La almadraba de Algeciras (y III)
Historias de Algeciras
Una vez formalizada la situación de la sociedad, Marset regresó a su despacho a verificar la llegada de pasajeros de San Fernando y más tarde encargarse de la recaudación impositiva
Prosiguiendo con los estatutos de la almadraba de Getares, estos en sus cláusulas recogían:
“Los socios se reunirán, al menos, una vez cada 15 días para acordar todo lo referente a la marcha administrativa de la sociedad debiéndose practicar mensualmente un balance parcial del negocio para conocer así su movimiento periódico, sin perjuicio del balance general que precisamente habrá de hacerse á fin de cada temporada anualmente, verificándose entonces la liquidación de gastos e ingresos, satisfaciéndose las utilidades ó abonándose las pérdidas que resultaron, sin que bajo ningún pretexto puedan diferirse estos pagos.
Todo el pescado que de la almadraba se obtenga será negociado por la Compañía en la forma más conveniente para la misma.
Los socios podrán libremente vender el todo ó parte de sus derechos en el negocio, bien de la sociedad ó a la persona que tenga por conveniente, pero entendiéndose que el adquiriente quedará sujeto á todas y cada una de las obligaciones que se consignan en la presente.
En la almadraba solo serán empleados operarios aptos que sepan y conozcan la clase industria y o las operaciones que en la misma deban practicarse. El pago al personal que se ocupe en calamento y demás trabajos de la almadraba se hará siempre con preferencia á toda atención u obligaciones.
Del material y enseres propiedad de la Compañía, no podrá disponer ninguno de los socios para usos particulares, ni aplicación á otros objetos distintos de los de la almadraba.
Si la explotación no diere resultado favorable que es de esperar ó por cualquiera circunstancia fuere necesaria la disolución, las existencias, enseres, embarcaciones y efectos que hubieren se repartirá entre los socios conforme á sus respectivas participaciones y con arreglo al valor que á ellos se diere.
Los socios podrán nombrar persona que tenga y lleve en representación en la almadraba y esta tendrá las mismas facultades que su representado, siempre que así lo hiciere constar en el documento que acredite su cualidad y representación.
Y, toda duda ó controversia que suscitare en la marcha del negocio se resolverá por mayoría de votos, y en los demás extremos no comprendidos en este instrumento se sujetan expresamente á las disposiciones del Código Comercio. Bajo estas bases queda constituida la Compañía Marset y Compañía, con domicilio en esta Ciudad y cada cual de los socios aceptan cuantos derechos y obligaciones quedan establecidos. Fdo.: Julio Fortunati. Nicolás Marset. José Ruiz y Pedro Marset”.
Una vez formalizada la situación contractual y mercantil de la sociedad Marset y Compañía, Nicolás volvió a lo “suyo”, a su despacho de la plaza Juan de Lima o Caridad, a verificar la llegada de los pasajeros provenientes de San Fernando. El estado de las caballerías, así como de los coches; y el trato que tanto le gustaba –dado que esto había sido su vida– con los cocheros. La critica al camino, el frío y la lluvia, la caló en verano, todo ello con la música de fondo de subida y bajada de pertrechos y equipajes, entre canturreo de las últimas coplillas de carnaval, relincho de caballo, y olor entremezclado de tabaco de ultramar y sudor del camino.
Pocos años después, y con la llegada del nuevo siglo, el apellido Marset asentado en Algeciras, afrontaría otros retos de negocios; como por ejemplo, la recaudación impositiva. Actividad esta tan alejada de su mundo de guarniciones, atalajes, arreos o jaeces, aromatizados con continuas bostas o majadas frente a su casa-posada de la Luz; y a la que llega de la mano de dos industriales locales especializados en el comercio, como lo eran Federico González y Manuel Fillol.
El primero, González Díaz, era un cántabro (jándalo), nacido en el municipio de Santander llamado Novales. Casado en dos ocasiones; la primera, con Rosa Guzmán Calvente, con quién tuvo un hijo llamado Diego; y la segunda, con Rosario Lozano Guerrero, con quién amplió la familia con dos hijos más a los cuales les impuso los nombres de Federico y Catalina. Federico González, el nuevo socio de Nicolás Marset, regentaba un comercio de su propiedad en número 4 de la calle Pescadería.
El segundo, Manuel Fillol Troitiño, tenía su domicilio en el número 2 de la calle Rocha. Era propietario de un comercio de calzado, sito en el número 3 de la calle Cánovas del Castillo, teniendo al frente como hombre de su confianza al encargado Juan Gallego Cuellar. Fillol Troitiño, había nacido en el municipio pontevedrés de Narcellas. Casado con Teresa Alberico Martínez, era padre de tres hijos, llamados: Manuela, Ventura y María Fillol Alberico. Al parecer, antes de situarse en Algeciras, pasó por el protectorado español en Marruecos, donde en Tetuán se hizo con la propiedad de un gran local de madera (barracón) que lo tenía arrendado, vendiéndolo posteriormente. También gozaba de la propiedad de tierras en su pueblo natal, quizá fruto de la herencia de su familia pontevedresa.
