Campo de Gibraltar

Una joven pide rapidez en la entrega de las 54 viviendas protegidas

  • Gema Díaz muestra su indignación ante la precariedad en la que se encuentra la casa portátil en la que vive con su familia

Gema Díaz Santiago es una joven de poco más de 30 años. Con su marido y sus dos hijos pequeños lleva viviendo en una casa prefabricada desde hace demasiado tiempo. Sus pocos recursos económicos y la imposibilidad de pagar los 50 millones de las antiguas pesetas, que es lo que por media cuesta un piso en Tarifa, la tienen anclada a una infravivienda, de las que levantan su estampa en Santo Domingo de Guzmán.

Justo enfrente de su puerta, como si de una sarcástica broma se tratara, la blanca fachada de las nuevas 54 viviendas que construidas por Abyla y Calpe ha promocionado el Consistorio a través de la empresa municipal Urtasa. Hace meses que las viviendas fueron terminadas, pero su sorteo y posterior entrega viene retrasándose más de lo que debiera, opina la joven y muchos de sus vecinos.

Ahora, al problema de falta de una vivienda digna, la joven tiene que aguantar otra circunstancia que agrava aún más su situación. Hace unos 20 días que una empresa acometió trabajos de desratización en los bajos. Y es que la constante presencia de grandes roedores constituye una seria amenaza para la salubridad familiar. Llegó la empresa y realizó su trabajo, sin embargo, lejos de solucionarse el problema, se ha agravado, ya que los roedores han perecido, pero sus cuerpos en descomposición justo debajo de la vivienda están ocasionando que en varias de las habitaciones haya un nauseabundo olor. Hasta tal extremo llega el asunto, que la madre ha mandado a su hija a dormir con su abuela, pues es en la habitación de la pequeña donde más se sufre las consecuencias.

Pero no es sólo ese el problema de esta familia, ya que la presencia numerosa de pequeños insectos complica más las cosas. Gema Díaz enseñó hasta tres "cajas de cartón anti-insectos" repletas de insectos cuya desmesurada presencia hace cuestionarse a cualquiera la permanencia en el domicilio. Cucarachas, grillos, saltamontes, se pasean a sus anchas por la cocina del inmueble. "Tu te crees -dice- que esto es normal en una casa con dos niños pequeños. Tu te imaginas que estos bichos se cuelen en el paquete del café o del arroz. Tengo que tener todos los paquetes de comida cerrados con pinzas de la ropa para evitar que se cuele cualquier bicho y nos lo traguemos sin darnos cuenta", asegura la madre que señala desesperada la pulcritud de la fachada de las viviendas sociales que se levantan a escasos 20 metros de su paupérrima casa prefabricada.

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