Hijas e hijos de la comarca, escribo estas líneas como un trabajador más de la ciudad. Alguien que madruga y se levanta para ir al trabajo, como tantos de nosotros hacemos, uno más que se gana el pan con el sudor de su frente. Alguien que busca construir una comarca mejor. Algeciras, segunda ciudad más poblada de la provincia, hasta hace nada tercer puerto de Europa en tráfico de contenedores y actualmente el quinto. Un lugar, cuanto menos, importante en su geografía. Ciudad en la que reside gran parte de mi familia, ciudad que le ha dado trabajo a este linense que os habla.
Día tras día veo cómo una comarca con muchísimo potencial, capacidad de desarrollo y todo un porvenir por delante, parece caer en el olvido y la desidia de aquellos que quieren mantenerla aislada. Algeciras, una ciudad que además de ser uno de los núcleos económicos más importantes de la provincia, de una comarca que alimenta a tanta gente —con todo el gran tránsito humano que posee—, pero desconectada del resto del mundo.
Quienes viven y sufren los devenires de la irresponsabilidad, quienes buscan cumplir con sus obligaciones y su deber, se encuentran sistemáticamente, una vez tras otra, con que todas las conexiones que se realizan en Algeciras son por y para el centro. Las barriadas permanecen desconectadas, abandonadas, aisladas. Los autobuses tardan hasta más de media hora en ir y venir (si es que vienen), dejando tirada constantemente la línea dos, tanto a quienes van a San Bernabé como a quienes vuelven de Getares. Día sí, día también.
De las conexiones ferroviarias, tanto de Algeciras como de la comarca… de eso mejor ni hablar, pues da para otro artículo. De las conexiones de esta ciudad con su capital provincial, tres cuartas partes de lo mismo: mejorables, siendo necesario agilizar su tránsito. ¿Por qué un lugar con el potencial de Algeciras, una ciudad con más de 120.000 almas, segunda ciudad más poblada de la provincia de Cádiz, punto de inflexión en cuanto a su potencial económico y humano, se encuentra así; aislada no solo de sí misma, de sus barrios y gentes, sino también de su capital provincial, del resto de su provincia, del mundo?
¿Acaso interesa que Algeciras sea un lugar del que huir? ¿El cual abandonar? ¿Del que desertar? Me niego a que mi comarca, mi Campo de Gibraltar, siga siendo aislada, arrasada por la desidia y los intereses de quienes quieren verla hundida. Me niego a ver, día tras día, al pueblo algecireño sufriendo y teniendo que faltar a sus obligaciones porque la transitoriedad que ofrece la infraestructura de la red de transportes escasea en sus medios.
¿Acaso no nos merecemos que quienes se supone que responden por nosotros, quienes están ahí como emanación de la voluntad popular, ofrezcan como mínimo un servicio de transportes en condiciones? El Campo de Gibraltar, nuestra comarca; nuestra tierra. Lugar olvidado de entre los olvidados, castigado de entre los castigados. Aletargado por sus políticos, defendido por sus gentes.
Reivindicamos un servicio de transportes que sitúe a Algeciras, como segunda ciudad más poblada de su provincia, en el puesto que se merece. Reivindicamos un servicio de autobuses digno de la ciudad en la que habitamos. Digno de nuestro esfuerzo, que se corresponda con nuestro tesón a la hora de afrontar el sufrir de esta tierra. Para que haya un buen desarrollo urbano, primero es necesario dotar a nuestra comarca de una buena red de infraestructuras de transporte. Si ni siquiera podemos empezar por ahí, seguiremos cayendo en el olvido.
Escribo estas líneas para que Algeciras cobre la importancia que se merece, para que el Campo de Gibraltar sea un sitio donde la gente se quede a vivir, no uno que la gente se vea obligada a abandonar. Nos merecemos una comarca a la altura de las gentes que la habitan. Es hora de que nuestra voz sea, ya de una vez, escuchada.