El Pueblo Nuevo de Castellar de la Frontera (y II)
50 ANIVERSARIO DE CASTELLAR DE LA FRONTERA
Pueblo Nuevo de Castellar de la Frontera constituye un repositorio de la vanguardia artística española de los años 70
La iglesia de la localidad destaca por sus dimensiones y diseño racionalista
De todas las manzanas de la nueva población destaca por su singularidad la que da forma al Centro Cívico, en el núcleo de la nueva población. Se sitúa en un espacio central, elevado sobre el caserío y articulado en torno a dos terrazas, a distinto nivel, sobre las que se han diseñado dos manzanas contrapuestas en forma de U, una al Este y otra al Oeste, lo que permite crear entre ambas una plaza ajardinada y amplia, atravesada por la calle peatonal, que las separa.
La manzana Este se encuentra en la terraza baja de la plaza y se compone de tres núcleos. En los brazos largos de la U se situarían las instituciones representativas de la localidad, al norte el conjunto de edificios religiosos y en la parte opuesta, al sur, el núcleo de la administración. Entre ambos, en la parte retranqueada de la U, se sitúan las viviendas y el que fuera centro sanitario y como enlace entre sus tres núcleos una pasarela corrida, que daría origen a un porche continuo y porticado, desde la iglesia hasta el centro administrativo.
En la manzana Oeste se encuentran en los brazos largos de la U los servicios de carácter social, como el cine-teatro al norte, las viviendas para los comerciantes en la parte central y el edificio de teléfonos con vivienda al sur y al igual que en la manzana este, sirve de enlace entre estas dependencias un porche corrido y porticado.
Entre ambas manzanas se encuentra la plaza, el espacio visual de mayor trascendencia del núcleo urbano, tanto por sus dimensiones como porque allí se reúnen las instituciones y los espacios de socialización. En buena medida es una síntesis entre la plaza porticada castellana y la plaza jardín.
En su diseño hubo interés por preservar la vegetación original, “situando el mismo arbolado que, por su edad y características, convenga conservar en el mismo pueblo”, algo en lo que insistía el propio arquitecto José Tamés en sus publicaciones.
Algo que no llegó a ver la luz fue el monumento central previsto para la plaza, una fuente conmemorativa “de la labor del Instituto (INC) y representativa de lo que supone el desarrollo de la comarca para los ideales nacionales”, la única alusión clara a la ideología política de la dictadura. Aunque ésta no llegó a realizarse se llevarían a cabo dos fuentes para otros dos espacios públicos.
Si hubo un gran cuidado en el diseño la población, más lo hubo con su iglesia, que destaca sobre el caserío por su posición y dimensiones (ca. 300 m2). Su diseño es claramente racionalista, acorde con la arquitectura religiosa que se estaba imponiendo en la España de los años cincuenta y los planteamientos conciliares (Vaticano II), de los que es heredero este templo.
Aunque en todos los proyectos aparecen las firmas de José Tomés Alarcón y Manuel Rosado Gonzalo, una primera pista sobre su autoría nos la puede dar la planta hexagonal del templo, que Manuel Rosado ensayó en el presbiterio de la iglesia de la Puebla de Alcollarín en 1959 (Badajoz), lo que le permitió colocar, en los lados que enlazan el presbiterio con la nave, sendas vidrieras para iluminar tangencialmente el presbiterio, solución que repetirá en Castellar, aunque en este caso el presbiterio es triangular, algo que ya hiciera en la iglesia de Barbaño (Badajoz) en 1962.
El presbiterio es sin duda el espacio más transformado. Su ábside triangular está presidido por un mosaico cerámico angular, oculto hoy por el retablo dedicado al Cristo de la Almoraima.
La nave adopta la forma de un amplio hexágono con un solo nivel en altura. Se cubre con un techo dividido en triangulaciones convergentes hacia una gran clave hexagonal, sobresaliente de su base a modo de pinjante que, al igual que las paredes del templo, destaca por el dominio absoluto del color blanco.
En el lado de la epístola, junto a la cabecera, se sitúa la capilla sacramental y en el lado del evangelio, el baptisterio, que no ocupa un espacio privilegiado, se sitúa tras el portal de las procesiones y en tránsito hacia el altar mayor.
La torre campanario es el santo y seña de la población. Es un esbelto prisma de planta cuadrada, exento, que destaca por su sobriedad, como un claro ejemplo de brutalismo o arte desornamentado. Se sitúa junto al templo, en el lado del evangelio y unido a él a través de la pasarela que lo recorre en su frente sur, algo parecido a lo que hiciera Manuel Rosado para la torre de la iglesia de Barbaño, de la que parece ser un reflejo, en la que, además, en el tramo superior de la torre se abre un hueco vertical y lateral, pero aquí, a diferencia de aquella, son cinco los ventanales laterales que se asoman al exterior.
En su interior destaca el conjunto ornamental de sus vidrieras. Hay dos grandes grupos, el más importante se extiende bajo las cornisas y sobre cada pared, salvo en el presbiterio y lo forman cinco vidrieras apaisadas, de las que destaca por sus dimensiones la de la puerta de acceso al templo, que ocupa toda su pared. El otro conjunto, de menor entidad, está formado por dos vidrieras verticales en las paredes laterales del presbiterio. En todas se desarrolla como único tema el contraste del juego armónico de la luz y el color. Su responsable fue el artista Julián Gil (1939).
Además haría el retablo cerámico de la cabecera del presbiterio, oculto por el retablo del Cristo de la Almoraima y representa un conjunto abstracto, en posición angular, en el vértice del presbiterio. El vía crucis es un friso continuo de cerámica esmaltada que a modo de banda fílmica reproduce las escenas de la Pasión sobre un fondo resuelto mediante el brusco contraste de los colores rojo y azul. Se sitúa sobre los dinteles de las puertas del lado del Evangelio y en paralelo en la pared de la Epístola.
La escultura contemporánea está representada por un San Juan Bautista en el baptisterio, una estatua bloque en piedra obra de Dolores Gil (Lola Gil), que quiere recordar por su frontalidad e hieratismo a la iconografía románica. Se encuentra adosado a la pared, sobresaliendo del fondo cerámico, que recuerda las ondas del río Jordán.
Es un templo para el que no fue necesario realizar la imagen de devoción, porque ya existía. El Divino Salvador de los Dolores, el Cristo de la Almoraima.
En buena medida el mobiliario litúrgico provenía de los talleres Granda de Granada. De él destacan la mesa de altar, el sagrario, actualmente desubicado, ya que formaba parte del retablo cerámico y hoy se sitúa en el retablo del Cristo de la Almoraima; el confesionario, la pila bautismal de forma troncocónica y apertura circular en su parte superior, las benditeras, los bancos de madera, las ropas talares o los objetos de uso litúrgico. La iglesia es un auténtico continente de arte contemporáneo español de principios de los años 70.
En el núcleo Este, en el ángulo opuesto a la iglesia, el otro edificio representativo, en este caso del poder local, es el Ayuntamiento, que en poco se diferencia de las construcciones ordinarias que lo rodean. No sobrepasa las dos alturas, comunes al resto del caserío, lo único que lo distingue es el pináculo que preside el bloque donde se encuentra la puerta de acceso y el balcón que sobresale sobre él.
En el núcleo Oeste destaca el edificio social, dedicado en un primer momento a cine y salón de bailes, hoy bautizado como teatro Andalucía.
A la espalda de este núcleo se encuentra el tercer edificio institucional de este Centro Cívico, dedicado en aquellos momentos a la Sección Femenina, un establecimiento ideológico dedicado a la formación de las jóvenes de la localidad y hoy guardería municipal y Centro de Salud.
Pueblo Nuevo de Castellar de la Frontera es hoy en día un testigo de los proyectos del Instituto de Colonización (INC) de la dictadura franquista, y sin quererlo conscientemente la dictadura, un repositorio de la vanguardia artística española, que se introdujo, como un calzador, en la España gris de aquellos días.
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