El Palo FC - Real Balompédica | La crónica

La Balona firma un triunfo de supervivencia (0-2)

Los jugadores y los aficionados de la Balona posan juntos tras el triunfo

Los jugadores y los aficionados de la Balona posan juntos tras el triunfo / Carlos Guerrero

La Real Balompédica Linense se especializa en salir de las emboscadas que ella misma se había ido tejiendo. Y, además, en hacerlo con victorias a domicilio. Si hace dos meses le tocó calmar las aguas turbulentas en su visita al Mirandilla, esta vez fue en la barriada malagueña de El Palo, donde los linenses ofrecieron una tesis de cómo adaptarse a un campo imposible (pequeño y de césped sintético) y, a base de oficio, porque en el San Ignacio hablar de fútbol es poner el listón muy bajo, obtener una victoria que por el momento en el que se produce y por lo que supone para el sprint final de 2023 vale su peso en oro.

Hay momentos y escenarios en los que solo importa el resultado. Y este El Palo-Balona era uno de ellos. El equipo de La Línea supo leer la situación y el escenario y se trajo en la bodega de su autocar tres puntos que le mantienen a tiro de un partido de la zona alta y, lo que es más importante, guillotina una caída por la tabla del grupo IV de la Segunda RFEF que comenzaba a ser un mal presagio. Y puesto a decirlo todo, ganó por primera vez en un terreno de juego en el que no lo había hecho nunca. Que siempre está bonito.

Baldomero Hermoso Mere, que siempre se reserva un as en la manga, sorprendió (lo justo) con su alineación, adaptada también a las circunstancias. Formó con dos nueves, que era más que previsible a la vista de las dimensiones del campo, pero prescindió de Miguel Cera en el costado derecho de la zaga para jugar con Morcillo y Sergi Monteverde como centrales y Diego Jiménez en el lateral.

Los visitantes (conscientes de que un tercer resultado adverso podía ennegrecer los nubarrones que comenzaban a aparecer en el horizonte) hicieron un ejercicio de supervivencia y después de esos minutos de estudio mutuo que suele producirse en casi todos los comienzos dio el primer estacazo, que ya había llegado precedido de un aviso de Atidane Santana. Diego Jiménez remató en el segunjdo palo un balón magistral de cuchara de Santi Jara y puso a la Balona por delante. Los linenses ya tenían el partido donde pretendían.

A partir de ese momento se jugó como quería la Balompédica, ordenadita y sin precipitarse. Sabiendo dónde jugaba y contra quién. Sin cometer el error de querer hacer filigranas. Al más puro estilo Mere.

Es cierto que un par de veces llegaron los paleños con peligro, pero una vez se encontraron con ese valor seguro que lleva por nombre Facundo Ackerman y en otra el balón se marchó muy cerquita del poste, si es que no lo tocó.

El primer periodo estaba ya en los que se suponen los minutos de la basura cuando los albinegros sacaron el descabello. Después de una larla cabalgada, la Balona perdió el balón dentro del área rival, pero los malagueños se atorrullaron. Fran Carbià anduvo listo y acabó mandando el esférico al fondo de la red. El 0-2, vista la resistencia opuesta por lo de casa, se antojaba ya casi definitiva. El tarraconense pasa a convertirse en el mejor artillero de la Balompédica, ahora en solitario.

En el intermedio el entrenador balono se encontró con una adversidad. Santi Jara había sufrido un pinchazo y tuvo que dejar el partido. Al final la decisión de Mere de protegerle en los diez últimos minutos de la pasada jornada tenía más argumentos de lo que entendieron la grada y los informadores. El preparador portuense dio entrada a Miguel Cera, pero incrustrado en la medular, sin descomponer el dibujo inicial de la retaguardia.

De no ser por cuestiones estadísticas, si la segunda parte no se hubiese jugado nadie la hubiese echado de menos. El Palo sabía que la misión de la remontada era casi una quimera y la Balompédica jugaba cómoda, a verlas venir, como más le gusta. Un partido profesional, serio, con oficio de los visitantes, que lograron un triunfo incontestable. Ahora bonito, lo que se dice bonito, pues como que no. Porque pedir eso en el San Ignacio es hasta injusto.

Aún así poco antes del cuarto de hora Sergi Monteverde se adelantó a todos tras un saque de esquina botado por Javi Pérez y cabeceó bien abajo, pero le salió muy centrado, justo donde estaba Benito del Valle, que atenazó.

A renglón seguido el técnico local llevó los obligados cambios, dando entrada a dos hombres de carácter ofensivo, entre ellos, el exbalono Santi Luque. Repetiría diez más tarde, con el mismo sabor a brindis al sol.

La hinchada local reclamaba un paso más a sus hombres, pero su derrota no era una cuestión de implicación, sino de impotencia. Da la sensación de que esa plantilla tampoco da para mucho más. Igual que a estas alturas hilvane seis jornadas sin vencer, no haya ganado más que un partido en casa y que enlace tres derrotas consecutivas ante su público son algo más que indicios.

Cuando el partido parecía haber entrado ya en punto muerto, un centro al segundo palo permitió a Santi Luque disfrutar de la oportunidad de volver a meter a su equipo en la pelea, pero se interpuso el cuerpo de Diego Jiménez, oportuno toda la mañana. Hasta en una acción poco después en la que cortó un ataque prometedor con las manos. Notable alto una vez más. Si cotizase como marca en el IBEX 35 todos los meses repartiría beneficios.

El tramo final fue un trámite, salpicado de alguna tarjeta siempre inoportuna. La Balona gana y lo hace, por cierto, sin João Pedro, que vio el partido desde el banquillo. El resultado concede a esta Balona envuelta en continuas mociones de censeura una semana de tranquilidad. Que visto lo visto, ya es mucho.

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