Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Análisis
En esta ocasión el detonante de la ira callejera marroquí ha sido el inexplicable e inasumible número de parturientas fallecidas en el Hospital de Agadir como consecuencia, presumiblemente, de las malas condiciones del centro (“quirófanos infestados de cucarachas”, dicen los denunciantes). Sin embargo, el verdadero error del Gobierno no ha sido descuidar la sanidad pública, sino creer que el fútbol podía ser la solución a todos los males del país; pensar que, tras los triunfos imprevistos de la selección marroquí en el Mundial de 2022, el pueblo iba a olvidarse de sus desgracias y carencias soñando con la Copa del Mundo de 2030. El presidente Ajanuch estaba convencido, hasta hoy, de la conveniencia de pregonar cada una de esas inversiones millonarias que se llevan a cabo en Marruecos para construir los estadios faraónicos y las infraestructuras inauditas que necesita la cita futbolística.
Agadir cuenta con 4,4 médicos por cada 10.000 habitantes. En Marruecos, la media es de 7,3. La OMS considera necesarios 23 para dar un servicio aceptable
Error: resulta que todos esos marroquíes que se echan a las calles a celebrar los éxitos de su selección de fútbol ni tienen dinero para las entradas de esos grandes estadios ni, mucho menos, para desplazarse a las ciudades anfitrionas. Aquellos jóvenes, chicos y chicas por igual, que, embriagados de gozo, se tiraban a las calles a festejar los triunfos de sus equipos, han confundido completamente a los gobernantes. Plenamente conectados a Internet, esos estudiantes y jóvenes profesionales demandan para sus familias una asistencia sanitaria que, en la actualidad, no se corresponde ni con la majestuosidad monumental de estadios como el Hassan II ni con los trenes de alta velocidad que empiezan a dibujar el nuevo mapa ferroviario de Marruecos. Agadir cuenta con 4,4 médicos por cada 10.000 habitantes. En Marruecos, la media es de 7,3. La OMS considera necesarios 23 para dar un servicio aceptable.
Rabat se pregunta quién está detrás de estas convocatorias populares que, lejos de menguar, crecen en número de manifestantes y en entusiasmo a medida que pasan los días. Las revueltas, por el momento, han dejado tres muertos en el asalto a un puesto de la Gendarmería Real. Es obvio que no se trata solo de una reacción espontánea del pueblo. Esa llamada Generación Z que hace llamamientos a través de las principales redes sociales no es la única que activa este nuevo movimiento de oposición popular, el mayor desde las revueltas del Hirak en el Rif de 2016.
Numerosos partidos están condenando estos días las intervenciones represivas de la policía y solicitando la liberación de los detenidos
Hay quien habla ya de que Marruecos vive una Primavera Árabe tardía. Lo parece pero los servicios de inteligencia que dirige Hammouchi (la DGST y la oficina de información de la DGSN) saben que hay partidos políticos alentando discretamente a sus respectivas masas sociales: el islamista moderado PJD (que no ha digerido aún su abrupta salida del Gobierno en 2021), el Partido Socialista Unificado, la Federación de Izquierda Democrática (afín a Podemos), Movimiento Popular, Vía Democrática y, cómo no, Justicia y Caridad, ese partido ilegal aunque tolerado que niega la legitimidad del rey para liderar el islam. Todos ellos están condenando estos días las intervenciones represivas de la policía y solicitando la liberación de los detenidos.
Las protestas no van a parar, de momento: los jóvenes que gritan “Menos estadios y más hospitales” no se van a ir a casa. Necesitan esperanza, futuro. Rechazan la anunciada privatización de la enseñanza superior, con el aumento consiguiente de las tasas académicas. No quieren formar parte tampoco de la diáspora marroquí.
Se cuenta que Ajanuch está buscando a los interlocutores de la Generación Z y que no los encuentra, que quiere sentarse con ellos, escuchar sus problemas y darles soluciones. Él mismo ha felicitado a las fuerzas del orden público por la “mesurada” fuerza con que han reaccionado frente a las manifestaciones. Sin embargo, los vídeos que circulan, inteligentemente editados, muestran a policías y militares (de las Fuerzas Auxiliares) golpeando con sus defensas a mujeres y jóvenes y metiendo en sus furgones a padres incluso con bebés en sus brazos.
Es fácil anticipar los movimientos del Gobierno en las próximas semanas: un par de dimisiones, el anuncio de potentes inversiones en Sanidad, la retirada de la propuesta de ley de privatización de universidades y, paralelamente, el habitual despliegue policial. Hammouchi dará con los cabecillas, con los líderes intelectuales en la sombra, sembrarán división entre ellos, les propondrán pactos y les harán ofertas jugosas que no podrán rechazar. Y las aguas volverán a su cauce, como volvieron en Alhucemas en 2017 y con la crisis de los lácteos en 2018. Y los marroquíes recuperarán el amor a su patria, querrán de nuevo hacerse fotos delante de las obras del nuevo estadio Hassan II y del tren Al Boraq y llenarán de nuevo las redes sociales con mensajes del tipo “El Marruecos de hoy no es el Marruecos de ayer”. Ya lo dijo Hassan II en 1983: “Todo debe cambiar para que todo siga igual”.
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