Historias de Algeciras

La Sociedad de Socorros Mutuos Marítimos

  • El organismo tenía la benéfica misión de paliar los peligros y terribles resultados de las extremas condiciones que soportaban los trabajadores portuarios, llamados 'camalos'

Trabajadores del Puerto de Algeciras de la época.

Trabajadores del Puerto de Algeciras de la época.

En una reciente entrega de Historias de Algeciras se relataba la presencia en nuestra historia local de la autollamada Sociedad Humanitaria Santa Elena. Y mientras esta última comenzaba el nuevo siglo brillantemente, la otra cara de la moneda del movimiento gremial la constituía el Centro Obrero de Algeciras. Inútil intento de impulsar la educación de los jornaleros, creando para ello una escuela en el habitáculo (hoy, capilla de San Isidro) propiedad por entonces de la familia Cassinger Bonany. Aquella breve aventura finalizó cuando el administrador del citado inmueble, Francisco García Palacios, recibió la orden para “proceder por impago a solicitarle al responsable del Centro Obrero de Algeciras, Manuel Lara, a que le entregue la llave del edificio arrendado; hecho éste que se efectuaría en el domicilio del citado situado en la calle Tarifa”. El exiguo jornal de estos pobres trabajadores marcó la diferencia con otros colectivos.

Desgraciadamente para las iniciativas encaminadas hacia la protección gremial en Algeciras, los magníficos resultados de la Sociedad Santa Elena resultaron ser toda una excepción. La humanitaria sociedad, liderada por el barbero González Olmedo, no fue la primera que vio la luz en nuestra ciudad; varios años antes de su constitución, concretamente en 1878, se creó la Sociedad Marítima de Socorros Mutuos, cuyo origen estuvo en la benéfica intención, según sus estatutos, de “paliar los peligros y efectos resultantes de las extremas condiciones de trabajo de los cargadores del fondeadero algecireño”. Y no era para menos dada la gran peligrosidad con la que aquellos pobres jornaleros -popularmente conocidos como camalos- ejercían diariamente su actividad; valga como ejemplo lo que un documento consultado recoge sobre el particular: “El último lunes, tuvo la desgracia de caer a la bodega de uno de los vapores de Ceuta, produciéndose graves contusiones, un pobre marinero de ésta localidad. En delicado estado fue conducido al Hospital de la Caridad, desde el cual no ha podido ser trasladado a su domicilio, por hallarse de bastante gravedad”.

Aquella Sociedad Marítima nació de la mano de los populares industriales y propietarios locales: José Castillo Durán, Santiago Trélles Ruiz y Domingo Lamolda López. Castillo Durán, quién después adquiriría su presidencia, era un hombre luchador y beligerante contra las injusticias; recordemos la controversia que surgió por aquellos años entre el popular Café Castillo que él mismo regentaba, y la recientemente establecida en nuestra ciudad Compañía del ferrocarril.

El citado local se encontraba ubicado en la calle San Quintín a continuación del muelle nuevo. Una mañana, cansado de soportar frente a su establecimiento la descarga de arena de los vagones de la compañía del ferrocarril, con la consiguiente entrada de la misma en su local, y tras no pocas quejas enviadas a los responsables de la toda poderosa The Algeciras-Gibraltar Railway Company Limited, se dirigió con rapidez a denunciar, informando, según se recogió en acta: “Que ha recurrido a las autoridades locales exponiendo sus quejas por estos perjuicios, y aunque ignora si dichas autoridades han hecho reclamación alguna a la dirección de la compañía para que cese el abuso, es lo cierto que en este momento han colocado unos vagones delante del café, llenos de arena y puede apreciarse bien los perjuicios y las molestias que la descarga le proporciona...”.

El Café Castillo era propiedad de José Castillo Durán. El Café Castillo era propiedad de José Castillo Durán.

El Café Castillo era propiedad de José Castillo Durán.

Prosiguiendo la denuncia: “Una vez en el Puerto y ante testigos, frente al café de su propiedad y delante del mismo, había en efecto cuatro vagones de los llamados bates llenos de arena gruesa o zahorra, y al poco de tiempo empezaron la descarga de dichos vagones, subiéndose a cada uno cuatro hombres desde arriba con palas para tirar la arena o zahorra al suelo, causando un polvo y una atmósfera en el café muy molesta”.

Finalizando el documento consultado: “Notificado el capataz de los molestos trabajos -quién dijo llamarse Manuel Ompanera-, del acto que estaba realizando para que lo comunicara a sus jefes […] manifestó que él era un trabajador, y que no tenía más que hacer que lo que le mandaran sus superiores”. Era una lucha desigual entre David y Goliat pero tuvo los redaños de plantearla, aunque también es cierto que el resultado final no fue coincidente con el bíblico. La descarga de áridos siguió produciéndose.

En cuanto al futuro vicepresidente, Santiago Trélles Ruíz, era miembro junto a sus hijos: José y Rafael Trélles López, de la también sociedad denominada Trélles y Compañía. Siendo el objeto de esta: “La compra y venta de comestibles y otras especies propias de esta clase de establecimientos”. Para lo cual abrirían su local en la esquina que conforman las calles Ánimas y Jesús de nuestra ciudad.

Por último, el que sería nombrado secretario, Domingo Lamolda, residía en el número 14 de la popular calle de La Mosca; hoy, Monet (actualmente tal denominación solo se aplica a la pequeña vía conocida como callejón Isaac Peral). Lamolda López era industrial y propietario. Como rentista tenía diferentes inmuebles repartidos por la ciudad. En su vertiente empresarial, estaba muy relacionado con el comercio de la harina, según demuestra el siguiente documento: “José Mármol Fernández, de oficio panadero y natural de Tarifa, casado, y vecino de Algeciras […], debe 40 sacas de harina a Domingo Lamolda López”.

