De La Bajadilla a Okinawa: el algecireño que enseña idiomas a los niños en Japón
Rubén Clos, lingüista e investigador, ha hecho de Japón su hogar. Desde la isla de Okinawa impulsa proyectos educativos para acercar a los más pequeños al multilingüismo y las culturas del mundo
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"Haisai (hola) desde Okinawa". Así se presenta Rubén Clos López, un algecireño que cambió las vistas del Estrecho en el Campo de Gibraltar por las playas de coral del sur de Japón. Lingüista, docente e investigador, este joven nacido en el barrio de La Bajadilla ha hecho de la enseñanza su vocación y de los idiomas su forma de conectar culturas.
“Nací en Algeciras, estudié en el colegio Santa Teresa y en los institutos Baelo Claudia e Isla Verde. Luego me fui a Granada para estudiar Traducción e Interpretación con inglés y chino”, explica. Su pasión por las lenguas, dice, nació de su madre, hija de emigrantes en Bélgica: “Fue gracias a ella que el francés fue la primera lengua extranjera que conocí. Desde entonces me fascinó la diversidad lingüística".
Durante su primer máster, su interés se amplió hacia la pragmática y la sociolingüística, campos que lo llevaron a investigar las formas de consolar o animar en distintas culturas. En 2020, en pleno inicio de la pandemia, se mudó a Okinawa para realizar su doctorado tras haber vivido en ciudades como Yokohama, Sendai o distintas regiones de China.
“Mi tesis comparó los patrones de conducta al consolar entre hablantes de Okinawa y del noreste de Japón, además de entre el japonés y el español”. Hoy, su línea principal de investigación gira en torno a la educación plurilingüe y el multilingüismo.
Un "Indiana Jones" de los idiomas
Además de su trabajo académico, Rubén se ha convertido en un referente local gracias a su labor voluntaria en colegios de primaria. “Voy disfrazado de explorador estilo Indiana Jones y llevo banderas, sombreros y juguetes de todo el mundo. Los niños me llaman Ryuben shinshi, el profe Ryuben" (por la pronunciación de su nombre entre los japoneses).
Sus clases son un viaje por los cinco continentes: “Enseño desde español, chino y coreano hasta lenguas indígenas de África. Intento presentar la lingüística de forma divertida, incluso con pequeños experimentos de psicolingüística". Al terminar, los alumnos rellenan un breve cuestionario que forma parte de su investigación. “A veces me invitan a comer con ellos y no paran de hacerme preguntas. Es precioso ver el brillo en sus ojos cuando descubren algo nuevo”.
Entre sus anécdotas más entrañables, recuerda la vez que unos niños le dejaron una carta escondida dentro de los zapatos —en Japón es costumbre cambiarse el calzado al entrar en la escuela—. “Tengo una caja llena de manualidades y cartas que me han hecho". También ha compartido con ellos tradiciones españolas: “Les he hablado de la feria y de la Navidad. Incluso hicimos una cabalgata de Reyes tirando caramelos, que ellos intentaban atrapar con paraguas".
Un puente entre Algeciras y Okinawa
Rubén domina entre seis y once idiomas, según el nivel: “Español, japonés, chino, inglés, francés, portugués, coreano, alemán… y alguno más.” Considera que Japón es ya su segundo hogar, aunque confiesa que extraña la familia, la feria y “la fruta barata".
“Hace casi seis años que no voy a España. Espero poder hacerlo el próximo año y, si es posible, dar algunas clases a los niños del Campo de Gibraltar”. Su sueño: crear un museo y una escuela dedicada a los idiomas, “una especie de Disneylandia lingüística donde los niños puedan descubrir el mundo a través de las palabras".
Desde Naha, la capital de Okinawa, Rubén mantiene viva su conexión con Algeciras y sueña con colaborar algún día entre ambas regiones: “Se podrían hacer concursos de oratoria, intercambios culturales o incluso una olimpiada de lingüística. Las posibilidades son infinitas”.
Un mensaje para los jóvenes campogibraltareños
Antes de despedirse, Rubén lanza una invitación a los lectores: “Animo a los jóvenes a buscar becas como la Working Holiday o las Monbukagakusho. Aprender idiomas abre puertas y alimenta la curiosidad".
Con la serenidad que le ha dado la vida nipona, este algecireño asegura que seguirá enseñando, investigando y soñando con un mundo donde hablar diferentes lenguas sea una forma más de entenderse. “Todo sea por alimentar la curiosidad y la educación continua".
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