El socorro a Arcila, Tánger y Ceuta desde Gibraltar en 1524 (y II)

Instituto de Estudios Campogibraltareños

La operación militar puso de manifiesto el carácter de plaza de frontera de Gibraltar, cuya oligarquía tenía en la guerra una de sus actividades económicas fundamentales

Todo se realizó en un marco de buen entendimiento entre las coronas de Castilla y Portugal, dada la comunidad de intereses en África

El socorro a Arcila, Tánger y Ceuta desde Gibraltar en 1524 (I)

Vista de Tánger. Civitatis Orbis Terrarum (ed. Georg Braun, Amberes, 1577).
Vista de Tánger. Civitatis Orbis Terrarum (ed. Georg Braun, Amberes, 1577).
Francisco Javier Quintana Álvarez

19 de febrero 2024 - 02:00

Cierre de las operaciones

El 31 de agosto de 1524, Juan Valdés, patrón del navío Santiago, recibía en Málaga de Sebastião Álvares 54 cahíces y 4 fanegas y media de trigo para entregar al gobernador de Ceuta. Los auxilios de trigo y cebada enviados desde Málaga seguirían llegando con regularidad a las plazas africanas y suponemos que, habiendo decaído el estado de alarma, las compañías enviadas desde Gibraltar a Arcila y Ceuta no debieron mantenerse allí más del mes contratado, por lo que estarían de vuelta a finales de agosto y en torno al 20 de septiembre respectivamente.

A partir de este último mes, podemos constatar el cierre de algunas de las operaciones contratadas por Sebastião Álvares durante los momentos de máxima alarma en los meses de julio y agosto. El 8 de septiembre en Gibraltar, Jorge Domingues, patrón de la carabela Nuestra Señora do Cabo, ante el escribano Alonso de Andújar y siendo testigo el escribano Juan de Natera, otorgó poder a los marineros Gonzalo Báez y Antonio Montero para que en Málaga cobrasen de Sebastião Álvares los fletes efectuados a Tánger y Ceuta.

Poco más de un mes después, en una carta fechada el 12 de octubre de 1524, el rey don Juan III ordenaba a Sebastián Álvares que del trigo que la ciudad de Gibraltar debía a la de Ceuta se páaguese el sueldo de los 60 hombres que habían estado en la plaza y que habían sido despedidos por el gobernador, aunque no sabemos si se refiere a los hombres de Gibraltar uo a otros, ya que el número no coincide ni con los de la compañía de Sancho de Figueredo ni con los de la de Francisco de Mendoza. Por otra parte, el 11 de noviembre el capitán Juan de Tejeda cobró en Málaga de manos del factor nueve ducados y medio de la mejora de su sueldo y del alférez, cabos de escuadra y tambor. Por último, el 1 de diciembre, Jorge Domingues, otorgó recibo de 2500 maravedíes por cuenta del flete en que había llevado a la gente de Gibraltar a Ceuta en la carabela Santa María do Cabo. El 21 de noviembre Álvares pagó en Málaga los 76 ducados empleados por Sancho de Figueredo cuando envió la primera compañía de socorro a Ceuta.

Ya en el año 1525, en el mes de febrero, el factor Sebastião Álvares se trasladó de nuevo a Gibraltar para saldar las cuentas de lo empleado en el socorro de las plazas de África con el comendador Diego de Natera, que por entonces ya había fallecido, por lo que se las entendió con su hermano y albacea, el escribano Juan de Natera. Éste había pedido el 13 de febrero de aquel año a Juan de Pineda, alcalde mayor de Gibraltar, que realizara informaciones sobre los ochenta ducados que su difunto hermano tuvo que emplear de su propio peculio para compensar a la gente que había acudido a Gibraltar al socorro de las plazas del rey de Portugal, pero que finalmente no fue necesario que embarcaran, ocasión en la que testificaron el alguacil Hernán Darias, Juan de Suazo y Francisco de Mendoza el Joven.

Al día siguiente, 14 de febrero, Sebastião Álvares y Jorge Dias, escribano de la factoría del rey de Portugal en Málaga, se reunieron en las casas que fueron de Diego de Natera con Ana Hernández, su viuda, y Juan de Natera en presencia de Francisco de Mendoza.

