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Las epidemias de fiebre amarilla en Gibraltar. Historia y semejanzas con una experiencia reciente (y II)

En 1815 España aceptó un asentamiento fijo de barracas en la zona neutral por razones humanitarias en prevención de futuras epidemias, pero en la práctica significó a ocupación territorial británica del istmo

 Las epidemias de fiebre amarilla en Gibraltar. Historia y semejanzas con una experiencia reciente (I)

El hacinamiento de la población de Gibraltar fue una de las causas de la expansión de la epidemia en la ciudad y en la zona en la primera mitad del siglo XIX. / E.S.
Juan Manuel Torres León
- Licenciado en Medicina y Cirugía UCA. Doctor en Medicina Universidad Complutense de Madrid

Gibraltar, 04 de noviembre 2024 - 04:00

Aunque la Junta de Sanidad no se pronunció sobre el mecanismo de transmisión de la fiebre amarilla, sí aconsejó un conjunto de medidas que satisfacían tanto a contagionistas como anticontagionistas. Sus recomendaciones incluían disposiciones sobre higiene urbana y frente el hacinamiento, dividir la ciudad en distritos con un inspector de sanidad responsable, procedimientos de cuarentenas, instrucciones para detectar pronto la enfermedad, dar autoridad a los guardias sanitarios y en caso de nuevas epidemias crear lazaretos para el aislamiento.

La epidemia de 1804 devastó Gibraltar. Las cifras de enfermos y fallecidos no son fiables porque ni existía censo el año de la epidemia, ni se registraron todas las muertes por el caos existente. Lo que sí parece constatado es que casi toda la población civil contrajo la enfermedad, y que en menor grado lo hizo la militar. Esto último puede deberse a cierto grado de inmunidad adquirida por los militares en destinos previos donde hubo presencia de fiebre amarilla.

En octubre de 1810, la fiebre regresó a Gibraltar. En esta ocasión coincidió con la llegada en septiembre de 4 barcos procedentes de Cartagena. En octubre aparecieron los primeros casos. La experiencia de 1804 facilitó al doctor Pym que el vicegobernador Campbell aceptara sus medidas frente a la epidemia. La principal tuvo que ver con la instalación de un lazareto en tiendas de campaña desplegadas en la zona neutral. Para evitar la alarma, las tiendas se montaron bajo el ardid de un uso militar, pero su finalidad era albergar a enfermos y sospechosos de estar contagiados. Estos fueron trasladados durante la noche en carros conducidos por personas con el antecedente previo de haber padecido la enfermedad. Se ordenó la cuarentena del distrito afectado y sus vecinos eran revisados por un oficial médico que determinaba el traslado al lazareto si observaba signos de la enfermedad. El uso de la zona neutral suponía para el vicegobernador una solución para la ubicación de una instalación sanitaria en un territorio tan limitado, y además estimulaba la expansión de Gibraltar más allá del límite acordado en el tratado de Utrecht. El brote de 1810 se atajó pronto. Los datos publicados informan de la muerte de 17 civiles y 6 militares.

En 1813 aconteció la tercera epidemia de fiebre amarilla, esta vez se relacionó con el buque Fortuna, procedente de Cádiz. La enfermedad se propagó con virulencia y obligó a las consabidas medidas de asilamiento y empleo de los que habían pasado la enfermedad en tareas que precisaban contacto con los enfermos. En diciembre se declaró el fin de la epidemia. Se comunicó el fallecimiento de 883 civiles y 441 militares.En el verano de 1814 repitió la epidemia con un foco del contagio identificado en un patio de vecinos. El brote finalizó en octubre y se cobró un número aproximado de 400 muertos. Es probable que a la relativa benevolencia de estas tres últimas epidemias contribuyera la inmunidad adquirida por la población en 1804.

