PERSONAJES HISTÓRICOS DEL CAMPO DE GIBRALTAR

Diego de Salinas, gobernador de Gibraltar en agosto de 1704

  • Gibraltar no fue entregada al legítimo rey de España, sino que permaneció como una posesión más de los británicos hasta el día de hoy

“El último de Gibraltar”. Diego de Salinas abandonando el Peñón el 5 de agosto de 1704

“El último de Gibraltar”. Diego de Salinas abandonando el Peñón el 5 de agosto de 1704 / E.S.

El día 1 de agosto del año 1704, la escuadra anglo-holandesa, formada por 120 navíos y mandada por el almirante inglés George Rooke, transportando nueve mil nombres para el desembarco dirigidos por el príncipe Jorge de Hesse-Darmstadt, arribó a la bahía de Algeciras.

Aquella acción de la armada anglo-holandesa se enmarcaba en la llamada Guerra de Sucesión Española, que estalló a la muerte del último rey de la Casa de Austria, Carlos II, sin dejar descendencia. El trono de España, una potencia que dominaba por entonces medio mundo, se lo disputaban el archiduque Carlos de Austria y Felipe de Anjou, nieto segundo del fallecido monarca. A Felipe le apoyaban Francia, los territorios de la Corona de Castilla y Portugal (hasta el año 1703); al Archiduque, gran parte de la Corona de Aragón, el Sacro Imperio Germánico, Holanda e Inglaterra, estas dos naciones con la clara intención de debilitar el gran imperio hispánico.

La ciudad de Gibraltar, que poseía poderosas fortificaciones desde la época musulmana, ampliadas por los reyes Carlos I y Felipe II. Sin embargo, a principios del siglo XVIII, presentaba importantes deficiencias defensivas. Estaba mal pertrechada de armas (pocos y viejos cañones), con escasa munición y una guarnición muy mermada. La defensa de la plaza se hallaba encomendada a Diego de Salinas, su gobernador, y la responsabilidad civil y administrativa recaía en el alcalde mayor, Cayo Antonio Prieto.

Las fuerzas hispano-francesas atacan Gibraltar en 1704-1705 Las fuerzas hispano-francesas atacan Gibraltar en 1704-1705

Las fuerzas hispano-francesas atacan Gibraltar en 1704-1705 / E.S.

Diego de Salinas y Rodríguez había nacido el 3 de agosto de 1649 en Madrid. Pertenecía a la pequeña nobleza castellana. Comenzó su carrera militar como paje del condestable don Íñigo Fernández de Velasco, aunque pronto accedió a la milicia, siendo nombrado alférez. Antes de haber cumplido veinte años era capitán de infantería.

En 1685 era ya mariscal de campo de la infantería en la ciudad de Pamplona. En 1668 pasó con su compañía a servir en Flandes, donde el Condestable de Castilla, gobernador y capitán general de aquellos estados, el 6 de junio de 1670 lo hizo capitán de caballos corazas españolas, ingresando, en esos años, como caballero, en la militar Orden de Santiago.

A lo largo de diciembre de 1675 sobresalió por su valor peleando contra las tropas francesas en defensa de la plaza de Puigcerdá. En 1697, con el rango de general, fue destinado a Barcelona para que defendiera el Principado del ataque francés en la llamada Guerra de los Nueve Años. En diciembre del año 1701 fue nombrado gobernador de la ciudad de Gibraltar por el rey Felipe V.

Cuando Diego de Salinas llegó a Gibraltar, que estaba amenazada, como Cádiz y Málaga por la formidable flota de los aliados del Archiduque, una de sus primeras decisiones fue solicitar al Marqués de Canales, Secretario del Despacho de Guerra, y al Marqués de Villadarias, Capitán General de Andalucía, ayuda en hombres de armas, piezas de artillería y municiones para sustituir y mejorar los viejos cañones que defendían la plaza y reforzar la guarnición, requerimiento que no obtuvo respuesta.

El mismo día que arribaron los navíos enemigos a la Bahía, una parte de las tropas que mandaba el príncipe Jorge de Hesse-Darmstadt (unos 3.000 hombres) desembarcó en la playa, al norte del istmo, en Punta Mala. Diego de Salinas ordenó armar a todos los hombre disponibles en edad de luchar (agricultores, pescadores y mercaderes) para que, unidos a los ochenta hombres que constituían la guarnición (en opinión del historiador Ignacio López de Ayala), ocuparan algunos tramos de la muralla y los lugares más expuestos y débiles del recinto.