El factor mostró un recibo de haber entregado al comendador 800 ducados para la compra del trigo que la ciudad de Gibraltar se había comprometido con el rey de Portugal y el gasto en otros servicios y se procedió a ajustar cuentas en base a los certificados de los almojarifes y recibidores de las plazas africanas, del libro del propio comendador y otros testimonios; en primer lugar, del pan comprado y enviado por dicho comendador, que montó un total de 1.483 fanegas de trigo enviadas a Ceuta y otras 240 a Alcacerseguer,; en total, 1723 fanegas “con 105 cahíces de cebada y tres cahíces y tres fanegas y media de trigo como se usa en los dichos lugares”, más las 40 fanegas que se cargaron para mantenimiento de la compañía que fue a Arcila, los 164 ducados empleados en el envío de la compañía de Francisco de Mendoza a Ceuta, con la ventaja de nueve ducados de sueldo para el alférez, cuatro cabos de escuadra y tambor, lo empleado en enviar a Jerez, Medina, Ronda y otros lugares para reclutar más gente y los 80 ducados empleados en compensar a los que finalmente no llegaron a embarcar más otros gastos en cartas y socorros a ciertas naves, entre ellas, la galera Santa Cruz, que había sido apresada a los franceses, por lo que al día siguiente, 15 de febrero, Sebastião Álvares volvió a casa de Diego de Natera e hizo entrega a Juan de Natera de 102.681 maravedíes en nombre del rey de Portugal para Ana Hernández y Francisco de Natera, hijo del comendador, de nuevo en presencia de Francisco de Mendoza y ante el escribano Alonso de Andújar. Todavía el día 16 de febrero, Juan de Natera seguía ocupado en los negocios de su difunto hermano, ese día él mismo certificaba, aen calidad de escribano del rey, al factor Sebastião Álvares que una partida de esteras de esparto que habían llegado a Gibraltar en la carabela de Jorge Domingues y habían quedado en poder del comendador para ser usadas en el transporte de trigo a las partes de África en servicio del rey de Portugal, estaban todas podridas e inservibles.

Grabado de época de la ciudad de Tánger.
Grabado de época de la ciudad de Tánger.

Portugal y el cabildo de Gibraltar

Los hechos que acabamos de exponer muestran una importante presencia de la corona portuguesa en Gibraltar durante el primer cuarto del siglo XVI a través de una encomienda de la Orden de Cristo puesto que la ciudad resultaba vital como retaguardia logística para las plazas norteafricanas. La oligarquía de regidores gibraltareños se mostraba espaecialmente interesada y comprometida con estas operaciones, incluso acudiendo a la guerra, ocasiones en las que encontraba no solo una compensación económica, sino también una vía para de alcanzar honores y méritos como medio de promoción social al servicio de un rey en su condición de nobles, aunque sea en la escala menor de hidalgos y caballeros.

Todo se realiza en un marco de buen entendimiento entre las coronas de Castilla y Portugal, dada la comunidad de intereses en África, alianza que se fortalecería en 1526 con el matrimonio entre el emperador Carlos e Isabel de Portugal, hermana de Juan III. Sin embargo, la implicación de la oligarquía gibraltareña en los intereses portugueses no tardaría en provocar un conflicto de fidelidad con la corona castellana, del que tenemos evidencia en la carta enviada el 5 de noviembre de 1527 por el cabildo de Gibraltar al rey de Portugal en la que expresaban “como esta çibdad tiene por priçipal cuidado las cosas que en estas partes se ofreçen que tocan al servicio Vuestra Alteza, está siempre en esta vigilancia”, y le informan que Juan de Illescas, “nuestro primo, uno de los regidores deste ayuntamiento, es el que por todos entiende en proveer y remediar todas las neçesidades de mantenimientos, gente y otras cosas que algunas vezes ay en estos lugares de África y las otras que en el pueblo corren del servicio de Vuestra Alteza” y que “un juez que aquí vino le condenó en suspensión del ofiçio de regimiento diçiendo que teniendo un ofiçio real del Enperador nuestro señor era comendador de la orden de Christus y criado de Vuestra Alteza”, confiscándole su hacienda, por lo que le pedían que recibiese a Illescas, que se dirigía a la Lisboa a entregarle traslado de la referida sentencia con el fin de que el rey intercediese ante el emperador para “no embargante el ábito pueda ser regidor pues con el oficio tiene mucho más aprecio para en el ayuntamiento hazer encaminar las cosas por el norte que conviene al servicio Vuestra Alteza, porque de otra manera es çierto que sería desvío y temor para los otros que quedamos”, lo que evidencia no sólo la solidaridad de todos los regidores con el compañero, sino también una comunidad de intereses económicos, militares y honoríficos que, a pesar de la alianza entre ambas coronas, resultaban incompatibles con sus funciones de gobierno en una ciudad del rey de Castilla.

Artículo publicado en el número 59 de Almoraima, revista de estudios campogibraltareños. Octubre 2023

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