PERSONAJES HISTÓRICOS DEL CAMPO DE GIBRALTAR (XXIV)

Don José de Canterac y el Paseo de Cristina de Algeciras

  • El Comandante General del Campo de Gibraltar puso especial interés en mejorar el urbanismo y ornato de la ciudad

  • A ella quiso trasladar el gusto por los jardines y parques inspirados en su país de origen, Francia

Retrato de don José de Canterac y Donesan, Comandante General del Campo de Gibraltar entre 1832 y 1835 (Museo del Ejército. Alcázar de Toledo).

Retrato de don José de Canterac y Donesan, Comandante General del Campo de Gibraltar entre 1832 y 1835 (Museo del Ejército. Alcázar de Toledo).

EL teniente general don César José de Canterac y Donesan ocupó el cargo de Comandante General del Campo de Gibraltar, con sede en Algeciras, entre los años 1832 y 1835. Había nacido en la población francesa de Casteljaloux en el año 1787. Su padre, Alexandre Pierre de Canterac, fue un destacado militar contrarrevolucionario que se vio obligado a exiliarse a España en 1792 para salvar su vida y la de su familia.

Su hijo ingresó, a los quince años, en el cuerpo de infantería española de las guardias valonas, participando en la Guerra de la Independencia luchando contra los ejércitos de Napoleón, destacando en la toma del castillo de La Bisbal bajo las órdenes del general O’Donell.

En 1816 fue enviado a América para luchar contra las fuerzas insurrectas del general San Martín, logrando los grados de brigadier y mariscal de campo en 1822. Al mando del ejército real se enfrentó a los independentistas peruanos, aunque fue vencido, teniendo que firmar las capitulaciones de Ayacucho en 1824 antes de abandonar el virreinato.

Cuando retornó a España, después de la emancipación de las colonias americanas, permaneció acuartelado hasta que, en noviembre de 1832, el rey Fernando VII, del que era un leal servidor, lo nombró para el relevante cargo de Comandante General del Campo de Gibraltar, en el que permaneció hasta el 17 de enero de 1835, fecha en la que fue destinado a Castilla la Nueva como Capitán General de la región. Es probable que su designación como Comandante General del Campo de Gibraltar tuviera que ver con la expresa misión de vigilar a los numerosos militares y políticos liberales que, en esos años, se hallaban refugiados en Gibraltar.

No obstante, en su breve período de estancia en Algeciras –algo menos de tres años– puso especial interés en mejorar el urbanismo y el ornato de la ciudad, dotándola de unos espacios verdes de los que, hasta esa fecha, carecía, para que pudieran disfrutar de la naturaleza sus habitantes que, en esos años, rondaban los diez mil. Quizás su educación francesa y su tradición aristocrática lo llevaron a querer implantar en la capital de su Comandancia los espacios urbanizados y los jardines y parques tan característicos de su nación de origen. Lo cierto es que a su iniciativa y apoyo se debe la existencia del llamado Paseo de Cristina, que en el siglo siguiente se convertiría en el Parque María Cristina.

El Paseo de Cristina en una fotografía coloreada del año 1904. El Paseo de Cristina en una fotografía coloreada del año 1904.

El Paseo de Cristina en una fotografía coloreada del año 1904.

Desde mediados del siglo XVIII está documentada la existencia de un paseo arbolado en la zona sur de la ciudad, rodeado de huertas, entre la orilla del río, donde se alzó a partir de 1776 la Capilla del Santo Cristo de la Alameda, y la plazuela que hubo delante de la Capilla de San Antón. Otro espacio tempranamente usado por el vecindario para sus paseos y sus actividades de expansión y diversión era el descampado que había al norte de la ciudad, más allá de las derruidas murallas donde se encontraba el cortijo denominado del Calvario. Arrancando en el final de la calle Imperial o del Convento, luego Alfonso XI, discurría el camino que conducía a la población de Los Barrios.

En 1817, el Ayuntamiento y la Comandancia General habían decidido plantar árboles en aquella zona para adecentar un espacio que se hallaba situado en una de las principales entradas a la ciudad. A pesar de la escasez de recursos, se sembraron chopos y se creó una primera Alameda, paralela a los restos de la muralla, que iba desde el llano donde años más tarde se construiría el Cuartel de Infantería del Calvario, hasta el antiguo cementerio situado en la cima de la colina al noroeste de la ciudad y el llano donde, desde 1851, se erigió la plaza de toros La Constancia.

