La borrasca vuelve a inundar la cultura en Algeciras y los cubos regresan a su puesto de trabajo

Los espacios municipales, desde el centro documental al museo, repiten la misma escena de cada temporal: charcos, goteras y resignación mientras el Ayuntamiento insiste en que las reparaciones están en marcha

El Museo Municipal de Algeciras recibe a los visitantes con goteras, nueve cubos, manchas de humedad y desconchones

Colección de cubos en el centro documental José Luis Cano, este viernes en Algeciras.
Colección de cubos en el centro documental José Luis Cano, este viernes en Algeciras. / Vanessa Pérez
G. Sánchez-Grande

Algeciras, 14 de noviembre 2025 - 13:45

Hay cosas que no cambian con el paso de los años, como si la ciudad se empeñara en mantener ciertos ritos ancestrales. En Algeciras, por ejemplo, cada vez que llueve suena una alarma invisible que convoca a los cubos —esos viejos funcionarios municipales sin nómina— a ocupar sus puestos bajo las goteras de los centros culturales. La borrasca Claudia, que este viernes descarga sobre la ciudad con la energía de quien cumple una tradición, los ha vuelto a llamar al servicio.

El epicentro del ceremonial ha sido el centro documental José Luis Cano, la casa de los papeles que siempre quisieron estar secos pero que viven en permanente amenaza acuática. Allí, entre el archivo municipal y la biblioteca, siete cubos hacían la ronda esta mañana. Siete: un número bíblico, casi profético, como si el diluvio hubiera decidido permanecer un rato largo entre estanterías y legajos. “¡Ay, pobres papeles!”, podría murmurar cualquiera al verlos encogerse ante la humedad que les sienta peor que a una iglesia románica —que, dicho sea de paso, está mejor impermeabilizada que este edificio de 2014—. Quizá la piedra antigua entendió hace siglos lo que el hormigón moderno aún no ha aprendido.

Goteras en el recibidor del centro documental José Luis Cano por el paso de la borrasca 'Claudia'.
Goteras en el recibidor del centro documental José Luis Cano por el paso de la borrasca 'Claudia'. / Vanessa Pérez

Pero el fenómeno no es exclusivo del centro documental. El museo municipal también vive su particular metamorfosis acuática. Su patio central se convierte, durante estos episodios, en una piscina silenciosa: un espejo de agua que engorda con cada chaparrón, sin que nadie ose interrumpir el espectáculo colocando un cubo. Allí las gotas caen libres, contemplativas, como si quisieran disfrutar del viaje desde la altura del techo hasta la sien de algún visitante despistado. Cloc. Caer es su destino; recibirlas con paciencia, el nuestro.

A unas calles de distancia, la capilla del Santo Cristo de la Alameda, reconvertida en Museo de la Navegación e inaugurada hace menos de un año, lidia con el mismo problema pero con un guardián diligente: un vigilante que pasa la fregona con la destreza de un marinero evitando que el barco haga aguas. La nave —cultural, esta vez— se mantiene a flote gracias a él.

Y entre un edificio y otro, como un recordatorio de que la humedad no entiende de estética, las hermosas rejas del edificio Pérez Villalta exudan oxidación, dejando un rastro oscuro en las paredes que ya aceptan su destino de churretes con la resignación de quien se sabe condenado a repetirse.

Un charco crece lentamente en el patio central del museo municipal de Algeciras, este viernes.
Un charco crece lentamente en el patio central del museo municipal de Algeciras, este viernes. / G.S.G.

La lluvia arrecia sobre Algeciras. Las nubes de la borrasca Claudia descargan como si quisieran poner a prueba la solidez de un sistema cultural que insiste en mojarse donde más duele. El Ayuntamiento recuerda que apuesta por la cultura, que hay contratos en marcha para arreglar cubiertas y filtraciones… pero cada temporal recupera la vieja postal de siempre: la del cubo heroico, la gota insistente, la cultura que gotea, literalmente.

Algo aquí se está desmoronando. Y no es solo yeso.

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