Real Balompédica Linense - El Palo FC | La crónica

La Balona, de mal en mucho peor (0-0)

Facu Ackerman hace un gesto tranquilizador cuando va a ser introducido en la ambulancia

Facu Ackerman hace un gesto tranquilizador cuando va a ser introducido en la ambulancia / Erasmo Fenoy

Está escrito que a esta Balona 2023-24 todo lo que le puede salir mal le sale peor. Por eso lo mejor que puede suceder es que acabe cuanto antes esta temporada. Esta vez no solo firmó un sonrojante (por no utilizar un término más grueso) empate sin goles con El Palo, sino que en el desenlace del encuentro su guardameta Facundo Ackerman abandonó el Ciudad de La Línea en ambulancia después de ser arrollado por temeraria colisión por parte del visitante Aranda. Un preocupante accidente que eclipsó -porque siempre hay cosas más importantes que el fútbol- uno de esos partidos cuya reposición perfectamente podría sevir de amenaza para el más salvajes de los reos.

El Palo dio un paso de gigante hacia el descenso con su empate. Lo preocupante a esta lado de la historia es que la Balona no fue mejor en ningún momento a un equipo que se cae de esta paupérrima Segunda Federación. Sencillamente porque los linenses se van a quedar en ella (habrá que creerlo así) de purito milagro.

A este paso, el Balona-Cartagena B de dentro de dos semanas va a tener que ser rodeado de esas maniobras que tanto le gustaban a Alfredo Gallardo cuando llegaban estos compases finales de la competición. Entradas a un euro (aunque resulta complicado pensar que alguien sea capaz de realizar semejante desembolso por ver lo que se ve) para respaldar al equipo albinegro en su lucha por no dar con sus huesos en Tercera Federación. Y aún habrá quien piense que la permanencia habrá que celebrarla como el día del Andorra. Como si fuese un logro. Basta remontarse a aquella rueda de prensa de presentación en la Peña Balona del pasado verano, en la que casi se hablaba de que el play-off era un premio menor para que resulte complicado entender cómo ha llegado el equipo de La Línea a esta lamentable situación.

Claro que visto lo visto, igual sí que hay argumentos. Es cierto que se le están cayendo jugadores por días, pero ni eso justifica el partido que hizo el equipo de Antonio Fernández Rivadulla (cuyos números empiezan a merecer un análisis) ante El Palo. En realidad no fue mucho peor que el escenificado ante el Vélez hace dos semanas. Pero a la diferencia de entonces, los jugadores del equipo de la barriada marinera lograron mantenerse en pie hasta el último segundo. Y ante eso la Balona no es capaz ni de hacer un gol. Que aún habrá que escuchar aquello del dato positivo de que dejó el marco a cero. Al tiempo.

No aporta la Balompédica un desborde, un gesto, una falta tirada con verdadera intención.... que lo más parecido que hizo Benito del Valle a una parada fue un lanzamiento de Pitu muy flojito, que hubiese detenido cualquier aprendiz. El partido era a ratos muy malo. Y a ratos aún peor. Si el estadio no está vacío es porque esta centenaria entidad cuenta con una legión de fieles (cabales, como les bautizó el maestro Reinaldo Vázquez) que acuden como autómatas cada vez que se les convoca. Porque futbolísticamente no existe un solo argumento que justifique su presencia en las gradas.

El primer tiempo fue infumable. Un pésimo homenaje a dos realmente grandes (Diego Tinajero y Paco Vallecillo) que habían sido reconocidos en el prólogo. Que basta girar la cabeza dos veces para preguntarse por qué visten algunos de los de ahora la misma túnica albinegra que portaron esos dos no hace tantos años. No lo intenten, no hay respuesta.

Pero lo que venía después del descanso fue aún peor. Rivadulla lo intentó con tres centrales, con Nando Copete y meneando el equipo como el que lo mete en una coctelera, a ver si sale algo. Seguro que él sabe lo que busca. Pero desde fuera parece un misterio. Y al final no sale nada, claro. Ya lo dijo Mere y entonces sonó como una renuncia. “No nos da”. En cristiano: no hay más cera que la que arde.

Tanto es así que en el último rato el que quiso ganar fue el Vélez, amparado en la falta de fuerzas que ya es legendaria de los albinegros en el tramo final. Después del 80' el conjunto malagueño se metió en el medio campo de una Balona desdibujada, apática, que a ratos parece jugar a cámara lenta. Desesperantemente lejos de esa imagen de Recia que los que peinan canas tienen en su retina.

En el 84' Christian Jiménez estrelló un auténtico chupinazo en el larguero y cuando aún no se había repuesto la grada del susto, en el 89', un linier anuló lo que ahora se llama ataque prometedor de los de casa por un fuera de juego más que discutible. Pero muy discutible. Lo dicho, todo lo que puede salir mal, sale aún peor.

Después llegó el encontronazo de Ackerman. El susto, del que de momento llegan mensajes tranquilizadores. Ya con el debutante Adri Romero en el césped la volvió a tener Christian Jiménez, pero lanzó alto.

Hasta después del final demostraron más amor propio los de El Palo. Unos pocos se fueron al suelo. Derrotados. Los de casa (y no solo los futbolistas) abandonaban el recinto como si de día más en la oficina se tratase. Tres jornadas y esta Balona aún no ha sellado matemáticamente la permanencia en una categoría que futbolísticamente deja en paños menores a la Casa de los Horrores. Resulta complicado escribirlo. Pero anda que entenderlo.

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