Pero aquella Alameda constituida únicamente por dos hileras de chopos no respondía a las exigencias de una clase burguesa que, cada año que pasaba, era más numerosa y tenía una mayor influencia en la ciudad. En el año 1833, el Ayuntamiento intervino cerca de la Comandancia General y de su representante, el teniente general don José de Canterac, para solicitarle que se implicara en la reforma de aquel espacio público.

Decidido a involucrarse en aquel plan de mejora urbanística de la ciudad, Canterac mandó redactar el proyecto de la nueva alameda y, adosado a su lado nordeste, el paseo que se llamaría de Cristina en honor de la reina regente, madre de Isabel II, María Cristina de Borbón-Dos Sicilias. En la ejecución del proyecto de Canterac intervino el coronel de Ingenieros don Mariano Carrillo, al frente del Cuerpo de Ingenieros de la ciudad –que fue el que diseñó el Paseo de Cristina– con la aportación económica del Ministerio de Fomento.

La mayor parte de los árboles fue suministrada por el Asistente de Sevilla, don José Manuel de Arjona, siendo traídos de sus viveros sevillanos. La Revista Española de Madrid, en su edición del día 23 de julio de 1833, escribía lo que sigue sobre la labor de Canterac en pro del ornato de Algeciras: “Las inmediaciones, áridas antes y desagradables, de Algeciras se han convertido ya en dos hermosos paseos de árboles, merced al celo y actividad del Excelentísimo Señor don José Canterac, comandante general del Campo de Gibraltar, auxiliado por el Ministerio del Fomento General del Reino. El primero de estos paseos es notable por su bellísima posición; el segundo por su graciosa idea debida a don Mariano Carrillo, coronel de ingenieros. Su Majestad se ha dignado manifestar al señor Canterac su Real satisfacción por esta obra, y honrar con sus elogios el plan y la ejecución de ella”.

El Paseo de Cristina señalado con una flecha en un plano realizado en 1913 que se conserva en el Archivo de la APBA. El Paseo de Cristina señalado con una flecha en un plano realizado en 1913 que se conserva en el Archivo de la APBA.

El Paseo de Cristina señalado con una flecha en un plano realizado en 1913 que se conserva en el Archivo de la APBA.

El Paseo consistía en un rectángulo con una longitud por 139,30 metros y una anchura de 89,15. Según Pascual Madoz (1845), el Paseo de Cristina estaba “dividido por una calle central con algunos asientos de piedra, dos laterales más angostas, y otras transversales formadas de árboles, y por los verdes vallados de veinte jardines plantados en los espacios que dejan dichas calles, los cuales son cultivados por particulares y guardados por la ciudad”.

Como dice Pascual Madoz y luego corrobora Emilio Santacana, estos parterres fueron cedidos a los vecinos que los solicitaron, mediante el pago de una modesta suma, con la condición de que ellos los sembrasen y cuidasen, pero con la prohibición de que los usaran para otros fines, reservándose el Ayuntamiento la observancia de estas condiciones que fueron respetadas en un principio.

El 17 de enero de 1835 abandonó don José de Canterac la Comandancia General del Campo de Gibraltar para ocupar el cargo de Capitán General de Madrid. Sin embargo, sería breve su mandato. En el mes de abril de ese año los liberales se sublevaron en la capital de España y en la Puerta del Sol se concentró un enorme gentío liderado por el teniente Cayetano Cardero. Pensando Canterac que su presencia sería suficiente para que los insurrectos depusieran las armas, se presentó, acompañado solamente de su ayudante, instando a los alzados a que dieran vivas a la monarquía y a la Constitución de 1812 y se disolvieran. Pero la gente no hizo caso a su petición. Sonó un disparo y don José de Canterac cayó herido, acabando así la vida de quien había estado cien veces en trance de perecer en tierras americanas.

El Paseo de Cristina se transformaría, en el año 1929, en el actual Parque María Cristina.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios