Adiós a la Verja: el día después del acuerdo sobre Gibraltar

La cautela a la espera de conocer la letra pequeña y la esperanza por un futuro mejor sobrevuelan La Línea de la Concepción y el Peñón tras el pacto alcanzado entre España, la UE y Reino Unido para la desaparición de los controles fronterizos

El acuerdo sobre Gibraltar deja en evidencia la pataleta de Picardo contra la presencia de policías españoles

Gibraltar, el día después del acuerdo.
Gibraltar, el día después del acuerdo. / Vanessa Pérez
Gloria Maza

12 de junio 2025 - 17:17

Campo de Gibraltar/La Verja sigue ahí. Pero desde ayer, su existencia tiene aparentemente los días contados. El acuerdo firmado entre Reino Unido, España y la Unión Europea promete una nueva era de libre circulación de personas y mercancías entre Gibraltar y La Línea de la Concepción. Sin embargo, a ambos lados, reina la cautela. No hay festejos ni celebraciones y sí muchas conversaciones a media voz, miradas expectantes y, sobre todo, ganas de leer la letra pequeña de lo pactado.

Gibraltar amaneció hoy con la misma calma de cualquier viernes de primavera. A las diez de la mañana, las tiendas de Main Street abrían sus puertas mientras los primeros turistas —españoles en su mayoría, y muchos otros con el característico tono rojizo del guiri entusiasta— preguntaban por los monos o por el mejor sitio para comprar tabaco. Nada nuevo.

Una terraza de Gibraltar, donde el acuerdo era la comidilla del día.
Una terraza de Gibraltar, donde el acuerdo era la comidilla del día. / Vanessa Pérez

Corrían rumores de protestas, pero a las puertas del Parlamento solo estaba el personal de seguridad charlando con un vecino. La calma era total. Aunque en las terrazas, en las colas de los taxis e incluso en los breves descansos entre tienda y tienda, el tema era uno solo: el acuerdo.

Desde John Mackintosh Square hasta Casemates, la ciudad bulle entre turistas, trabajadores y locales. Los gibraltareños son prudentes, pocos se atreven todavía a opinar abiertamente. Los más valientes ven beneficios, pero insisten en ser cautos.

La familia Danino ve beneficios pero se muestra cautelosa con el acuerdo.
La familia Danino ve beneficios pero se muestra cautelosa con el acuerdo. / Vanessa Pérez

“Se han prometido muchos acuerdos con España, como la ampliación del aeropuerto, que al final no se han hecho, así que hasta que no lo veamos firmado no vamos a estar seguros", recuerda la familia Danino durante una pausa en sus compras por el centro del Peñón. Les inquieta que un cambio de gobierno en España entierre el tratado en un cajón. “Está un poco en tinieblas, tendremos que esperar para saber más”, se despide la familia.

Más allá de los rumores, hay una afirmación que se repite con claridad: la soberanía no se toca. “Queremos seguir siendo británicos, eso lo tiene que tener claro todo el mundo”, sostienen varios taxistas gibraltareños mientras esperan a sus próximos clientes a la sombra de los árboles de Main Street.

Lionel Parody, Fidelio Bonfante, Alex Parody y Gerard Muscat, taxistas en Gibraltar.
Lionel Parody, Fidelio Bonfante, Alex Parody y Gerard Muscat, taxistas en Gibraltar. / Vanessa Pérez

Estos trabajadores, testigos diarios del pulso de la ciudad, temen que el aumento de visitantes provoque un caos circulatorio. “Gibraltar es pequeño, con calles estrechas. Para aparcar es casi imposible. Si viene más gente, lo que hacen falta son parkings”, reclaman. Y aunque reconocen que el turismo puede mejorar, también están atentos a cómo se resolverá el tema del transporte, el que más les concierne.

Seguimos caminando entre joyerías y tiendas de souvenirs. En una de ellas, Estela Tizón, joven española que trabaja en el Peñón, celebra el acuerdo alcanzado. La libre circulación es uno de los puntos más aplaudidos: “Después de un año echando currículums en España, aquí a la tercera me llamaron. Cobras bien, te ayudan a aprender, te ofrecen oportunidades. Los llanitos siempre nos han tratado bien”.

Estela Tizón, joven española trabajadora en Gibraltar.
Estela Tizón, joven española trabajadora en Gibraltar. / Vanessa Pérez

Pero esa satisfacción no es ciega. “Habrá que leer la letra pequeña”, añade Estela. Todos, absolutamente todos, esperan ver el texto final del acuerdo antes de cantar victoria.

A media calle, un grupo de señoras conversan, en su particular llanito, sobre el tema del día. Sarah Baglietto se despide de sus amigas, más tímidas que ella, para defender la prosperidad que este acuerdo puede traer para todos: “Hay rumores de delincuencia, pero si hay buena colaboración, esto va a salir bien. Aquí nos llevamos muy bien en la zona”. Aunque no lo teme, reconoce que a las personas mayores les inquieta el posible fin de los controles. “Antes se dejaban las puertas abiertas, esto puede chocar un poco. Pero si se hace bien, va a traer igualdad y prosperidad. El aeropuerto y el túnel han costado un dineral, hay que aprovecharlo”, reflexiona.