Situó al maestre de campo, José de Medina, con doscientos hombres en el muelle Viejo; a Diego de Ávila, con ciento setenta, en el adarve que defendía la puerta de Tierra y al capitán de caballería, Francisco Toribio, con veinte hombres de la milicia, en el muelle Nuevo. En el castillo quedaron apostados los setenta hombres que formaban su guarnición.

Una vez que hubieron desembarcado los hombres de Hesse-Darmstadt y se aproximaron a la puerta de Tierra, los austracistas, conscientes de su supremacía en hombres y armas, enviaron al gobernador Salinas dos cartas, una firmada, unos meses antes, por el propio Archiduque Carlos, y otra por el príncipe alemán, en las que le instaban a rendir la plaza. El cabildo municipal y el gobernador Salinas respondieron que eran leales al rey de España, Felipe V, y que, por fidelidad a su soberano, rechazaban la propuesta de capitulación de los anglo-holandeses.

El viernes 2 de agosto recibió Salinas una segunda carta del príncipe de Hesse-Darmstadt, en la que le exigía la rendición inmediata. Como en la ocasión anterior, la respuesta fue negativa.

Ese mismo día se envió otra misiva por los asediados al marqués de Villadarias en la que el gobernador le exponía la desesperada situación en la que se hallaba la plaza y le solicitaba ayuda inmediata. A las 5:00 del día 3 de agosto comenzó un intenso bombardeo sobre Gibraltar desde las baterías embarcadas en los navíos. La población civil, para escapar de las bombas, abandonó la ciudad saliendo por la puerta de Carlos V buscando refugio en los entornos del oratorio de Nuestra Señora de Europa. Según algunas fuentes de la época, aquella mañana cayeron sobre la ciudad unas treinta mil balas.

Tras cinco horas de bombardeo, arrasados algunos barrios de la ciudad y tomado el muelle Nuevo por el enemigo, lo que permitía a las tropas de Hesse-Darmstadt atacar Gibraltar desde el sur, persuadido Diego de Salinas de que los enemigos, que habían desembarcado en esa parte de la ciudad, decidió capitular y entregar Gibraltar a las autoridades anglo-holandesas. Éstas tomaron la ciudad en nombre del Archiduque Carlos.

Entre las cláusulas de la rendición, los conquistadores aceptaron que los soldados de la guarnición pudieran abandonar la plaza en formación y portando sus armas y que la población civil que lo deseara evacuara la ciudad con lo que lograran llevar consigo, aunque los que quedaran en el Peñón serían respetados y considerados como súbditos del Archiduque.

Gobernador Diego de Salinas abandonando el Peñón el 5 de agosto de 1704. Gobernador Diego de Salinas abandonando el Peñón el 5 de agosto de 1704.

Gobernador Diego de Salinas abandonando el Peñón el 5 de agosto de 1704. / E.S.

El 4 de agosto entraron las tropas aliadas en Gibraltar y el día 5 la mayor parte de los gibraltareños, con su gobernador, el Cabildo con los libros de Actas Capitulares y el pendón al frente, optó por abandonar el enclave y establecerse en algunos cortijos y ermitas del término convencidos de que no transcurrirían munchos meses sin que volvieran a ocupar sus casas. De los 5.000 habitantes de Gibraltar, sólo permanecieron en la plaza tomada por los austracistas, setenta personas, entre ellas el párroco de la iglesia de Santa María Coronada, Juan Romero Figueroa, que no quiso dejar sin atención religiosa a los hombres y mujeres que decidieron permanecer en Gibraltar.

Con la firma del Tratado de Utrech, en 1713, vencedor de la contienda el rey Felipe V, la ciudad de Gibraltar no fue entregada al legítimo rey de España, sino que permaneció como una posesión más de los británicos hasta el día de hoy.

“Éxodo de Gibraltar”. Relieve en madera de José Ortega Bru (Ayuntamiento de San Roque) “Éxodo de Gibraltar”. Relieve en madera de José Ortega Bru (Ayuntamiento de San Roque)

“Éxodo de Gibraltar”. Relieve en madera de José Ortega Bru (Ayuntamiento de San Roque) / E.S.

El gobernador Diego de Salinas y Hernández, después de retornar a la capital del reino, fue nombrado por el rey Felipe V, en el año 1706, gobernador de Villaescusa de Haro, en Cuenca, un destino de escasa importancia, nombramiento que ha sido interpretado por algunos autores como un castigo, pues en ciertos ámbitos de la milicia su actuación como gobernador de Gibraltar fue considerada negligente al haber entregado la plaza a los anglo-holandeses y no haberla defendido con mayor ahínco, contando con los medios necesarios.

Diego de Salinas y Hernández falleció en Madrid el 27 de noviembre del año 1720.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios