Real Balompédica Linense

Amigos y residentes en Bilbao

  • Este miércoles se cumplen cinco años de la histórica visita de la Balona a San Mamés

  • El resultado (6-0) pasó desapercibido ante el cariñoso trato de la afición del Athletic

Los aficionados de la Balona, en la zona en la que fueron ubicados en el Nuevo San Mamés

Los aficionados de la Balona, en la zona en la que fueron ubicados en el Nuevo San Mamés

El 16 de diciembre puede parecer un día como otro cualquiera en el calendario  de la centenaria Real Balompédica Linense, pero la realidad es que desde 2015 tiene un regusto muy especial. Este miércoles -curiosamente el día en el que el Covid ha impedido a los linenses medirse al Haro en el torneo del KO- se cumplen cinco años desde que el equipo albinegro visitó San Mamés para enfrentarse al Athletic Club en el partido de vuelta de los dieciseisavos de final de la Copa del Rey. Una eliminatoria sin equilibrio deportivo alguno que, sin embargo, sirvió para establecer entre las dos hinchadas unos lazos que perduran y, casi con total seguridad, perdurarán en el tiempo. Desde esa inolvidable noche tanto el Athletic Club como la ciudad de Bilbao tienen un embajador dentro de cada balono de bien.

El tres de diciembre de aquel 2015 el equipo que entrenaba Ernesto Valverde ya había dejado garantizada la clasificación ante 8.000 espectadores y en una noche que recordaba a los añorados trofeos Ciudad de La Línea con un 0-2 en el Municipal que se sabía irremontable. Más aún cuando el técnico rojiblanco decidió alinear en el encuentro de la vuelta a su mejor once. "Una muestra de respeto", recalcó en la rueda de prensa posterior al compromiso en San Mamés.

El resultado adverso no arrugó a los incondicionales de la Real Balompédica, que en un número superior al medio millar se cruzaron España de punta a punta para poder presenciar in situ la histórica visita de su escuadra a La Catedral.

La noche previa al encuentro ya hubo autocares que emprendieron el camino de ida, durante la madrugada lo hicieron numerosos turismos y poco antes de las siete de la mañana el aeropuerto San Pablo de Sevilla recordaba a una céntrica calle de La Línea en hora punta. Luego, en el avión, había un interés especial en hacer saber a la tripulación, con un orgullo inabarcable, que la mayor parte de los presentes iba "a ver a la Balona ".

Una vez en la capital vizcaína los linenses se distribuyeron por diferentes zonas del casco, pero en todas recibieron un trato que aún cuentan en las tertulias futboleras o no tanto. El hotel en el que el equipo había montado su cuartel general tuvo a bien colocar en su entrada una bandera con los colores albinegros, que saludó la visita de uno los nombres más ilustres de la historia de ambas entidades: Carmelo Cedrún, quien fue recibido entre numerosas muestras de cariño y que más tarde presenció el duelo desde el palco. "Nunca imaginé que vería a mi Balona  en San Mamés, es algo muy emocionante", comentó el veterano exentrenador de la Balona, que ahora acaba de cumplir noventa  años. O eso, al menos, afirma su DNI.

Mucho, muchísimo antes de que arrancase el encuentro, los alrededores de la Catedral estaban llenos de linenses, que agotaban las baterías de sus móviles a base de selfis en un intento de llevarse el recuerdo de que ellos sí habían disfrutado de ver en ese incomparable marco al equipo que había construido el siempre presente Alfredo Gallardo para que el actual preparador del Europa de Gibraltar Rafa Escobar lo llevase a cumplir lo que acabó por convertirse en un sueño, después de eliminar a Recreativo de Huelva (1-0), Talavera (0-2) y Ebro (2-0).

Un día tan desbordante de felicidad no podía tener mejor fin que el que tuvo. Mientras miles de linenses seguían el partido por televisión, los que estaban en las gradas fueron partícipes de una muestra de cariño inabarcable. "Lo que convierte el partido en extraño es que el comportamiento de la afición de casa haya conseguido que el resultado quedase reducido a la condición de anécdota", explicaba este periódico en su edición impresa del día siguiente, en una crónica titulada "Y el resultado nos da igual".

"San Mamés se encariñó con los de La Línea, a los que arropó para suavizarles la amargura del resultado. El público, y eso está al alcance de muy pocos, entendió que el fútbol no era más que una fórmula para hermanar dos ciudades y dos aficiones que la lógica señalaba que estaban llamadas a no encontrarse. Y, paradojas de la vida, el Athletic ocupa, desde anoche, un lugar privilegiado en el corazón de los balonos de pro".

"San Mamés había unificado a las dos aficiones y después del pitido final los jugadores del Athletic regresaron corriendo a la caseta para dejar solos en el semicírculo a los pupilos de Rafa Escobar, que escucharon una atronadora ovación de los diecisiete mil bilbaínos que habían acudido al encuentro, al tiempo que los suyos, mientras se les escapaban no pocas lágrimas, se dejaban la garganta cantando aquello de 'oé, Recia oé' que había retumbado entre esas paredes desde horas antes", decía la reseña más adelante.

La Policía cumplió escrupulosamente con el protocolo e hizo que los balonos permaneciesen en sus localidades casi media hora antes de abandonar el estadio. Lo que no podían ni imaginar estos es que pasado ese tiempo un numeroso grupo de seguidores del Athletic les esperase a las puertas para hacerles un pasillo en una penúltima muestra de reconocimiento y cariño.

Aquella noche de hace ya cinco años la Balona  formó con: Mateo; Manu Palancar, Robereto Chen, Joe, Javi Gallardo; Juampe, Carlos Guerra (Ximo Forner, 58'), Ismael Chico, Zamorano (Canario, 54); Maurí y Copi (Buitrtago, 54').

Por cierto, el encuentro acabó con triunfo local por seis goles a cero, pero el resultado, queda dicho, daba igual.

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