Sarah Angelina Acland, una pionera de la fotografía en color en Gibraltar (IV)
Instituto de Estudios Campogibraltareños
En el retrato del jardinero Conda, Acland introduce el matiz antropológico, apareciendo con los ropajes característicos de su etnia
Durante el siglo XIX había surgido un interés por estos temas, un interés al que la fotografía no permaneció ajena
Sarah Angelina Acland, una pionera de la fotografía en color en Gibraltar (III)
La siguiente imagen que mostró en la exhibición de la Royal Photographic Society de 1903 fue la titulada Conda the Moor - Gibraltar. Con este tema encontramos tres imágenes distintas en los fondos de Sarah Angelina Acland, señal de que entre el jardinero de The Mount, pues esta era la ocupación del retratado, y nuestra fotógrafa tuvo que haber una buena sintonía. El interés que sentía Acland por las plantas era evidente, por lo que no parece extraño que tuviese conversaciones con el jardinero sobre las distintas especies que se cultivaban en los jardines de la residencia de su hermano. El aspecto exótico del retratado a ojos de una inglesa de educación victoriana, hacía inevitable que Acland quisiera dejar constancia de este encuentro. Conda debió estar bien aleccionado para permanecer inmóvil durante las tomas, porque las tres fotos son magníficas y el modelo no tiene la rigidez del gobernador. Seguramente se hicieron en una única sesión a juzgar por las poses y el vestuario, en dos se mantiene la pose exacta y solo cambia el vestuario del modelo y, en la otra, cambia la pose y mantiene la misma ropa que en una de las anteriores.
En estas imágenes, Acland introduce el matiz antropológico, apareciendo el jardinero con los ropajes característicos de su etnia. Durante el siglo XIX había surgido un interés por estos temas, un interés al que la fotografía no permaneció ajena. En los catálogos de los fotógrafos, especialmente los que se desplazaban a geografías distantes, fueron apareciendo imágenes que daban respuesta a la curiosidad por el vestuario y los rasgos fisiognómicos de sus habitantes. No es extraño que Sarah Angelina aprovechara la oportunidad y participara de ese interés, dejándonos algunas imágenes con esta temática. Otra cosa es que lo hiciera convencida, ya que ella misma nos descubre el artificio, aclarando que esta no era la ropa habitual de Conda. Obviamente, dado su trabajo, la ropa que utilizaba era vieja y estaba habitualmente sucia28, sin embargo en las tres imágenes el jardinero está en perfecto estado de revista.
En esa misma línea habría que incluir las dos imágenes que Acland realizó del hermano de Conda. Mustafa es un niño de 5 o 6 años según se nos muestra en la imagen, que en la primera aparece sentado en una escalera del jardín de The Mount, vestido también con los ropajes característicos de Marruecos. Sarah Angelina fuerza todavía más el artificio con el pobre niño, ya que en la otra toma lo disfraza de niña, para así tener el repertorio completo del vestuario infantil del norte de África. Hay que señalar que el niño, al igual que su hermano, es un excelente modelo, permaneciendo impasible, con una naturalidad digna de encomio a pesar de las circunstancias, lo que se deduce del buen enfoque de las tomas. La motivación para realizar estas imágenes de matiz etnográfico estaba clara en ese momento y Acland, como comentamos anteriormente, aprovechó la oportunidad. Una vez realizadas, Sarah Angelina pensó en ofrecérselas al Sultán de Marruecos que, al parecer, estaba muy interesado en la fotografía.
La última imagen que mostró en la exhibición de la Royal Photographic Society de 1903 fue la titulada Spanish Gipsies. La imagen seguiría participando de ese interés antropológico del que antes hablamos, pero en esta el objeto de su toma es una pareja de gitanos canasteros españoles que deambulaban por Gibraltar tratando de vender su género. La pareja está sentada en un poyete, de los que se utilizaban para subirse al caballo más fácilmente, situado junto a la entrada de The Mount. Los gitanos fueron excepcionalmente pacientes y aguantaron dos tomas de un minuto y medio. En una de ellas la gitana mueve un poco la cabeza por lo que aparece con algún desenfoque. Miss Acland, aunque estaba contenta con la paciencia y tranquilidad de la pareja, no lo estaba tanto con la composición, pues al no hablar ella español ni los gitanos inglés, la comunicación fue complicada: “Como era necesario usar un intérprete, era difícil colocarlos para obtener una fotografía artística”.
Si comparamos estas imágenes con las de otro fotógrafo inglés, Robert Peters Napper, que también estuvo por el Peñón y que fotografió a algunos gitanos, estos en Sevilla, solo que 40 años antes, se pueden establecer algunas similitudes y bastantes diferencias a la hora de tratar el tema. Ambos parece que se enfrentan a los gitanos de forma casual, se los encuentran por la calle, les llaman la atención y aprovechan la oportunidad para fotografiarlos. Por otra parte los gitanos, en los dos casos, se prestan pacientemente a la inmovilidad de la toma (probablemente a cambio de una gratificación). El resultado sin embargo es radicalmente distinto, las fotografías de gitanos de Napper pueden ser consideradas como un precedente de la fotografía social, en las que el lenguaje monocromo incrementaba notablemente la dosis de dramatismo. Las fotos de Acland, sin embargo, carecen totalmente de esa intención. El propio lenguaje del color desdramatiza el tema y hay total ausencia de matiz trágico o social. La variación cromática consigue suavizar los evidentes rasgos de pobreza, que Acland además intenta disimular con preparada pose –aunque no estuviera satisfecha con ella–. Hay detalles como el gitano que esconde sus pies descalzos detrás de un canasto en una de las tomas, que intentan que el carácter amable sea el aspecto predominante de la escena.
