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El Gordo. / Chat GPT

No se lo esperaba. En el rostro se le notaba la alegría. Un pellizco. No había tenido suerte antes, tampoco le había ido mal pero jamás nada fuera de su trabajo y su sueldo; porque hay quien tiene herencias o, de repente, recibe un pago de algo por lo que sea: lo suyo, ingreso mensual y no siempre con las extras.

Eso sí, hijoputa antes que tonto; nadie debía notar su algarabía, toda por dentro, y mientras un puñado más de afortunados agitaban las botellas de champán y las cámaras recién llegadas a la barriada comenzaban a transmitir el espectáculo del Gordo, él caminaba hacia el bar con cierta parsimonia.

Se acercó a la mesa del Titi. Lo conocía desde niño; a él sí le había ido bien, sin trabajar, claro.

-Cómo estamos... ― dijo.

-Esperando que me toque la lotería ―contestó con la sonrisa de medio lado, porque siempre se acordaba de esa canción al saludarlo.

Miró fijo a los ojos del Titi. Levantó la cabeza y vio por la ventana la fiesta. Volvió a los ojos del hombre sentado, a su lado dos amigos, o socios, o lo que fueran, con sus risas bien implantadas con cara de sabelotodos.

-¿Queréis tomar algo? ―volvió a preguntar.

-Claro. ¿Diez mil?

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