Analisis: España llega a su luna en Gibraltar
La visita de Moratinos se divide entre los que la interpretan como un reconocimiento a la soberanía del peñón y los que consideran "un pequeño salto" para el ministro "y un gran salto para la política española"
El periódico más importante del lugar celebró la visita como la llegada a la Luna. "Un pequeño paso para Miguel Ángel Moratinos, pero un gran salto para la política española", llamó el diario The Gibraltar Chronicle la histórica visita del ministro de Exteriores español al enclave británico.
A fin de cuentas, es la primera vez en más de 300 años que un representante del gobierno de Madrid pisa el peñón, conquistado por los británicos en 1704.
Para muchos de los aproximadamente 30.000 habitantes del lugar la visita implica el reconocimiento de Gibraltar, pese aún a que Moratinos evitó explícitamente dar esa impresión. No aterrizó por ejemplo en el aeropuerto del diminuto enclave, sino en Jerez de la Frontera, a unos 100 kilómetros, desde donde continuó su viaje en un automóvil.
La ruta lo llevó a cruzar la frontera que el dictador Francisco Franco había cerrado ya en 1969, para intentar infructuosamente recuperar el control del peñón. Sólo en 1985, diez años después del regreso de la democracia a España, se volvió a abrir el pase.
Pero Moratinos también pudo notar que la gran mayoría de los habitantes de Gibraltar siguen sin querer saber nada de la exigencias españolas respecto al enclave. Las fachadas de las casas estaban adornadas con el Union Jack, el estandarte británico.
Entre tanto, ya han transcurrido 305 años desde que el almirante George Rooke se hizo con el control del estratégico peñón en el estrecho entre África y Europa. Los gibraltareños siguen sin embargo sientiéndose una cosa en primer lugar: británicos.
Y lo muestran claramente. Los bobbys, con el típico atuendo de los policías londinenses, dirigen el tránsito en las calles, y los restaurantes de la Main Street sirven Fish and Chips, mientras los pubs venden Guinness.
Aunque sí hay algunas diferencias claras respecto a las islas británicas. El sol del sur de Europa quema con fuerza y en Gibraltar se conduce por la derecha. Y además de inglés, los habitantes hablan un español fluido, con un fuerte acento andaluz.
Pese a ello, el 99 por ciento de la población votó hace siete años por continuar bajo soberanía británica en un referéndum, sólo 187 personas votaron a favor. Y también la propuesta de Madrid de una soberanía compartida fue rechazada.
Sin embargo, antes de reunirse con el gobernador del peñón, Peter Caruana, y con su homólogo británico, David Miliband, Moratinos dejó clara la postura de su Ejecutivo. "España nunca renunciará a Gibraltar", dijo. Ello, agregó, no implica que no se pueda mejorar la cooperación con la colonia británica, algo que es un anhelo central de los gibraltareños, así como de muchos españoles al otro lado del estrecho.
Las críticas le llovieron a Moratinos en casa. Su visita es un "terrible error" y una "traición histórica", le espetaron representantes del Partido Popular. La posición de la oposición es que Madrid reconoce "de facto" a Gibraltar con la visita del ministro y que sienta un "precedente peligroso".
Pero también en Gibraltar el chief minister Caruana tuvo que hacer frente a las críticas. La oposición socialista en el Reino Unido y los nacionalistas le reprocharon que la visita deja paso al "usurpador", España, para demostrar sus pretensiones sobre el peñón.
El tema de la soberanía fue también dejado de lado de forma explícita para el encuentro del trío. Es bastante probable que no ocurra nada en ese sentido en tiempos próximos.
Una leyenda sostiene por otro lado que Gibraltar será británico sólo mientras todavía haya monos en el peñón. Sin embargo, los abundantes primates del enclave se han reproducido constantemente en las partes más altas del peñón, a 425 metros de altura. Algunos tuvieron incluso que ser sacrificados, ya que su número empezaba a ascender de forma amenazante.
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