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El párroco de los muelles

El sacerdote Jovannie Postrado atiende a bordo a los tripulantes de los grandes cargueros que recalan en el Puerto de Algeciras

The Philippine priest of the docks

Postrano (izquierda), junto a unos tripulantes / E. S.

Jovannie Postrano es natural de la Isla de Cebú y, además del cebuano, su lengua materna, habla tagalo, inglés y español. Vive desde hace apenas unos meses en la parroquia del Carmen de Algeciras, pero su misión no está en tierra, sino a bordo de los grandes buques petroleros o de contenedores que atracan en el puerto. Todos los días, a primera hora, indaga en una aplicación sobre los cargueros que recalarán en Algeciras, elige los que tendrá tiempo de visitar, se pone su chaleco fluorescente y su casco amarillo de seguridad y se presenta en la escala del barco seleccionado. El marinero de guardia, que no ha sido previamente avisado, lo deja subir a bordo porque reconoce de inmediato el escudo de su casco: la organización de este joven sacerdote, Stella Maris, está presente en más de sesenta países y en trescientos puertos de todo el mundo.

A Jovannie siempre lo reciben con alegría y cariño en los buques. Si, además de los filipinos habituales en las tripulaciones de estos barcos (el 25% de los integrantes de todas las tripulaciones del mundo son de nacionalidad filipina), los oficiales al mando también proceden de Filipinas, es probable entonces que lo inviten a comer y pasar la tarde y que, incluso, acabe celebrando misa para ellos en el salón más noble del buque. “Muchas veces llevan meses y meses sin tocar tierra, sin poner un pie en el suelo, y agradecen mucho la visita de un compatriota que les habla en su lengua, que les ofrece información y ayuda en aquello que está en nuestras manos, que escucha sus problemas, les acompaña, resuelve algún asunto y, por supuesto, proporciona atención espiritual si la requieren”, explica Postrano a Europa Sur.

"El ambiente en el interior de un carguero no siempre es fácil", cuenta este joven cura que vivía hasta hace poco en Londres: “los marineros tienen que convivir veinticuatro horas al día con compañeros no siempre amables, de diferentes nacionalidades, culturas y confesiones, con los que a veces no pueden ni tener una conversación a consecuencia del idioma”, continúa. Las familias de los tripulantes, además, están muy lejos y eso hace a veces muy complicado el día a día, dice. Cuenta también que muchos marineros renuncian a los días de descanso en casa a los que tienen derecho tras cada travesía para seguir embarcados e ingresando así lo que necesitan para vivir y mantener a sus familias; la mayoría son mileuristas y el grueso de sus salarios va directamente a parar a sus hogares en Manila, Cebú o Davao.

Postrano, en el Puerto de Algeciras, con el casco de Stella Maris / E. S.

Stella Maris es un servicio eclesiástico que funciona desde 1920 y depende de las conferencias episcopales de cada país. Su objetivo es brindar a la gente del mar, a través de sus centros, la asistencia humana y espiritual que puedan necesitar para su bienestar durante su estancia en el puerto, así como el apoyo a sus familias. Está dirigido a todos los marineros de cualquier raza, nacionalidad y sexo, respetando siempre su cultura, religión o ideología. “Hay ocasiones en las que facilitamos a tripulantes musulmanes el contacto que nos piden con las mezquitas y los imanes; nuestro objetivo es ayudar a todos en todo lo que podamos”.

En algunos puertos cuentan con locales o salones en los que los marineros pueden relajarse y encontrarse con personas ajenas a su día a día. En otros centros, los sacerdotes, diáconos y voluntarios de esta organización tienen incluso pequeñas embarcaciones para poder visitar los buques fondeados que no atracan en muelles. “Cada vez los barcos pasan menos tiempo en puerto; me encuentro con frecuencia a marineros que llevan más de seis meses sin poner un pie en tierra”, se lamenta. Y añade, para terminar: “Estamos recién llegados a Algeciras: parece increíble, pero en el primer puerto de España no había nadie de Stella Maris”.

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