Como detalle importante hay que señalar que, hasta donde llegan mis conocimientos, estos desconocidos y humildes gitanos canasteros son los primeros españoles en ser fotografiados en color, en mayo de 1903.
Además de esas imágenes que Acland presentó en la exhibición de la Royal Photographic Society de 1903, hay otras que también se pueden datar durante ese primer viaje a Gibraltar: una es un magnífico retrato de William Willoughby Cole Verner. Desde la distancia del tiempo pasado, algo más de un siglo, Sarah Angelina se nos muestra con un enorme sentido de la oportunidad. No sabemos cuál fue el motivo por el que el coronel Verner visitaba el jardín de The Mount, ni qué relación pudo tener con ella o con su hermano, pero este personaje fue, sin duda alguna, uno de los más interesantes entre los que deambularon por Gibraltar y sus alrededores a principios del siglo XX. El coronel Verner aparece sentado con una distinguida pose sobre un sillón, traído desde algún rincón del imperio colonial. Recibe la luz solar directa, lo cual debió contribuir a disminuir el tiempo de exposición e incrementar la calidad de la imagen, pero como contrapartida le obligó a fruncir el seño. William Willoughby Cole Verner luce un imponente bigote, viste un elegante traje oscuro de rayas con flor en la solapa y se cubre la cabeza con un sombrero Homburg; cruza las piernas con comodidad, lo que contribuye a proporcionar naturalidad a la escena. El detalle de la red cazamariposas que sostiene su mano izquierda –con anillo de sello en su dedo meñique– le aporta un atributo que pone de manifiesto una intención de introspección psicológica con el fotografiado, dados sus intereses vitales, como veremos a continuación. Una más que notable pose –este es probablemente el mejor de sus retratos en color– congruente con la importancia, desde el punto de vista campogibraltareño, del retratado.
Verner había nacido el 22 de octubre de 1852 en el condado de Hampshire, tenía por tanto 51 años en el momento en que se tomó esta imagen. Desde niño mostró mucho interés en diversos campos de las ciencias naturales. En 1867 había comenzado ya su propio diario en el que consignaba todos los datos relativos a la caza y avistamiento de aves, recolección de huevos, etc. En 1873, siguiendo la tradición paterna, comenzó su vida militar. En 1874 fue destinado a la Rifle Brigade y enviado a Gibraltar, donde trabó amistad con un compañero de armas, el teniente coronel Howard Irby. Irby, que había estado destinado en Gibraltar desde 1868, cuando se trasladó al 74º regimiento Highlanders, desarrolló un inusitado entusiasmo por la ornitología. Tras retirarse del ejército en 1874, se dedicó casi en exclusiva a los pájaros. Verner debió encontrar su alma gemela en el naturalista, colaborando con él en su famosa Ornithology of the Straits of Gibraltar, donde se especifica que las ilustraciones impresas en el texto provenían de fotografías tomadas por el entonces mayor Willoughby Verner. Ambos se habían conocido en el Peñón en 1876 y su amistad duró toda la vida. Además de sus recorridos por Gibraltar y sus alrededores, pasaron juntos algunas vacaciones en la isla escocesa de Tiree.
Verner también se convirtió en el historiador oficial de la Rifle Brigade, publicando varios volúmenes sobre la historia de esta unidad. Asimismo publicó varios estudios sobre historia militar y sobre las campañas en las que participó. Se especializó en topografía, materia de la que llegó a dar clase en la Royal Military Academy de Sandhurst entre 1896 y 1899. Llegó a patentar un tablero especial de dibujo para levantar mapas sobre caballerías y un tipo de brújula que formó parte del equipamiento del ejército británico hasta después de la Primera Guerra Mundial.
Evidentemente Gibraltar y sus alrededores debieron seducirle y sus estancias por esta zona fueron intermitentes mientras estuvo en activo y estable desde que se jubiló. En septiembre de 1884 estuvo en Gibraltar durante una escala del contingente británico que desembarcó en Alejandría y que intentó rescatar al general Gordon en el asedio de Jartún. En esta expedición que siguió el curso del Nilo y que se dilató hasta el año siguiente, el entonces capitán Verner formó parte del Intelligence Department. Sobre esta campaña escribió un estupendo libro ilustrado titulado Sketches in the Soudan, publicado en Londres en ese mismo año de1885. De nuevo estuvo unos días en Gibraltar rentre marzo y abril de 1886, al igual que entre febrero y marzo de 1889, siempre como escala de sus viajes por el Mediterráneo. Ascendió al grado de Major en 1891 y cinco años después a Lieutenat-Colonel. En 1899 se le destina a Sudáfrica donde participó en la Segunda Guerra Bóer; estuvo presente en las batallas de Belmont y Graspan. En este último lugar, una caída del caballo le produjo graves lesiones que le obligaron a jubilarse en 1904 con el grado de Brevet-Colonel.
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