La salida de Gibraltar de la UE

El Brexit llega de puntillas a la Verja

  • Trabajadores españoles y gibraltareños reciben con esperanza el inicio del periodo transitorio que determinará la relación futura a la sombra del Peñón

Un turista fotografía la zona del paso fronterizo horas antes del Brexit.

Un turista fotografía la zona del paso fronterizo horas antes del Brexit. / Jorge del Águila

Carlos aguarda a que su mujer salga de trabajar. Al final de la correa a la que da pequeños tirones le observa un perro al que protege del invierno con un traje de punto con los colores de la bandera de EEUU. El hombre se ve de repente rodeado de cámaras de televisión. No es habitual, pero tampoco extraño. Calma al animal mientras asume la situación con una sonrisa. Es 31 de enero y en unas horas la puerta por la que su esposa sale cada día del trabajo separará un país de la Unión Europea de un territorio que nunca quiso marcharse del club comunitario pero tendrá que hacerlo. "Estamos preocupados, pero por la libra. Las colas las ha habido siempre y las habrá, aunque ahora menos porque a nadie le interesa, pero la libra puede caerse y entonces podemos tener un problema grave", explica este linense que sostiene que le importan poco las banderas, aunque nadie lo diría a la vista de la indumentaria de la mascota, y que ya hace tiempo que el Brexit le quita el sueño "lo justo".

Horas antes de que el Gobierno de Gibraltar escenificara su -no buscada- salida de la Unión Europea con la bajada de la bandera de las 12 estrellas y el izado de la de la Commonwealth, la frontera es un hervidero de turistas despistados, gente con ropa de trabajo que viene y va, más monopatines que bicicletas y menos que motos, taxistas a la espera de clientes y periodistas que ensayan su intervención en el próximo informativo. En el lado español, un joven guardia civil recoloca unos conos en el suelo mientras se afana por llamar la atención de los conductores que insisten en hacer una sola cola de entrada cuando hay dispuestas dos. No es el día para que, encima, se forme un atasco. 

Como aquellos que hace no tanto tiempo mantenían a familias enteras hasta cuatro horas a la intemperie, lloviera o hiciera calor, en un desfile diario de ciudadanos enfadados por mor de una vieja reclamación territorial de la que ya (casi) nadie habla. Al menos por ahora.

Unos minutos después que la mujer de Carlos, aparece por la Verja Charo, que no nació en La Línea, pero hace años que vive en la ciudad porque encontró trabajo en el Peñón y, a juzgar de la sonrisa que ilumina su cara, no tiene intención ni ganas de cambiar de aires. "Estoy muy tranquila, porque pienso que ahora hay un año de transición (en realidad, 11 meses, hasta el 31 de diciembre de 2020, sino lo remedia una prróroga) y es el momento de hablar, porque hay gente de Reino Unido que vive en Europa y gente de Europa que vive en el Reino Unido. Creo que hablando se entiende la gente y pienso que no habrá ningún problema, ni para los trabajadores ni para nadie. Con el tiempo, esto se va a quedar en nada", explica.

Como Charo opina Mariano, que aparece con su uniforme de trabajo amarillo limón. "Hay matrimonios que se divorcian pero no se pelean, siguen llevándose bien porque tienen hijos que criar. El Brexit no quiere decir que tenga que haber una enemistad. De hecho, hasta ahora ha contribuido a que haya una relación con España y con la Unión Europea, que se sienten a hablar y eso es mucho", explica este joven de tex morena que, como el resto, no es amigo de las cámaras: "fotografías no". 

Desde aquel 23 de junio de 2016 en la que los británicos votaron sí a la salida (y Gibraltar, de forma casi unánime, se postuló para continuar en la UE) hasta este sábado 1 de febrero de 2020 han transcurrido 1.318 días de incertidumbre para los gibraltareños y para los 9.000 trabajadores españoles que sostienen con su mano de obra el privilegiado sistema económico de la Roca. Tantos vaivenes produjo la negociación, tantas dudas surgieron durante estos casi cuatro años, que finalmente parece haberse instalado en la Verja un punto de resignación y esperanza. Quizás, después de todo, esto no sea tan malo como parecía. No es positivo, pero tampoco el infierno de Dante que se intuía aquel verano de 2016. 

Una conexión en directo para un informativo frente al Peñón. Una conexión en directo para un informativo frente al Peñón.

Una conexión en directo para un informativo frente al Peñón. / Jorge del Águila

Por lo pronto, el único cambio real que van a notar los ciudadanos hasta dentro de 11 meses es una bandera más y una menos en la Verja. No habrá variaciones para los trabajadores, los consumidores, las empresas, los inversores, los estudiantes ni los investigadores, tanto en la UE como en el Reino Unido y Gibraltar. Los británicos dejarán de estar representados en las instituciones, agencias, órganos y oficinas de la UE, pero el Derecho europeo seguirá aplicándose allí y en la Roca, al menos hasta ese 31 de diciembre de 2020. 

Este nuevo periodo es fundamental para el Campo de Gibraltar y para el Peñón porque Madrid y Londres tendrán que acordar cómo serán las relaciones entre ambos en el nuevo escenario. Para ello desarrollarán los Memorandos de entendimiento firmados por España y Reino Unido el 29 de noviembre de 2018. Estos documentos acompañan al Protocolo sobre Gibraltar, anejo al Acuerdo de Retirada del Reino Unido de la Unión Europea y suponen la creación de tres comités de negociación. El próximo 26 de febrero se crearán en Algeciras una Comisión de Coordinación del Memorándum de derechos de los ciudadanos, una Comisión de Coordinación Conjunta del Memorándum sobre cooperación policial y aduanera y una Comisión Técnica y de Coordinación del Memorándum sobre cooperación en materia medioambiental. Todo ello, para intentar que el divorcio de la UE al que Gibraltar se ha visto abocado tenga en una zona tan castigada por el desempleo, cuantas menos consecuencias negativas mejor. Que, aunque con la Verja de siempre en medio, predomine la buena vecindad. Que, después de todo, los dos bandos queden tan amigos.    

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