su chistera dos regates dentro del área, caño incluido, con la velocidad de un relámpago. Y para dentro. Otra vez apareció el genio.

Desde ese momento la gran preocupación de la hinchada fue que el Marbella no marcase. No fuese a reventar el récord de su portero, Javi Montoya, del que se siente tan orgullosa. Salvando un disparo de Álex Bernal –de largo el mejor de los malagueños– no hubo posibilidad de que la marca se evaporase, porque la Balona no hace concesiones. Ni siquiera cuando Sergio Rodríguez se lesiona y tiene que entrar ese defensa para todo tan apañado que responde por Abel Suárez.

Los de casa acabaron acariciando al esférico, dando hasta 19 pases en una misma acción (ellos también saben) y el Marbella corriendo detrás y a destiempo, con los brazos bajados. Pidiendo la hora como el que pide un indulto.

El pitido final dio paso al segundo 3-0 en casa consecutivo y al tercer triunfo seguido de una Balona que ha sumado 14 de los 18 últimos puntos por los que ha litigado. Una dudilla ¿dónde estarán ahora los que en verano sostenían que este equipo estaba muy mal construido?

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