Sarah Baglietto, gibraltareña que celebra los beneficios del aeropuerto compartido.
Sarah Baglietto, gibraltareña que celebra los beneficios del aeropuerto compartido. / Vanessa Pérez

A pocos metros, Nick, encargado de varios negocios, empuja una carretilla llena de productos. Para él, la incertidumbre sobre precios y mercancías marca el ritmo de su trabajo. “Habrá que ver cómo se equiparan los precios, cómo nos afecta. Pero aún es pronto para saberlo”, indica antes de seguir con la tarea.

Llegamos al final de recorrido: Casemates. Allí, Gibraltar se prepara para el desfile por el cumpleaños del rey. Militares ensayan en el centro de la plaza y la policía repasa cada arqueta para evitar tropiezos. La vida sigue. Y entre soldados, turistas enrojecidos por el sol y conversaciones a media voz, el futuro se asoma: incierto, pero más abierto que nunca.

Un militar mide las distancias en los preparativos del desfile por el cumpleaños del rey en Gibraltar.
Un militar mide las distancias en los preparativos del desfile por el cumpleaños del rey en Gibraltar. / Vanessa Pérez

Al otro lado, en La Línea, suenan coplas en los alrededores de la plaza Cruz Herrera. El ambiente es más entusiasta, aunque igual de contenido. A mediodía, algunas terrazas del centro sirven de refugio ante el calor para linenses, turistas y residentes ingleses que viven en la zona. “Va a ser muy beneficioso para todos los que trabajamos en Gibraltar pero vivimos en España. Ojalá se firme pronto”, desea Jackie Wilkins, una camarera inglesa afincada en Taraguilla desde hace más de treinta años.

Jackie Wilkins, inglesa trabajadora en Gibraltar y afincada en Taraguilla.
Jackie Wilkins, inglesa trabajadora en Gibraltar y afincada en Taraguilla. / Vanessa Pérez

La percepción cambia según el prisma desde el que se observe: no es lo mismo ser trabajador que comerciante. En el bar El Carbonero, Carlos, uno de los responsables del local, lanza una mirada esperanzadora al futuro. Cree que la cercanía con la frontera es una ventaja y si desaparecen las colas, dice, las relaciones pueden mejorar aún más. “Siempre han sido buenas. Confiamos en que esto sea beneficioso y que problemas como el contrabando encuentren solución”, añade mientras las mesas vacías esperan la llegada de los primeros clientes.

Carlos, trabajador del bar El Carbonero, espera más clientes con la desaparición de la verja.
Carlos, trabajador del bar El Carbonero, espera más clientes con la desaparición de la verja. / Vanessa Pérez

Tampoco faltan las voces escépticas. José Larios, linense y extrabajador en Gibraltar, lanza una advertencia sobre las posibles consecuencias económicas del acuerdo para su ciudad. Le preocupa, especialmente, el impacto en el coste de vida. “Si los sueldos en el Peñón siguen siendo más altos, eso puede disparar los precios en La Línea, especialmente el de la vivienda”, señala. “Ahora mismo es asequible, pero hay que vigilar eso”, insiste.

José Larios, linense preocupado por las posibles consecuencias económicas para la ciudad.
José Larios, linense preocupado por las posibles consecuencias económicas para la ciudad. / Vanessa Pérez

Aun con las incertidumbres, el optimismo prevalece. Violeta, decoradora en Arteydecor, confía en que el futuro tratado agilice los trámites fronterizos y abra nuevas oportunidades logísticas para su sector. “Esto no va solo de gasolina y tabaco”, subraya. “Nosotros entregamos mercancías, montamos espacios y para esas entregas hay que hacer muchas gestiones difíciles antes. Con este acuerdo confiamos en que se nos facilite muchísimo el trabajo", subraya esperanzada esta trabajadora trasfronteriza.

Violeta, decoradora de interiores en Arteydecor, espera que los cambios en mercancías sean beneficiosos.
Violeta, decoradora de interiores en Arteydecor, espera que los cambios en mercancías sean beneficiosos. / Vanessa Pérez

Todavía quedan muchas incógnitas que gibraltareños y linenses observan con cautela: ¿Cómo y quién gestionará el puerto y el aeropuerto? ¿Cómo funcionarán los controles de seguridad? ¿Qué papel jugarán la Guardia Civil y la Royal Navy en las aguas en disputa?

De momento, el pacto no es más que un papel con promesas. Gibraltar está en calma, La Línea mira con esperanza. Pero en ambos lados hay una idea común: todos quieren ver la letra pequeña. Y cuando desaparezca la Verja, será la vida diaria —los precios, los contratos, el tráfico, las pensiones— la que dirá si este acuerdo es un puente o solo otra promesa de prosperidad que se esfuma con el viento de Levante.

stats