Último sábado de Feria: la fiesta que muchos hacen realidad
Mientras las calles se llenan de alegría, cientos de personas hacen posible con su trabajo que la feria brille hasta el último minuto
Galería: Fotos del tradicional concurso 'Paseo a Caballo' en la Feria Real de Algeciras 2025
El último día de Feria tiene algo de despedida y de celebración extrema. Las calles del recinto ferial de Algeciras bullen desde temprano. Es el último día para vestir de gitana, para lucir los lunares y volantes con ese orgullo andaluz que no se apaga ni con el calor. También es el gran día del caballo: hay concurso, entrega de premios y, por tanto, más caballistas que nunca llenando de arte y compás el paseo.
Pero mientras muchos apuran la última copa de rebujito, disfrutan en los cacharritos o bailan por sevillanas una vez más, hay quienes no se permiten bajar el ritmo. Son los que han hecho posible esta Feria: los que no salen en las fotos, los que apenas pisan una caseta como clientes. Ellos, desde la sombra, hacen posible esta fiesta.
Jesús Tirado, técnico de sonido en la caseta municipal y propietario de Mariner 9, vigila el acto desde su móvil. Parece distraído, pero no: ahí lleva su mesa de control. “La suerte de las modernidades”, dice con media sonrisa. Cada jornada es distinta para él. Hay días que empieza a las tres y termina a las once, otros que se alargan hasta la medianoche. “En la municipal hay muchos eventos. Hay un poco más de jaleo, pero estoy mejor, más tranquilo”.
Como él, Francis, camarero en la caseta de Portuarios, apenas tiene tiempo para sentarse. Viene desde Utrera, con el catering La Jaca, y forman un equipo de 40 personas. Con tres libretas de cuadros va apuntando flamenquines, jamón, calamares… lo que toque. “La mejor comida de la feria”, le grita un cliente entre risas. Estiman que sirven mil platos al día. “Las hambres son muy malas”, dice con humor, sin dejar de moverse.
Mientras tanto, Marina y Lourdes, trabajadoras de Algesa, reponen bolsas en las papeleras. Han pasado toda la semana asegurando que las calles estén limpias. Son parte de una plantilla de nueve personas, divididas en tres turnos de siete horas. “Nos cuidan muy muy bien, cada poco nos están dando agua fresquita y refrescos, la verdad es que estamos muy contentas”, cuentan. Ellas, junto con camiones de recogida y de agua a presión, son esenciales para que la ciudad efímera que se levanta en la feria no pierda su brillo.
La seguridad también es importante. Desde la Policía Local aseguran que, salvo momentos puntuales, como una pelea que terminó con un joven trasladado en helicóptero, “estamos teniendo una Feria muy tranquila”. El dispositivo ha llegado a desplegar hasta 130 agentes, con filtros de seguridad, patrullas motorizadas y puntos estratégicos vigilados las 24 horas.
La Policía Nacional también ha estado muy presente, patrullando tanto por la zona baja de las casetas como en la parte alta de los cacharritos. “La seguridad está muy cubierta. Siempre hay sus incidentes, sobre todo por la noche, cuando la gente bebe”, contraponen. Son en torno a 38 efectivos los que se han desplegado el último día. Su labor ha sido, sobre todo, preventiva, dando sensación de seguridad constante.
En el retén del recinto, en el llamado punto azul, trabajan codo con codo Policía Local, Nacional, Protección Civil, punto violeta y bomberos. Estos últimos, como Fran, Fran y Sebastián, son la avanzadilla en caso de que se produzca algún problema durante la Feria que requiera al equipo. “Por suerte, solo ha habido cosas menores, como personas encerradas en cuartos de baño”, cuentan. Pero su presencia constante garantiza que todo fluya.
También ha tenido un papel clave el Punto de Información a la Mujer, con Mari Ángeles Bullido, abogada, y Juan Antonio Salvador, trabajador social, en el retén del recinto ferial. Su labor ha sido informativa y preventiva, enfocada en una “Feria libre de violencia”. “La gente ha respondido muy bien”, aseguran. Han repartido tapavasos para evitar la sumisión química, han ofrecido citas para el centro de la mujer y difundido teléfonos de emergencia, tanto aquí como en el botellón de Magallanes.
La movilidad también ha sido clave. Elisabeth, taxista, resume: “Este año ha habido más gente que el pasado. La gente está más concienciada con dejar el coche en casa”. Ha trabajado entre 14 y 15 horas al día, como muchos de sus compañeros, hasta 200 taxistas diarios han estado al servicio de quienes querían disfrutar esta fiesta.
Raúl Ocaña, presidente de la caseta Los Palmeros, lleva desde el 26 de mayo en el recinto ferial. “Para mí esta caseta es mi vida”, dice emocionado. Socio desde su nacimiento, su historia personal y familiar está ligada a estas paredes de lona y alegría: se enamoró de la hija de otro socio, se casaron, y sus hijas también se crían en la caseta. “Al principio empecé con mucha ilusión porque los mayores nos cedieron el testigo. Hoy en día noto cada vez más la responsabilidad”, confiesa. La caseta, una extensión del salón de su casa, se convierte durante siete días en el centro de la convivencia familiar. “Esto es una gran familia”, dice con orgullo. Y como toda gran familia, requiere compromiso, coordinación y entrega.
Cuando el sol cae, el aire se vuelve más fresco y las casetas se llenan. La gente baila, se ríe, se abraza. En las tómbolas se oyen risas, en los cacharritos gritos. Es la última oportunidad para exprimir la Feria hasta el último sentío. Y justo a medianoche, el broche de oro: los fuegos artificiales que pintan de colores el cielo.
Y mientras disfrutamos esta última jornada en el ferial, no podemos olvidar a quienes han estado ahí desde el primer día. Los montadores, feriantes, cocineros, porteros, vendedores, conductores de autobús, autoridades, asociaciones, músicos, bailarines, modistas, personal de pirotecnia, Protección Civil… Y también, cómo no, los compañeros de medios, redactores y camarógrafos que han sudado de caseta en caseta para contar esta historia a la ciudad, a la comarca, al mundo.
Cada sevillana bailada, cada plato servido, cada noche segura ha sido posible gracias a quienes han trabajado sin descanso. Ellos, los que silenciosamente están en cada rincón, son el verdadero sostén de esta Feria. A ellos, todo el agradecimiento. Porque sin ellos, la magia no sería posible. Solo queda apurar el último baile, brindar una vez más y empezar a soñar con la próxima Feria.
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