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La borrasca Emilia golpea el Campo de Gibraltar

El Campo de Gibraltar, el Shenzhen español

China convirtió Shenzhen, un pequeño pueblo, en un centro logístico y económico global frente a la colonia británica de Hong Kong

España podría haber hecho algo similar con la Bahía de Algeciras frente a Gibraltar

El skyline de Shenzhen, en China. / Charlie Fong / CC BY-SA 4.0
Juan A. Ureta

Algeciras, 03 de septiembre 2025 - 04:01

El Campo de Gibraltar, en el extremo sur de Andalucía, es mucho más que una comarca fronteriza. Es el punto donde Europa se asoma al Estrecho, donde el puerto de Algeciras —el mayor del Mediterráneo occidental— conecta tres continentes, y donde la geopolítica, la logística y la defensa convergen en un espacio de apenas 300 km².

Sin embargo, este enclave estratégico sigue lastrado por una infraestructura ferroviaria obsoleta y una presencia militar española limitada. ¿Puede España permitirse seguir ignorando este potencial?

La conexión ferroviaria con el Campo de Gibraltar por medio de la línea Algeciras–Bobadilla, de 176 kilómetros, sigue siendo de vía única y sin electrificar en su totalidad. Esto limita gravemente la capacidad del puerto de Algeciras para mover mercancías por tierra, obligando a depender del transporte por carretera, más contaminante y menos eficiente.

Una doble vía electrificada permitiría:

En el plano de la geoestrategia en el Estrecho, tanto el Reino Unido como Marruecos tienen bases navales, la primera en Gibraltar y la segunda en Tánger. Es cuando menos sorprendente que España no tenga una base en el entorno, siendo el Estrecho el centro del eje Baleares-Estrecho-Canarias.

La presencia británica en Gibraltar ha sido constante desde hace siglos. España, por su parte, carece de una base naval propia en el entorno inmediato del Estrecho. Instalar una base en el Campo de Gibraltar permitiría:

No se trata de confrontar, sino de equilibrar. De proyectar capacidad, no de provocar.

El crecimiento militar de Marruecos en Tánger Med, la constante presencia británica en Gibraltar y la intensificación de la competencia geoestratégica en África, hacen imprescindible una mayor presencia del Estado español en su frontera sur. La articulación del eje Baleares-Estrecho-Canaria es una medida no solo táctica, sino profundamente estratégica.

Consolidar este eje implica pensar más allá de lo coyuntural. Supone diseñar una política exterior y de defensa centrada en la autonomía estratégica y la cohesión territorial desde una perspectiva marítima. No se trata solo de instalar una base naval, sino situar al mar como espacio de decisión nacional.

¿Qué habría pasado si España, hace dos o tres décadas, hubiera tratado a Algeciras como China trató a Shenzhen? ¿Y si, en lugar de resignarse a la sombra simbólica del Peñón, el Estado español hubiese apostado por un modelo de desarrollo autónomo, estratégico y conectado, con una base naval en el Estrecho y un sistema logístico ferroviario de alto rendimiento?

Shenzhen vs Hong Kong: la metáfora que España no vio

Durante años, Hong Kong fue la joya colonial del comercio marítimo en Asia. Pero China, con visión de Estado, convirtió a Shenzhen —una aldea de pescadores frente a la isla británica— en una zona económica especial respaldada por infraestructura portuaria, industrial y tecnológica de primer nivel. Hoy Shenzhen ha superado a Hong Kong en actividad económica y portuaria, y se ha convertido en uno de los grandes centros neurálgicos del mundo: el segundo puerto de China y el cuarto del mundo.

¿Podría España haber hecho algo similar frente a Gibraltar? Sí. Porque el Puerto de Algeciras, a diferencia de Shenzhen en los años 80, ya era una infraestructura portuaria líder en el Mediterráneo, con ubicación privilegiada y potencial logístico incomparable. Lo que faltó fue una apuesta estatal decidida: una base naval operativa que reforzara la soberanía marítima, una conexión ferroviaria moderna con el centro de España y Europa, y una política activa para convertir el Campo de Gibraltar en un centro de innovación, defensa y proyección geoestratégica.

La España que pudo ser. En este escenario hipotético, la base naval española en el Campo de Gibraltar se habría convertido en el punto de anclaje militar y de seguridad del Estrecho, en equilibrio frente a la presencia británica en Gibraltar. Habría permitido controlar el paso marítimo, disuadir amenazas, garantizar el flujo energético y proteger las rutas críticas que conectan el Atlántico con el Mediterráneo.

Pero, además, si el Estado hubiese modernizado a tiempo la conexión ferroviaria con el Campo de Gibraltar conectada con ancho europeo, doble vía y electrificación completa, hoy estaríamos hablando de una plataforma intermodal real: tren –puerto– base militar. Es decir, un nodo de poder nacional —económico, logístico y defensivo— en el sur peninsular, no debemos perder de vista el eje BEC, Baleares, Estrecho, Canarias de vital importancia geoestratégica política.

Al igual que Shenzhen creció bajo la cobertura estratégica del Estado chino, el Campo de Gibraltar podría haberse desarrollado con una doble capa: inversión en infraestructuras y presencia efectiva del Estado. En lugar de ser zona de paso o conflicto, sería zona de poder.

Pero no ocurrió. España no apostó por esa visión. La base naval nunca se construyó. La línea ferroviaria sigue obsoleta. Y Algeciras, pese a ser el primerpuerto de mercancías del país, vive desconectado de los grandes ejes europeos, diríamos que funciona con solo un pulmón y así no podemos competir. El Campo de Gibraltar quiere ser el sur que mire no solo al norte, sino que dialoga con África, con América, con el mundo.

Ese sur existe. Solo falta que lo decidamos, porque hay trenes que no pueden seguir esperando. Y hay territorios que merecen ser protagonistas. El Campo de Gibraltar es uno de ellos.

Mientras tanto, Gibraltar sigue siendo una base militar de la OTAN no española, Hong Kong mantiene su “autonomía” bajo la mirada de Shenzhen, y Marruecos sigue invirtiendo millones en su puerto de Tánger Med y su presencia en el sur del Mediterráneo.

No es nostalgia, es advertencia. No se busca idealizar un pasado que no fue, sino alertar sobre un futuro que aún podría ser. España todavía puede elegir: reforzar su soberanía en el Estrecho, modernizar su conexión ferroviaria, instalar una base naval operativa, y convertir el Campo de Gibraltar en su propio Shenzhen.

Pero debe hacerlo pronto. Porque en geopolítica, las ventanas de oportunidad no esperan. Y el Estrecho tampoco.

El Campo de Gibraltar no puede seguir siendo un punto de paso. Debe convertirse en un centro de decisión. La doble vía y una base naval española no son dos proyectos aislados: son piezas de una estrategia nacional que refuerza la economía, la defensa y la proyección internacional de España.

Invertir en esta región es invertir en el futuro. Un futuro en el que España lidera desde el sur, conecta continentes y garantiza seguridad, desarrollo y cooperación en el Mediterráneo occidental.

Conectar el Campo de Gibraltar al corazón de España y Europa es unir oportunidades.

¿China tuvo a Deng Xiaoping, y España a...?

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