En 1814, el general George Don sustituyó como vicegobernador a Campbell, fallecido por fiebre amarilla. Don vivió su primera epidemia de fiebre amarilla nada más llegar a Gibraltar y no dejó pasar esta circunstancia para establecer en 1815 un asentamiento fijo de barracas en la zona neutral. Este asentamiento fue aceptado por España por razones humanitarias en prevención de futuras epidemias, pero en la práctica significó a ocupación territorial británica del istmo. En 1816 se inauguró un hospital civil dividido en salas para protestantes, católicos y judíos.

Travesuras fronterizas en terreno neutral (finales del siglo XIX - The Graphic Magazine).

En agosto de 1828, tras 14 años de ausencia, la fiebre amarilla volvía a Gibraltar. El virus encontró una población renovada y sin recuerdo inmunitario, lo cual favoreció una grave epidemia solo superada por la de 1804. Su origen coincidió con la llegada de dos buques desde La Habana, y aunque fueron sometidos a cuarentena, no se pudo evitar que la fiebre amarilla acabara por desembarcar en la ciudad.

En septiembre, una vez que Pym fuera nombrado de nuevo máxima autoridad sanitaria, se ordenó que aquellos que nunca hubieran pasado la enfermedad se ubicaran en la zona neutral. Unos 4.000 civiles fueron alojados en barracones y tiendas desplegadas en el istmo. La zona neutral se convirtió en un poblado organizado, con un lazareto de observación para casos sospechosos, un hospital de campaña, una zona para civiles y otra para militares y un cementerio. Se permitió un mercado donde productos españoles eran comercializados bajo el control de guardias ingleses. Se estableció un sistema de rastreo para aislar a los ocupantes de las tiendas o barracas donde se detectaba la enfermedad. Para facilitar la libre circulación de los que habían pasado la enfermedad se expidió un pase, que permitía residir dentro de las murallas o bien entrar y salir de ellas con libertad. En diciembre se producía la última muerte de las casi 1.700 causadas por este brote. Proporcionalmente hubo más fallecidos en la ciudad que en la zona neutral. El hacinamiento fue de nuevo una explicación para este hecho y la inmigración volvió a estar en el punto de mira. La menor mortalidad en el campamento podría explicarse hoy porque allí la cantidad de agua estancada era menor que en la ciudad y porque el terreno abierto a los vientos dificultaba el vuelo de los mosquitos. 

Semejazas con la pandemia por Covid

Las epidemias de fiebre amarilla en Gibraltar ofrecen un escenario singular, a pequeña escala, para contrastar las medidas sanitarias adoptadas, la repercusión social y las decisiones políticas con aquellas que hemos vivido a nivel mundial con la reciente pandemia por Covid. El conocimiento científico permitió identificar al virus causante de la pandemia por Covid en menos de un mes desde que se diagnosticaron los primeros casos, y comercializar una vacuna eficaz un año después. En el caso de la fiebre amarilla el descubrimiento del virus y el desarrollo de una vacuna tuvieron que esperar más de un siglo. Sin embargo, aún con el desconocimiento y desacierto de las teorías formuladas sobre la causa y modo de transmisión de la fiebre amarilla, resulta llamativo que muchas de las medidas adoptadas se asemejan a las que conocimos con la pandemia por Covid.

Con el Covid acabamos por familiarizarnos con términos como aislamiento, cuarentena y confinamiento, tres formas de limitar la libertad de movimiento de las personas en interés de la salud pública. Las estrategias desarrolladas para la contención y mitigación de la transmisión del Covid por los diferentes países han variado desde políticas muy restrictivas, quizás el prototipo más claro sea China, hasta otras mucho más relajadas. Brasil es un ejemplo de este modelo.

En Gibraltar se impusieron cuarentenas en barcos y los distritos afectados en los que después de 1804 se dividió la ciudad. Se aislaron enfermos en lazaretos improvisados y resultó novedoso el confinamiento de la población no infectada y susceptible de serlo en las tiendas y barracas instaladas en la zona neutral en 1828. Entendemos que las características del gobierno gibraltareño, bajo una autoridad militar, facilitaron el cumplimiento obligado y estricto de estas medidas por parte de la población, aún a costa de los inconvenientes que causaban.