Estos tres importantes hombres de negocios de nuestra ciudad confiaron en el proyecto de constituir en Algeciras una asociación de carácter humanista a favor de aquellos humildes trabajadores o camalos del incipiente muelle y que oficialmente recibiría la denominación de Sociedad Marítima de Socorros Mutuos.

De acuerdo a la legislación vigente, la nueva asociación -en sus principios y fines- se conformó dentro de un marco legal, cuyo contenido se configuró en el siguiente reglamento:

Artículo 1º.- Dar auxilio con los enseres que se pueda disponer a los buques surtos en la bahía y dedicados al comercio de cabotaje ya sean pertenecientes a los socios inscritos, ya de particulares en la forma, maneras y condiciones que se dirán.

Artículo 2º.- Acudir a la carga y descarga de los efectos que se importan y exportan bajo las tarifas acordadas por quién corresponda.

Artículo 3º.- Establecer la enseñanza gratuita para los hijos de los asociados con arreglo al contrato que la junta directiva celebre con su profesor. Artículo 4º.-Procurar la asistencia médica a domicilio y medicamentos necesarios a todos los inscritos, así como al socorro de 2 reales de vellón diarios, siendo indigente, mientras se mantenga en cama y en convalecencia, a juicio del profesor (médico); en el caso de administrársele el Viático (eucaristía en peligro de muerte) contará del mismo modo con los enseres de la sociedad. También se le abonará a las familias por razón de entierro la cantidad de 150 reales si falleciese en esta Ciudad, y si se le verificase fuera de ella solo tendría opción á 100 reales para luto, siempre que hayan cumplido las obligaciones que contraen según se marca en este reglamento…”.

En cuanto a la parte orgánica de la asociación, prosigue el citado texto legal: “Que con arreglo al artículo 2º del mismo, el gobierno interior de la Sociedad estaría a cargo de una Junta Directiva, y que conforme al artículo 6º, se compondrá de un presidente, un vicepresidente y un secretario; cargos que se elegirán el último día de cada año en Junta General de Socios […] Que los reseñados fueron nombrados respectivamente […] Presidente el Sr. Castillo; Vicepresidente, el Sr. Trélles y Secretario el Sr. Lamolda”.

En 1895, persistiendo al frente de la directiva Castillo, Trélles y Lamolda, los malos resultados económicos derivados de la baja adscripción obligaron a estos a tomar una drástica decisión, como así refleja el siguiente documento: “Acta de sesión de la Sociedad Marítima de Socorros Mutuos […] En 31 de diciembre último, se reunió la Junta General de la indicada Sociedad para tratar del estado de los negocios de la misma, y examinados estos y visto que no había recursos ni medios con que atender a sus necesidades, se acordó por unanimidad, hacer un inventario de los bienes pertenecientes a ella y después de justipreciarlos venderlos en subasta pública y con sus productos satisfacer las deudas que la sociedad tiene contraídas con los Sres. Don Adolfo Utor y Don José Cumbre, y con los empleados de la sociedad, y todas las demás que existan y sean reconocidas”.

Prosiguiendo el acta generado en la citada junta de socios: “Que los tres comparecientes en unión de otros señores socios que como ellos son peritos en la materia, han practicado el inventario y aprecio de todos los bienes pertenecientes a la Sociedad, consistentes en: cuatro lanchas, varios enseres de marinería, un crédito á favor de la misma, y otros efectos justipreciados todos en 4.750 pesetas”.

Desgraciadamente, la sociedad marítima desapareció cuando más falta hacía pues coincidente con el desarrollo producto de la llegada de la inversión inglesa dos décadas antes, comenzaba la última fase para el comienzo del inicio de la construcción del gran puerto actual algecireño. Obra que puesta la primera piedra en 1913, fue testigo de situaciones de gran peligro, como por ejemplo demuestra el texto del siguiente documento consultado: “Al ir a zarpar el vapor Virgen de África, y estando levantando el ancla, rompióse un eslabón del estopor cuya plancha o sable, soltóse dando un fuerte golpe en la cabeza al marinero Sebastián Vallejo”. Prosiguiendo el parte resultante: “Este infeliz murió instantáneamente á consecuencia del violento y horroroso golpe sufrido que le destrozó por completo el cráneo y región frontal […], no hace mucho este infeliz condujo a tierra en grave estado a un hijo suyo que trabajando en similares circunstancias desde cubierta cayó á la bodega”.

El sueño gremial de constituir una sociedad que defendiera a los camalos –y sus familias- de los peligros de la estiba y desestiba en aquella época, se diluyó antes de que finalizara el siglo. Otros colectivos, además de los barberos a través de la asociación Santa Elena y San Constantino, tuvieron mejor suerte con la llegada de la nueva centuria; tal fue el caso de los dependientes, carpinteros o carboneros de Algeciras, pero para ello hubieron de pasar varios años y el establecimiento de una mayor conciencia de clase.

Un antiguo refrán castellano, expresaba con toda crudeza la realidad de aquellos trabajadores: Si al cántaro da la piedra, malo; si el cántaro da en la piedra, peor. Desgraciadamente el trabajador portuario algecireño de la época, tras desaparecer la Sociedad de Socorros Mutuos Marítimos, quedaba condenado a tener alma de cántaro. Los logros actuales se consiguieron con los sacrificios del pasado.

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