Sea como fuere, el gran conocedor de caballos, Nicolás Marset Nogueroles, formó sociedad, bajo la razón Marset, González y Fillol, localizada en Algeciras y con un capital social inicial de 2.000 pesetas. Constituyéndose, según consta en el acta de sesión consultada: “Al objeto de recaudar el impuesto establecido en el Municipio de esta Ciudad sobre las importaciones ó exportaciones del pescado durante el año de 1908. Para lo cual se ha rematado la subasta verificada por el Ayuntamiento para la recaudación del impuesto establecido sobre la importación y exportación del pescado durante el presente año”.
Previamente a su incursión en el mundo recaudatorio, Nicolás Marset, había llegado a un acuerdo económico con todos su hijos, ya mayores de edad, y por el cual, les compraba su parte –tasada en 2.500 pesetas–, de la casa–posada Parador de la Luz, recibida por herencia tras el fallecimiento de su madre María Llorca, la que se produjo en 1889.
Tras la total adquisición de la casa-posada, así como de su introducción en el mundo de la recaudación de impuestos, Nicolás Marset, demostrando un gran talento para los negocios, adquirió al súbdito británico residente en Gibraltar, Isaac Esther Leví, 9 fanegas de tierras, con árboles y jardines, situadas en la popular y transitada Barca de Vejer, colindante con el río Barbate, invirtiendo en la citada compra la cantidad de 2.000 pesetas. Es fácil deducir el motivo de la compra, teniendo presente que su cuñado y socio en la almadraba de Getares José Ruiz Rodríguez, había adquirido por entonces todas las acciones de la empresa de transportes de viajeros La Madrileña.
Hombre de adaptación a los nuevos tiempos –Los necios protestan; los sabios se adaptan– Marset, aprovechó la llegada del capital británico a través del ferrocarril Algeciras-Bobadilla Railway, y su correspondiente línea de vapores a Gibraltar, para crear un servicio coincidente en los horarios con la que prestaba la compañía administrada por Juan Morrison. Después, su cuñado y posterior propietario tras abrir la oficina de Administración de la compañía en el número 1 de la calle Monet, hizo coincidir los horarios con el tren que partiendo desde San Fernando llegaba hasta la capital de la provincia. Para entonces, se había producido un cambio muy sensible en la tradicional imagen de la plaza de Juan de Lima, los famosos carruajes, ya no partían desde la Posada de la Luz, ahora y tras la renovación en la dirección de la empresa, lo harían desde la citada calle Monet.
También y por aquel entonces, quizá influenciado por la belleza de la ensenada de Getares, donde se situaba la almadraba que había adquirido conjuntamente con su padre y cuñado, bajo la razón social Marset y Compañía, procedió a la compra de una hacienda en la llamada Dehesa del Carnero, a quiénes fueran sus anteriores propietarias, las hermanas Ángela y María Sangüinety Sambucety. Poco tiempo después, y para que aquella compra comenzara a rendir plenamente, procedió a su arrendamiento a los labradores vecinos de Algeciras: Juan García y Manuel Pérez. Estos, anualmente entregaban en el domicilio –Parador de la Luz–, de Nicolás Marset, según era costumbre, el pago anual de 1.500 pesetas. Entrega dineraria que se hizo efectivo durante tres años consecutivos.
Desgraciadamente y al igual que a tantos otros empresarios españoles de primeros de siglo, la convulsa época que comenzó con los efectos sociales y económicos de la pérdida de las posesiones de Ultramar, para continuar con la persistente guerra de Marruecos, los conflictos motivados por las pésimas condiciones de los trabajadores de la época, y acabar con la amenaza que posteriormente se convirtió en un hecho del comienzo de la I Guerra Mundial. Para entonces, Nicolás Marset Nogueroles, que ya contaba con 67 años, vio como sus negocios se vieron gravemente afectados. Encontrando como única solución para salir de la penosa situación, el pedir un préstamo a sus buenos amigos los hermanos Santacana.
El citado préstamo, alcanzó la nada despreciable suma para su tiempo de 30.000 pesetas; y para la cual hipotecó su muy querido y amado Parador de la Luz; así como también el emblemático patio sito en el número 2 en la calle Tarifa, conocido popularmente como patio de La Morera, que constaba de: “Varias habitaciones, pozo en el portón de entrada, patio y escusado”. Esta propiedad la adquirió Marset en 1887, tras comprársela a Francisco Coterillo Ojeda. Otras viviendas sitas en la calle Pi y Margall o Tarifa propiedad hipotecada por Marset, fueron los números: 3, 31 y 44 –patios de vecindad en algunos casos con habitaciones de distintos propietarios– que años atrás había adquirido tras comprárselas a las hermanas Trinidad y María de la Luz Toledo Utor; Antonio Pérez Pecino, María Flores Fernández, o Antonio Morilla Peña, entre otros.
Para entonces, y entre sus propiedades había desaparecido la almadraba –lo que no significa que dejara de funcionar– y que por R.O. de 1892, se había podido instalar en la ensenada de Getares para la pesca del atún. Mientras la captura de los túnidos en aguas algecireñas quedaba relegada a un segundo plano; al mismo tiempo, y frente al escenario de la almadraba que funcionó bajo la razón social de Marset y Compañía, se levantaba una factoría con capital noruego y destinada a la captura de cetáceos. Pero esa es otra historia.
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