Aspectos sobre la conquista austracista de Gibraltar en 1704 (I)
Instituto de Estudios Campogibraltareños
Este estudio analiza la influencia y paralelismos del ataque francés de 1693 con el anglo-holandés de 1704 y la utilización de Getares como fondeadero por la escuadra atacante

Gibraltar/Se ha escrito mucho sobre el tema de la conquista de Gibraltar por los partidarios del pretendiente austriaco al trono de España en 1704 y aquí se puede aplicar la expresión de han corrido ríos de tinta. Pero esa ingente bibliografía no significa necesariamente calidad histórica, pues lo polémico del tema ha motivado muchas veces escribir con el corazón y no con la cabeza, defendiendo una u otra postura y sirviendo a intereses políticos de uno u otro signo.
Un ejemplo de ecuanimidad, en ese torbellino de pasiones, fue el historiador británico George A. M. Hills (1918-2002) de padre británico y madre española, por lo que creció en un hogar bilingüe y así le fue posible dominar el español y estar muy enterado de la cultura española, por lo que sus principales obras como historiador (fue miembro de la Royal Historical Society) tratan de temas españoles, siendo su obra más conocida Rock of contention. A History of Gibraltar, que fue editada tanto en inglés como en español el año 1974, alcanzando bastante éxito.
Pero de esa forma de escribir historia no hay desgraciadamente muchos ejemplos en ninguno de los dos bandos en el cual suelen alinearse los historiadores que han tratado Gibraltar, pues el tema se presta la visceralidad, como ya hemos dicho.
A pesar de todo lo escrito hasta hoy, la historia de Gibraltar es tan rica como apasionante, presentándose como cantera para explotar muchos temas. Y no olvidemos la repetición ramplona de lo que se escribió hace años, incluso siglos en algún caso, que se ha prestado, incluso al fenómeno de la deformación por exageración al repetir una noticia, algo muy conocido. Así, consignamos un bombardeo naval, de varias horas en 1693 que se fue convirtiendo en uno de ¡nueve días! al ir pasando de un autor a otro, por citar sólo uno de los diversos casos que se han constatado recientemente. Hemos de llamar la atención sobre historiadores como José María Lázaro Bruña o Manuel Álvarez Vázquez, entre otros, que son esforzados buscadores de nuevas fuentes. Si nos centramos en principios de agosto de 1704, vemos que hay todavía algunas incógnitas que resolver y muchos detalles por definir correctamente. En estas líneas solo se tratan algunos aspectos de aquellos días vitales, como muestra de la tarea que aún queda por hacer y a la que invitamos a los especialistas…
Heese y Rooke en Gibraltar
Los austracistas disponían de fuerzas muy considerables en la bahía y fueron utilizadas con tal acierto y seguridad que se puede pensar no en una improvisación, sino en un plan táctico basado en información que los aliados tenían del teatro de operaciones y del tradicional modus operandi habitual en la defensa de Gibraltar. Es muy sospechoso el paralelismo entre las fases del ataque francés de 1693 y las de la conquista de 1704, como el hecho de que Gibraltar era tradicionalmente socorrido por poblaciones vecinas como Marbella o que la población civil se había refugiado ante el bombardeo de 1693 en Punta Europa o que las caletas al sur del muelle nuevo no estaban protegidas y eran adecuadas para el desembarco e incluso para ataque naval con morteros. Otro factor a tener en cuenta es la facilidad para un bombardeo del centro de la ciudad, dada la escasa protección de la cortina de murallas entre los muelles viejo y nuevo, que obligó posteriormente a los ingleses a crear el gran baluarte del Rey, una de las principales causas de que fracasara el ataque de las baterías flotantes en 1782.
Hay que tener en cuenta que Gibraltar era un puerto frecuentado por muchas naciones, también que desde los tiempos de Cromwell había políticos en Inglaterra que deseaban una base británica en Gibraltar, a lo que hay que unir el trauma que había supuesto la pérdida de Tánger. Esta pasó a manos de Inglaterra en 1661, como dote en la boda de una infanta portuguesa, pero fue evacuada en 1684 a causa del asedio a que la sometió el sultán de Marruecos, Mulay Ismail (1645-1727) el mismo que sometió infructuosamente a Ceuta, al que se considera el asedio más largo de la historia, 33 años, entre 1694 y 1727. La pérdida de Tánger, que podía haber tenido la misma importancia como pilar del imperio que tuvo Gibraltar en los siglos siguientes, se tuvo que tener en cuenta por los políticos británicos. Estos eran conscientes de que la intervención de Inglaterra en la Guerra de Sucesión Española, tendría algún tipo de compensación, en caso de salir victoriosa la causa de su aliado, el pretendiente austriaco.
