A vista del Águila

El día de Reyes

  • El día de Reyes cierra el ciclo de la Navidad. En la ciudad siempre se ha celebrado de forma especial y Miguel Ángel Del Águila tampoco dudó en retratarlo

Belén de la parroquia del Corpus (1974).

Belén de la parroquia del Corpus (1974). / Miguel Ángel del Águila

Las festividades de Navidad se organizan en ciclos menores de duración parecida. Tras el 25 y el 31 de diciembre, el 6 de enero se celebra el día de la Epifanía, que pone fin al periodo festivo. En los años en los que el fotógrafo quiso plasmar en imágenes su particular testimonio de la ciudad, las costumbres eran diferentes, pero la esencia era la misma que hoy.

La figura de los magos de Oriente ocupaban un lugar destacado en los nacimientos y aunque apenas se arrastraban latas que ahuyentaran a un gigante Botafuegos del que apenas se tenía noticia, la víspera de Reyes los ciudadanos salíamos en masa a las calles del centro entre cuyas esquinas discurrían manejables carrozas donde las coronas y las puntas de las estrellas rozaban los adornos de luces que con grandes bombillas de bajo voltaje colgaban de tensos alambres sujetos a salientes y balcones.

Tras una noche de serpentinas y papelillos, de carbón de azúcar y morcillas de chocolate, de sueños desvelados y comida apartada para los camellos, la mañana amanecía con cajas cubiertas de sobrios envoltorios y con la misma ilusión en unos ojos infantiles de muchos que hoy son padres y repiten la tradición con sus hijos.

Ya vienen los Reyes

… por el Arenal. Esa era la letra del villancico que quizás de manera consciente recrearon las manos que diseñaron este nacimiento. Corría la navidad de 1974 cuando Miguel Ángel Del Águila se desplazó hasta la iglesia del Corpus para retratar el belén que se había montado en la parroquia de la Cuesta del Rayo. Todo parece lo mismo, pero no es lo mismo. La misma intención, los mismos motivos, las mismas escenas.

Bajo el techo de escayola de la iglesia, curvado por el gran angular de la toma y ante una tensa tela que simula un fondo azul celeste, se representa la escena de los Reyes Magos caminito de Belén. Cuando se tomó la imagen, el camino estaba ya prácticamente hecho. Se solía adelantar la posición de las figuras conforme pasaban los días de la Navidad y aquí el paje de Melchor se encuentra casi a las puertas de un portal sin puerta ni techo, presidido por un ángel que abre alas y brazos sobre la escena de la natividad.

En el suelo se han borrado las huellas de los diarios avances y alumbran gruesas bombillas camufladas por césped natural y montañosos fondos de papel encolado. Acículas de pino, hojas de carrizo, arena de la playa, lienzos de escayola forman un escenario donde se mueven pastores y labriegos, campesinos y caminantes: figuras de barro entre pozos y posadas, arroyos y montañas coronadas por anunciadores bíblicos que cada año daban luz desde la penumbra, colocados por manos que permanecen solo en el recuerdo.

Visita real al Punta Europa. Visita real al Punta Europa.

Visita real al Punta Europa. / Miguel Ángel del Águila

Visita real al Punta Europa

En la Epifanía de 1981, Miguel Ángel Del Águila subió la larga cuesta del hospital para plasmar la visita de los Reyes Magos a sus dependencias. Junto a un calendario recién estrenado, armarios, archivadores, e iluminados por la luz que salía de la cámara, posa un sonriente Melchor de barba blanca y un Gaspar con faraona al uso. Entre ambos, Baltasar muestra su tez embadurnada de betún que brilla ante el artificial fogonazo.

El personal sanitario se muestra sonriente con uniformes de femeninos cuellos a la caja y masculinos de pecho más abierto. Felpas a juego, rebecas arremangadas y jerséis de pico que visten manos que descuelgan auriculares en suspenso. Coronas de plástico, armiños de recortes, lazadas con aplicaciones, capas de raso, túnicas de brillo, pespuntes artesanos que familiares manos remataron horas antes; guantes negros, guantes blancos, manos que se ocultan formando un vestuario en las antípodas de los ficheros y expedientes que se abrían en mesas que por un momento dejaron aparcadas las urgencias, las prescripciones y los informes.

Durante un instante, el falso oropel de la puesta en escena se solapa con la gestión hospitalaria; las sonrisas barruntan la llegada de los regalos en un espacio poco habituado a ellos y la noche se convierte en casera antesala de bondades, donde el falso armiño y el plástico de las coronas columbran la autenticidad de la esperanza.

Mañana del día de Reyes (1976). Mañana del día de Reyes (1976).

Mañana del día de Reyes (1976). / Miguel Ángel del Águila

La mañana de Reyes

El seis de enero siempre ha sido el día de los niños. Más de cincuenta años deben de tener los que aparecen en esta fotografía tomada por Miguel Ángel Del Águila en 1976. Sobre los blancos babis y los redondeados cuellos de algodón, los rostros muestran la ilusión de un momento repetido con la constancia de los ritos más bondadosos.

En la guardería de los Pastores, una docena de críos apenas tienen espacio para moverse entre los juguetes que cubren las mesas donde días antes coloreaban, pintaban y empezaban a practicar la caligrafía. Labios apretados, bocas de emoción y miradas que no saben adónde mirar: Pizarras donde escribir siguiendo el reclamo de recordados concursos televisivos; enormes cajas con vajillas de plástico, cocinas de plástico, aderezos de plástico; coches con disparejos tripulantes; muñecas Lissi de Guillem y Vicedo; Monopolis; juegos de Axtérix; coches de la Cruz Roja y equipaciones completas de cinematográficos sheriff. Ningún cable, ningún teclado, ninguna pantalla.

Eran tiempos en los que muchos juguetes servían para potenciar la imaginación, eran instrumentos con los que recrear nuevos mundos en los que esas miradas se podían sentir protagonistas de unas historias que hoy forman parte de la intrahistoria de muchos que cada mañana de Reyes llenamos de regalos las mesas para que nuevas bocas se aprieten de emoción y nuevas miradas no sepan adónde mirar de tanto bueno.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios