Tribuna libre
Sobre la cesión de los habilitados nacionales a las comunidades autónomas
Algeciras/Triste, muy triste. En esta disposición pienso y escribo sobre Juan Carlos Narváez Ruiz, amigo, compañero, paisano. Repaso muchas vivencias que hemos compartido uno y otro en diferentes puestos profesionales, siempre unidos por la amistad, por delante de competencias o necesarias equidistancias por donde estuvimos en algún momento.
Nos deja en el escenario de la vida un amante de la radio, una cualidad ganada con humildad y con muchas horas echándole a esa compañera que es el invento de Marconi. Juan Carlos, a mí y a muchos otros, nos enseñó directamente o indirectamente, a cuidar la calidad del sonido, congraciado y seguido -¿cómo no?- por técnicos y amigos como Chano, por la calidad del sonido -repito- que suponía no solo el respeto a la emisión técnica, sino también a la vocalización de la palabra. Nos distanciaban algunos años de edad -por cierto, que mi hermano Juanjo también lo llora por muchas razones, incluidas las de compañero de enseñanzas- , y nos conocimos en Sábado Joven, un programa que él dirigía en Radio Algeciras en el que los imberbes como yo llevábamos y comentábamos los discos que nos llamaban la atención, en el final de la década de los años setenta y principios de los ochenta del siglo pasado.
Nuestros caminos profesionales nos llevaron a coincidir en Huelva, a los dos como directores de emisora, él de la Cadena Ser y el que suscribe de la Cope. Más de una vez nos encontramos en diferentes lugares y momentos, también en alguna parada en la carretera, yendo y viniendo de Algeciras, algunas de ellas ambos con fuertes resfriados. Luego volveríamos a coincidir en direcciones radiofónicas distintas de nuevo, pero ya en nuestra ciudad.
Juan Carlos y Lola nos inculcaron otra afición que perdurará: el amor y la paciencia por los belenes. Les aseguro, y esto lo saben quienes han podido visitar su casa en las fiestas navideñas, que los belenes de la casa Narváez Torres siempre han sido obras cuidadas, atractivas, repletas de detalles y de efectos, y aún así expuestas con sencillez y con el mimo de los artesanos, muchas de ellas premiadas. Su grupeto de ciclistas también le está echando de menos, me consta.
Las buenas palabras y los recuerdos se acumulan en momentos como este, y lo mejor es que todas ellas no encubren ni una brizna de nada malo. Seguirá viviendo en la memoria de todos los que le quisimos, y de quienes comprobaron por experiencia personal su compromiso, su educación, como algecireño, como hombre de radio, como ser humano.
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