Pero un acontecimiento histórico pasa siempre casi desapercibido en la historia de Gibraltar y es el ataque francés de 1693: un gran convoy británico protegido por el Almirante Rooke fue destruido en gran parte sin que la escolta pudiera hacer casi nada, debido a la desproporción de fuerzas. La escuadra de Tourville, el mejor almirante francés de la época, simplemente arrolló a los pocos navíos de guerra de la escuadra anglo-holandesa mientras los mercantes se dispersaban escapando algunos a Madeira, mientras que otros, con el almirante francés marqués de Coëtlogon pisándoles los talones, se refugiaron en el puerto de Gibraltar. Para todo este episodio, remitimos a un trabajo anterior.
Solo diremos que Inglaterra y España eran entonces aliadas y que Gibraltar sufrió el bombardeo de la escuadra francesa, refugiándose la población civil en Punta Europa. Este hecho de armas, visto en detalle, tiene desde un punto de vista táctico varios contactos con el de 1704 y fue una demostración en vivo y en directo de los problemas defensivos de Gibraltar, que ya habrían sido observados antes por los marinos ingleses a consecuencia de la citada alianza entre ambas naciones.
Un desembarco, unas monjas y una bisoña fuerza de caballería
Al llegar a la bahía, la primera providencia del mando fue organizar un desembarco en su punto más septentrional, pues según el P. Belando: “En la noche de este mismo día [1 de agosto] desembarcó el ya mencionado Principe Jorge de Ármeftad [sic] con dos mil y cuatrocientos Soldados de Marina, para envestir dicha plaza…”.
Se pudieron realizar dos desembarcos, pero el primero fue en la desembocadura del río Guadarranque. Esto lo afirma la fuente más autorizada, el propio Gobernador Salinas: “…en este estado me halle cuando sobrevino el día primero de este mes la entrada de las armadas enemigas en este surgidero (…) que fueron dando fondo. Hicieron el desembarco en la playa del río Guadarranque el número de 4000 hombres, con poca diferencia, donde se hallaba la compañía de caballos de estas milicias, con poco más de 30 caballos y no pudieron resistir al continuado fuego de la artilleria, se vinieron retirando de la plaza con pérdida de algunos, y los enemigos vinieron a ocupar las huertas de los molinos, cerrando el paso inmediatamente de mar a mar, paraque no pudieran introducirse socorros de gente ni víveres”.
Esta operación no ha sido bien comprendida por algún historiador, pero obedece a un plan premeditado, solo concebible por alguien que conocía perfectamente el tradicional método usado en la defensa de Gibraltar. El desembarco se produjo sin titubeos, nada más acceder la escuadra a la bahía. ¿Por qué se encontraba la exigua tropa de caballería allí? Lógicamente, pudo ser destacada más para vigilar que para rechazar al invasor. Pero la causa pudo ser también otra: ante el temor a los desmanes de las tropas enemigas, las monjas de Santa Clara de Gibraltar fueron rápidamente evacuadas hacia Jimena posiblemente ante el primer atisbo de la flota enemiga, que sería realizado como de costumbre, por el vigía del Hacho, en lo más elevado del peñón. El traslado no se realizó con la suficiente rapidez, pues la escuadra, al parecer sin detenerse mucho, se ocupó del desembarco y las monjas, aunque recibieran orden de ponerse en marcha desde el inicio de la alarma, no tuvieron tiempo de recorrer la distancia entre la plaza y Guadarranque.
Otro desembarco, recogido por la historiografía habitual fue en el Rinconcillo de Punta Mala a una legua de puertas de tierra y también fuera de tiro de la plaza. Desde allí la tropa enemiga avanzó siguiendo la costa hasta el sector de Los Molinos, en el istmo. Las monjas pudieron coincidir con el primero, pero es extraño que no hubieran sido capturadas pues podían ser valiosas como rehenes Lo más probable es que los primeros disparos fueran desde el mar, con artillería ligera y desde las embarcaciones que transportaban las fuerzas del primer desembarco.
Fue una fatal casualidad, pero las monjas se salvaron, al huir hacia el norte, justo a tiempo, pues la ocupación del sector Guadarranque-Taraguilla cerraba el camino, impidiendo el tradicional socorro desde Jimena. Lo que los aliados no sabían es que este ya se había producido, pero ese refuerzo de todas formas significó muy poco, dada la desproporción de fuerzas. Si unimos la coincidencia entre la noticia sobre la caballería con la de las monjas, vemos que ambos grupos coinciden con encontrarse frente al enemigo en Guadarranque, tradicional nudo de comunicaciones en la Bahía y arranque del valle que era el camino más rápido hacia Jimena, objetivo de la congregación religiosa obligada al peligroso y agotador traslado.
Ambas noticias coinciden en que algunos jinetes murieron en ambos grupos, por lo que es deducible que en realidad eran el mismo, y la modesta tropa de caballería estaba en función de escolta y auxilio a las monjas durante el viaje. El grueso de los jinetes se apartó hacia el enemigo mientras las monjas huían, para tener un enfrentamiento prácticamente simbólico con la enorme fuerza desembarcada, replegándose a la plaza, donde podían ser más útiles.
Artículo publicado en el número 61 de Almoraima. Revista de estudios campogibraltareños. Octubre de 2024
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