El rastreo de los contactos, mediante llamadas telefónicas o con apps para móviles, se utilizó para detectar nuevos contagios de Covid. Durante la epidemia de 1814, voluntarios civiles que cumplían el requisito de haber pasado la infección, rastrearon casa por casa a los supervivientes para conocer si sufrieron la enfermedad o si seguían siendo susceptibles a la misma. De igual forma, en 1828 se estableció un sistema de rastreo entre los evacuados a la zona neutral con el objetivo de detectar con prontitud los casos nuevos. Durante la pandemia, los certificados Covid acreditaban la vacunación frente al virus, la recuperación de la enfermedad o una prueba negativa frente al virus.

El certificado Covid fue una exigencia para la entrada en muchos países. En la epidemia de 1828, al observar que aquellos que habían pasado la enfermedad ni la transmitían ni volvían a padecerla, aprovecharon para expedir un certificado médico que eximía de las restricciones de movilidad. En España, durante el siglo XIX, se utilizaron salvoconductos de tránsito expedidos por el médico de una Junta de Sanidad en los que se certificaba la salud de una persona, pero el pase expedido en Gibraltar añadió una particularidad diferente y muy semejante a la otorgada con el pasaporte Covid a los vacunados: la garantía de ser inmune por haber pasado la enfermedad. A pesar de las recomendaciones internacionales, la prontitud en adoptar medidas de prevención durante la pandemia por Covid no fueron atendidas con la suficiente celeridad en muchos países y, en general, primó más minimizar la amenaza.

En Gibraltar, durante la epidemia de 1804 ocurrió algo similar, quizás porque inicialmente el asesoramiento técnico recaía en un anticontagionista, se intentó evitar preocupar a la población antes que iniciar las medidas para impedir la transmisión.

La pandemia por Covid generó un volumen de información sin precedentes. Aunque en mucho menor grado, la infodemia también estuvo presente en las epidemias de fiebre amarilla; quizás la más interesada fue el señalamiento de la inmigración judía como causa de la epidemia de 1804. El 16 de octubre de ese año, la autoridad de Gibraltar promulgaba una proclama que obligaba a los judíos a renunciar a su cementerio tradicional en el sur de la ciudad y a enterrar sus difuntos junto a fallecidos de otras religiones en la zona neutral por el supuesto peligro de contagio que suponía el camposanto. La pandemia por Covid-19 ha originado un gran número de estudios sobre movimientos internaciones de migrantes y pirámides de población. Del mismo modo, la epidemia de 1804 transformó la demografía del Peñón, y a la reposición de la población contribuyó la inmigración posterior, en gran medida proveniente de España.

Aspectos políticos

La pandemia por Covid también presentó efectos geopolíticos que han tenido fiel reflejo en la competencia entre estados como la búsqueda de culpables en el origen del Covid o la lucha por el desarrollo y comercialización de las vacunas. En el caso de las epidemias por fiebre amarilla en Gibraltar, nos parece destacable que la utilización de la zona neutral bajo la excusa de uso con fines sanitarios favoreció la expansión territorial de la actual colonia más allá de los límites acordados por el tratado de Utrecht. 

Conclusiones

Las repetidas epidemias de fiebre amarilla en Gibraltar se explican por el notable tráfico marítimo, la elevada densidad de población, las condiciones de insalubridad existentes y el clima. Aunque las teorías sobre la propagación de la fiebre amarilla eran equivocadas, hay que reconocer que algunas observaciones como la protección adquirida tras pasar la enfermedad fueron muy útiles para mitigar las epidemias.

El tipo de gobierno en la ciudad-guarnición facilitó la adopción de las medidas sanitarias sin oposición de la población. Las epidemias de fiebre amarilla en Gibraltar no estuvieron exentas de repercusiones sociales y políticas. La fiebre amarilla en Gibraltar tiene peculiaridades que nos permiten su comparación con la reciente pandemia por Covid. 

Artículo publicado en el número 61 de Almoraima. Revista de Estudios Campogibraltareños. 

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